sábado, diciembre 30, 2006
Aprender la ternura
Y lo curioso es que los heridos son antes que nada los cercanos, los más vulnerables de todos.
Quizás sea porque la ternura hoy necesita ser aprendida, como un idioma difícil pero necesario, como un compromiso ineludible con tanta gente herida...
Leyendo a Alejandra Pizarnik
Poco sé de la noche
pero la noche parece saber de mí,
y más aún, me asiste como si me quisiera,
me cubre la conciencia con sus estrellas.
Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte.
Tal vez la noche es nada
y las conjeturas sobre ella nada
y los seres que la viven nada.
Tal vez las palabras sean lo único que existe
en el enorme vacío de los siglos
que nos arañan el alma con sus recuerdos.
Pero la noche ha de conocer la miseria
que bebe de nuestra sangre y de nuestras ideas.
Ella ha de arrojar odio a nuestras miradas
Sabiéndolas llenas de intereses, de desencuentros.
Pero sucede que oigo a la noche llorar en mis huesos.
Su lágrima inmensa delira
y grita que algo se fue para siempre.
miércoles, diciembre 27, 2006
Hombres con el corazón traspasado
Creo que por ahí va la clave. Por bajar las barreras, animarse a que las preguntas nos interpelen, las esperanzas nos contagien, las búsquedas nos pongan en movimiento... por dejar que el amor nos invite a entrar más hondamente en la espesura. Por dejar que el dolor nos ensanche un poco más el espacio del alma.
Ser hombres de compasión y compañía, que no tienen miedo de herirse en el camino porque saben que las llagas se transfiguran, que para el creyente la herida se puede volver surco de esperanza, posibilidad de vida.
El corazón de Jesús es el crisol, el lugar donde el dolor se transforma en esperanza... donde se vive la pascua, la transformación, el paso hacia lo nuevo que no niega lo anterior, al contrario: lo requiere, pero para llevarlo más allá, para transformarlo.
martes, diciembre 12, 2006
Leyendo a Hugo Mujica
No quiero decir que se entienda mejor lo que escribe (no creo que la cuestión sea cuestión simplemente de "entender"). Es como si la poesía llegara más lejos dentro del propio territorio, como si le diéramos el tiempo que ella necesita para encontrar esos rincones del propio corazón donde se da el encuentro, lugares al que a veces las apuradas y el ruido vedan el acceso.
Y creo que para poetas como Mujica esto es una condición casi indispensable. Escribe desde el silencio y pide silencio para ser escuchado... por suerte, creo también que su palabra nos lleva al silencio... sus versos traen dentro suyo el silencio que los ha engendrado para colarse dentro nuestro y hacernos tierra fértil... palabra honda, despojada, desnuda, la de los versos de Mujica.
es siempre atrás
como el umbral
de la despedida, el del adiós frente
a un camino nunca trazado
el del gesto inconcluso,
la mitad olvidada.
en el medio la terca torre:
el propio nombre
la estaca entre el deseo
y la nostalgia,
el puñado de humo
en el que aferramos el miedo a perder
lo que nunca tuvimos.
al final, el que nos llega,
queda la apuesta
del inicio, la gracia perdida:
queda perderlo todo.
Con la esperanza de los amigos
A veces nos quedamos ciegos a nuestra propia luz, y tampoco podemos tantear el hilo que nos conduce a la salida.
A veces desesperamos.
Pero por suerte, o porque la esperanza nos conoce, ella no sólo anida en nuestro corazón. También se reserva espacios en los amigos, en los compañeros. Y cuando no podemos encontrarla dentro nuestro, nos saluda desde un corazón hermano.
Será que en algunos momentos, cuando todo parece ser silencio y vacío, uno tiene que vivir de la canción de otros. Hasta que volvamos a aprender la melodía. O al menos, a tararear el estribillo.
Al servicio del fuego
Después entré al seminario y, como se acostumbra, elegí una frase del Evangelio que me acompañara a lo largo del año inicial. Elegí una poco usual, del Evangelio de Lucas: "He venido a traer fuego sobre la tierra" (Lc 12, 49). Sentía en ese momento que Jesús quería que yo fuera ese fuego... ese fuego que es, en realidad, el del Espíritu... uno se pone a disposición para recibirlo, guardarlo y transmitirlo.
Recientemente, leyendo el libro de Anselm Grün sobre el orden sagrado, él retomaba esta imagen "sacerdotal-arquetípica" para entender el ministerio". Y una cita en el libro "Ser sacerdote hoy", de Gisbert Greshake, también la toma: dejo el texto porque creo que revela un poco lo que late en el corazón del que opta por este camino, especialmente al pensar en el hoy tan cuestionado celibato.
El prender fuego es lo más importante de todo.
Prácticamente esto significa que debo mantener libres e indivisos mi tiempo, mi corazón y mi vida para la palabra reveladora y salvífica del Señor, a fin de que esta llegue hasta mí mismo, para que yo la viva personalmente,
la concrete, a fin de esclarecerla con mi presencia y así transmitirla...
que yo mantenga despierta la ardiente espera de una realidad que sobrepasa toda la felicidad que pueda experimentarse por lo de aquí abajo y provisional; con total disponibilidad para mis hermanos los hombres, a quienes yo tengo que acercar esa realidad, con los que yo debo compartirla. Yo no los conozco de antemano.
No sé hasta qué punto llega la red de relaciones del amor, esa red que yo he de tejer y lanzar; esa red que, desde luego, es ante todo o ha de ser mi comunidad,
pero que por su misma esencia no tiene limitaciones.
Heinrich Spaemann
lunes, diciembre 04, 2006
Apuntes sueltos sobre la esperanza
Desde el principio, Dios nos hace una promesa. El amor de Dios nos quiere para más, para la plenitud: nos invita a dar pasos hacia una felicidad que sólo él puede dar, que sólo él puede regalar. Desde el principio, Dios nos invita a la fecundidad y al amor.
Pero también desde el principio hay algo en nosotros que parece querer arreglárselas por sí mismo. Aprender a vivir no desde la promesa, sino desde uno mismo, desde las propias posibilidades y fuerzas. Como si esperar que nuestra vida nos viniera de otro fuera algo que en el fondo nos limita y empobrece.
Lo curioso es que cuando el hombre opta por decir que no a este plan de Dios, Dios redobla la apuesta y agranda la promesa. A partir del no a Dios nace la esperanza, cuando Dios nos dice que nos va a salvar del mal, que no está todo terminado ni cerrado, que siempre está la posibilidad de un paso más, de algo que nos puede sacar de la muerte, la tristeza y la esclavitud en la que a veces estamos metidos.
Toda la historia del Pueblo de Dios es la lucha entre la esperanza que Dios renueva constantemente cuando los invita a confiar en su promesa, y los ataques contra la esperanza de Israel. A veces venían de afuera, cuando situaciones que el pueblo no puede controlar ponen en peligro su destino y su vocación, pero también en numerosas oportunidades desde adentro, desde las ganas de querer confiar en las propias fuerzas, o del desaliento que da el sentir que ya no se puede seguir adelante.
El pueblo de Israel aprendió a esperar y confiar cada vez más a lo largo de las crisis y dificultades... su esperanza se fue agrandando cada vez más. Y justamente cuando más oprimidos estaban por fuera y por dentro, se dieron cuenta que su salvación podía venir sólo de Dios. Pero parecía no venir.
Con el tiempo, varios se fueron acomodando. Más que desesperarse, se fueron sacando la esperanza de encima como quien se saca una ropa incómoda. Algunos pensaban que la esperanza de Israel se iba a realizar cuando todo se arreglara mágicamente. Otro se imaginaban que Dios iba a darles de nuevo la fuerza para cambiar las cosas con poder. Y no faltó quien se imaginara que sólo algunos elegidos, puros, se iban salvar.
Cuando ya pocos esperaban, entonces, despacito, sin ruido, en el lugar menos esperado... aparece Jesús. Un salvador que no es al estilo que muchos esperaban y que ciertamente no tiene mucho que ver con la imagen que varios tenían, con la esperanza de la mayoría. Los que esperaban un Mesías castigador descubren en este tipo alguien casi libertino, cerca de los impuros y los pecadores. Los partidarios de la fuerza se desilusionaron de este hombre firme y con una palabra de fuego, pero pacífica.
Sólo algunos aprenden a descubrir que en Jesús puede estar el cumplimiento de lo que esperan, que Jesús puede ser la respuesta a su esperanza: los pobres, los enfermos y los pecadores. Descubren que él puede darles lo que están buscando. Justamente porque no viene a arreglar las cosas “desde arriba”, sino desde dentro. Jesús se deja afectar por lo que al otro le pasa. Se conmueve, comparte, se acerca.
Jesús viene a anunciar que Dios está viniendo, que su Reino está cerca. Que la esperanza es posible. Jesús tiene una esperanza: la de que la promesa de Dios, de venir a estar en medio de la gente, transformando su vida y uniendo a todos se cumpla... Y confiado en que todo depende de Dios se compromete con todo su ser en esa misión, siguiendo la promesa de su Padre, su Abbá, su papá. Porque se sabe amado con un amor infinito, sabe que siempre hay esperanza, que su vida está en manos de Dios. Y por esa misma experiencia, puede transmitir esperanza a los demás. Los que están tristes, enfermos y desesperanzados, encuentran en Jesús una posibilidad nueva, un sueño distinto, un camino que antes no hubieran recorrido.
Creo que por eso los evangelios le ponen a Jesús nombres que, en el fondo, son nombres de esperanza. Jesús es el pan, la resurrección, la luz, el rey, la salvación, el amor... las necesidades, los deseos más profundos del ser humano hechos gesto y palabra.
Jesús quiso compartirlo todo... y por eso mismo también vivió el quiebre de su proyecto... el sueño del Reino se rompió desde dentro por la traición y el desengaño. Jesús vio como todo lo que había hecho se caía abajo y que él mismo iba hacia la muerte. ¿Qué había pasado con la promesa de Dios? ¿Qué había pasado con la esperanza de Jesús?
Jesús no sabe qué va a pasar. Pero no deja de esperar. Confía. Y es, como Dios (porque es Dios), un hombre que apuesta al amor al extremo cuando todo parece oscurerse. La cruz lo encuentra gritando a Dios pero rezando, confiando.
El Padre responde resucitando a Jesús. La resurrección es la esperanza de Jesús y la de todos hecha cumplimiento. Allí hay algo que se le regala a Jesús, y en él, a todos nosotros, que ya no se puede romper. Jesús resucitado nos muestra que las heridas se pueden transformar en fuente de vida; que los proyectos rotos pueden renacer a algo mucho mayor; que nuestra vida es valiosa aunque todos digan lo contrario; que el amor entregado nunca se pierde.
En Jesús resucitado, que vino, que viene y va seguir viniendo, podemos encontrar una vez más nuestra esperanza renovada. No porque por creer en él se vayan a resolver nuestros problemas y dificultades. Sino porque creemos que él viene a transformar nuestra oscuridad en luz, nuestra tristeza en alegría... desde adentro, compartiéndola con nosotros. La certeza que nos da es la de su amor. Sólo el que se sabe amado puede esperar. Sólo puede dar esperanza quien regala amor gratuitamente: amor al estilo de Dios, que se abaja y extiende, que se inclina hacia el que sufre, que se anima a meterse en las tinieblas para hacer brillar en ellas la luz.
jueves, noviembre 30, 2006
Apostar a la esperanza
Algunos se animarán:
quien intuya la vida germinando entre las ruinas,
quien encuentre una puerta más para golpear,
quien grite confiando en ser escuchado,
quien desee el encuentro con cada fibra de su cuerpo
quien descubra que su corazón vive más en otro que en sí mismo,
quien no se conforme con menos que con todo,
quien todavía se deje guiar por el horizonte,
y sobre todo, quien tenga viva dentro de sí la experiencia del amor. Sólo puede esperar quien guarda dentro suyo la caricia, la memoria de que la vida se abre paso a pesar de todo y puede salirnos al encuentro en cualquier momento. Quien lleva dentro de sí la semilla sagrada de la esperanza.
martes, noviembre 28, 2006
Camino de humanidad
O sea que cualquier camino espiritual lleva necesariamente a una experiencia profunda de la propia humanidad y su transfiguración. No hay experiencia espiritual que pueda puentearse nuestra frágil, hermosa y compleja humanidad. Ni tampoco que tenga como fruto la creación de barreras entre nosotros y los demás.
Los cristianos de oriente decían que el fruto final de este camino del Espíritu era una "ternura ontológica", una sensación de amor y ternura hacia los mismos demonios. En el budismo, la compasión es uno de los frutos de la iluminación... parece que acá también estamos tocando patrimonio universal de la experiencia religiosa.
Para mí, el icono que plasma esto plenamente es el corazón abierto del hombre espiritual por excelencia, Jesús. Boff lo dijo muy bien: "Tan humano, sólo Dios". Sólo él se animó a ser tan compasivo, tan ignorante de fronteras y límites. Ese Jesús que llora, come, duerme, se enoja, reza y puede curar porque todo su cuerpo y corazón está expuesto, abierto al amor que se le sale por los poros y por eso sana a todos los que se animan a entrar en contacto con él... aunque eso también a uno le rompa el corazón.
sábado, noviembre 25, 2006
Porque lo prometido es deuda...
Jack preguntó "¿Es tu Dios un Dios vulnerable?". Mi respuesta es ¡claro que sí! Dios es un dios que arriesga, abre el espacio a la vulnerabilidad por el mismo hecho de crear. Pensémoslo desde una perspectiva vincular: en el mismo momento en que cualquiera abre su espacio vital a otro/s se vuelve más vulnerable. En el caso de Dios la creación y la puesta en marcha sostenida del universo ya hay allí una kénosis, un "vaciarse de Dios" en favor de otros.
Acá el tema excede lo limitado de mi capacidad de exposición (al menos con tan poco tiempo para escribir). Pero a ver si sale algo más o menos coherente: este arriesgarse de Dios se concreta en la creación, que es de por sí finita, limitada, contingente. Esta finitud implica necesariamente una imperfección. Esta limitación o finitud más "metafísica" es la que abre la puerta a los males concretos: acá se habló del hambre en África o de otros males, pero ¿qué pasa con el sinsentido del Tsunami, con lo absurdo de una enfermedad congénita, con la muerte repentina...? Allí el mal se hace más presente aún en su disonancia.
Sin embargo, el mal no parece ser (salvo en casos de patología profunda) obstáculo para que la vida se abra paso. O para que el hombre elija derivar hacia la nada. Más bien se rebela contra ella constantemente. Pareciera que aún en medio de todo es más fuerte la opción por el sentido que por el no-sentido.
Hasta aquí no hablamos todavía de Dios, sino más bien de la justificación del mundo (como dice un autor a quien estoy intentando seguir - en realidad diciendo mal lo que él explica bien -, es una cosmodicea y no una teodicea). Desde esta pregunta por el sentido del mundo, podríamos preguntarnos si alguien o algo valida esta existencia que parece seguir queriendo avanzar, aún en medio del dolor, la injusticia, el absurdo y el mal.
Si Dios se decide a crear, no puede evitar, decíamos, la presencia del mal, pues la finitud y la contingencia son interiores a lo creado. Pero si a pesar de todo, hay creación (y no lo digo sólo por la puesta en marcha, sino por el sostenimiento de lo creado, por la fuerza misteriosa que mantiene, a pesar de todo, el funcionamiento del universo), quizás quiera decir que para Dios vale la pena. Que esa pulsión de vida que late en todo viene de esa apuesta de Dios.
Hasta aquí podría llegar a dar un planteo desde la razón, sin entrar en cuestiones de fe. Desde una visión judeo-cristiana, nosotros creemos que frente al mal, Dios se compromete, sufre con el pueblo pero para desde allí llevarnos a la libertad. Creemos en el Dios que baja a Egipto para sufrir con Israel pero desde allí llevarlo a la libertad; en ese Dios que se hace carne humana, sudor, sufrimiento y gozo, para compartir nuestro dolor, nuestro sinsentido y aún nuestra experiencia de vacío de Dios, pero que también es, justamente desde allí, resurrección, llagas transfiguradas, vida que nace de la muerte.
Y desde una experiencia personal... los que más entienden esto son los pobres. En las villas y los barrios he encontrado a la gente que confía en el paso de Dios por sus vidas aún en medio de la experiencia del mal. No por alienación ni por falsa paz, porque el desgarro en el que muchos viven no creo que lo permitiera... sino por esa intuición, verdadera y profunda, de que Dios está con ellos, que Dios está en medio de ellos, llevándolos a la vida. Da para seguir pensando y charlando, pero me gustaría pensar que si bien no todo el mundo simpatizará con este pensamiento, al menos lo hallará razonable, con sentido.
viernes, noviembre 24, 2006
Oración de la noche
Pero a la noche cuando ya estoy metido en la cama, y sé que el teléfono no va a sonar, ni se escucha más nada salvo el ruido ocasional del algún auto, me hace mucho bien sentir que Dios está cuidando de mí, de tantos otros que me encontré a lo largo del día... Y después de terminar las completas, como es costumbre, una antífona a la Virgen. Ella sigue en vela y oración.
Nota: La foto muestra el altarcito de mi cuarto, lugar de silencio y encuentro cotidiano.
viernes, noviembre 03, 2006
Reflexión post-ordenación
Simplemente puedo agradecer, y pedirle a Dios que nunca deje de hacerlo. Que realmente pueda, como nos hemos propuesto con mis compañeros, vivir en la acción de gracias
domingo, octubre 22, 2006
Camino a la ordenación II
Los sacerdotes, por una vieja costumbre (¿alguien sabe cuándo empezó esto?), eligen una frase que sintetice su deseo profundo para el ministerio que están a punto de empezar (también suelen hacerlo los religiosos y veo que cada vez más lo hacen unos cuantos matrimonios). La mayoría la toman de la Escritura, o de la liturgia, aunque no es obligatorio. Yo quería que fuera "En el Espíritu de Jesús", ¡pero no aparece esta expresión (completa, con el "en", que es importante, como se verá) en ninguna parte del Nuevo Testamento!
Buscando más, sí encontré varios "En el Espíritu Santo". Y tomé el que más me gustaba, del Evangelio de Lucas (Lc 10, 21), cuando Jesús, tras escuchar a los discípulos que le cuentan de la alegría de la misión, se llena él mismo de gozo "en el Espíritu Santo" y alaba al Padre. Es un texto genial: está Jesús, está el Padre, está la comunidad... y el Espíritu, uniéndolos a todos. En él, como atmósfera vital, el amor encuentra su cauce y la posibilidad de realizarse.
El Espíritu, el fuego de Dios que enciende los corazones y consumió a Jesús haciendo de su vida una ofrenda permanente. El viento que lo impulsó y le inspiró las palabras y los gestos sanadores, vencedores del mal y de la muerte. El agua viva que brotó de su corazón abierto para que todos nosotros fuéramos renovados y nos convirtiéramos en manantial que no cesa, como él.
Así quisiera vivir el ministerio. En ese Espíritu,viento, fuego, agua torrencial... amor que une y envía, que transforma. Acercarse a Jesús es aproximarse a ese fuego, que Dios mediante bajará sobre mis compañeros y sobre mí el viernes que viene. Desde acá me encomiendo a la oración de todos. ¡Y dejo la invitación para la ordenación y la primera misa!
P.D.: Con respecto al súper interesante diálogo que se estableció en el post anterior, prometo intervenir. Ocurre que el nivel de los interlocutores, en este tiempo de tanto movimiento interno y externo, me obliga a esperar hasta que baje un poco la polvareda y pueda hacer mi aporte como corresponde. Que al fin y al cabo uno está de anfitrión y no puede andar en pantuflas y pijama, ni ofrecer cualquier cosa, qué caramba.
jueves, octubre 05, 2006
Pelearse con Dios
Job es un hombre que se enfrenta con su sufrimiento como inocente. Los salmos cantan - o mejor, gritan - la persecución injusta y el lamento del abandonado de Dios. Y lo hacen con fuerza: le preguntan a Dios por qué los ha abandonado; se lamentan por estar vivos o lloran por sentirse muertos. Muy lejos de la resignación que a veces se enseña o se admira.
El creyente tiene que vivir la experiencia del conflicto en uno o más momentos de su vida. También en la relación con Dios. Creo que le ahorramos a Dios algunos conflictos o preguntas... porque en el fondo nos da un poco de miedo que no nos pueda responder. Al final, entrar en conflicto con Dios es una cuestión de fe. Al igual que la personas insegura no se anima a pelearse porque teme la pérdida del vínculo, no nos animamos a debatir con Dios porque nuestra intimidad no es lo suficientemente fuerte.
Pero el que hace la experiencia del Dios amor, también tarde o temprano choca con la experiencia del mal, con el horizonte de la cruz. Y entonces se hace necesario integrar esa dimensión de la vida en la relación con Dios. Desde la certeza de sabernos amados y buscando profundizar ese amor. Pero pasando a través del conflicto, sin obviarlo. Como los creyentes del Antiguo Testamento, que han sido grandes cuestionadores de Dios: desde Abraham y la pelea por Sodoma, pasando porJacob, el que luchó contra Dios hasta el amanecer y llegando a Moisés. Como María, que preguntó; como Jesús, que vivió también el Getsemaní y se animó a confiar...
Después está la paz, la alegría, el nombre nuevo, el amor probado. Dejo como testimonio la oración que escribiera Elie Wiesel tras un largo conflicto con Dios.
La gratitud ha reemplazado a la amargura en su corazón. Nadie es tan capaz de agradecimiento como ellos. Agradecimiento hacia cualquiera que estuviera dispuesto a escuchar sus relatos y convertirse en su aliado en la batalla contra la apatía y el olvido. Para ellos cada momento es una gracia.Oh, no perdonan a sus asesinos ni a los cómplices de éstos, ni deberían hacerlo. Ni tampoco deberías hacerlo tú, Señor del Universo. Pero ya no miran con recelo a todo el que pasa. Ni ven en cada mano un puñal.
¿Significa esto que las heridas de su alma han sanado? Nunca sanarán. Mientras una sola chispa de las llamas de Auschwitz y Treblinka brille en su memoria, mi alegría estará incompleta.
¿Qué hay de mi fe en ti, Señor del Universo? Ahora me doy cuenta de que nunca la perdí, ni siquiera allí, durante las horas más oscuras de mi vida. No sé por qué seguí susurrando mis oraciones diarias, y las reservadas para el Sabbath, y para los días festivos, pero las recitaba, a menudo con mi padre y, en la víspera de Rosh Hashanah, con cientos de prisioneros de Auschwitz. ¿Era porque las oraciones seguían siendo un lazo con el mundo desaparecido de mi infancia?Hagamos las paces...
Pero mi fe ya no era pura. ¿Cómo podía serlo? Estaba llena de angustia en lugar de fervor, de perplejidad más que de piedad. En el reino de la eterna noche, en los Días del Temor, que son los Días del Juicio, mis plegarias tradicionales estaban dirigidas a ti y también contra ti, Señor del Universo. ¿Qué me hirió más: tu ausencia o tu silencio? En mi testimonio escribí palabras duras, palabras ardientes, sobre tu papel en nuestra tragedia. No las repetiría hoy. Pero las sentía entonces. Las sentía en cada célula de mi ser. ¿Por qué dejaste, si no permitiste, que el asesino día tras día, noche tras noche, torturara, matara y aniquilara a decenas de miles de niños judíos? ¿Por qué fueron abandonados por tu Creación?
Estos pensamientos de ningún modo estaban dirigidos a disminuir la culpa de los culpables. Su culpabilidad establecida es irrelevante con respecto a mi problema contigo, Señor del Universo. En mi niñez, no esperaba demasiado de los seres humanos. Pero esperaba todo de ti.
¿Dónde estabas, Dios de la Bondad, en Auschwitz? ¿Qué pasaba en el cielo, en el tribunal celestial, mientras tus hijos eran elegidos para la humillación, el aislamiento y la muerte sólo porque eran judíos? Estas preguntas me han perseguido por más de cinco décadas.Tienes muchos defensores de palabra, sabes. Se me dieron muchas respuestas teológicas, tales como: Dios es Dios. Sólo Él sabe lo que hace. Uno no tiene derecho a cuestionarlo a Él o a Sus acciones. O: Auschwitz fue un castigo por los pecados de asimilación y/o sionismo de los judíos europeos. Y: ¿Acaso Israel no es la solución? Sin Auschwitz, no hubiera habido Israel.Rechazo todas estas respuestas. Auschwitz deber ser y será para siempre un signo de pregunta: no puede ser concebido ni con Dios ni sin Dios.
Llegado un punto, empecé a preguntarme si no era injusto contigo.Después de todo, Auschwitz no era algo que viniera armado del cielo. Fue concebido por hombres, implementado por hombres, manejado por hombres.Y su objetivo no sólo era destruirnos a nosotros sino también a ti. ¿No deberíamos pensar en tu dolor también? Al ver a tus hijos sufrir a manos de tus otros hijos, ¿no has sufrido tú también?
Mientras los judíos otra vez empezamos a celebrar el Año Nuevo, preparándonos para orar por un año de paz y felicidad para nuestro pueblo y todos los pueblos, hagamos las paces, Señor del Universo. ¿A pesar de todo lo que pasó? Sí, a pesar de todo. Hagamos las paces: para el niño que hay en mí, es insoportable estar separado de ti durante tanto tiempo.
martes, octubre 03, 2006
Sacramentos: la pregunta
Cuando somos nosotros los que recibimos la pregunta, puede ser un camino para el encuentro. También el cariño que un sencillo "¿Cómo estás?" nos puede regalar.
Hay poder en las preguntas. Por eso son temidas. Les tememos porque no sabemos qué puertas abrirán, especialmente si nos preguntamos a nosotros mismos. Paradójicamente, estas son las que más tardan en responderse.
Pero, con lo riesgosas y peligrosas que pueden ser las preguntas (algunos dicen que a Sócrates lo mataron por las preguntas que hacía), no dejan ser fundamentales.
Cuando fui a celebrar la Pascua a una sinagoga junto con mis compañeros de seminario, preguntamos por qué la celebración estaba hecha en forma de diálogo con preguntas. El rabino me respondió: "Porque cuando uno pregunta empieza a ser libre".
sábado, septiembre 16, 2006
Una tonada pegadiza
Uno de ellos regresó de visita y pasó a celebrar misa por el seminario. Me resultó muy simpático y llamativo el hecho de que hablara con una fuerte tonada cubana. No resultaba para nada forzada, sino que evidentemente se le había pegado en esos años de tarea misionera. Algo parecido he visto en mi familia: la estancia en Mendoza les va dando otro modo de hablar, de vivir y hasta de moverse.
Creo que esto tiene algo que ver con el amor. Él hace que "se nos pegue la tonada" del amado, de lo amado. Así vamos aprendiendo el idioma del otro, sus códigos, su estilo, casi sin pensarlo... es el amor el que produce esta ósmosis misteriosa.
Un amor que deja al amante inmutable, sin cambiar, sin transformación, sin asimilar al otro al menos en parte no pareciera un amor en serio. Carece de la permeabilidad que tiene el amor verdadero.
Es lo que ha hecho Dios: quiso aprender nuestro idioma, encerrarse en nuestra limitación para que el amor de la Trinidad tuviera gusto a tierra. Para que la Palabra se hiciera palabras, vida, cuerpo, caricia... Y así nosotros también pudiéramos ir balbuceando el idioma de Dios.
Cuando a alguien se le pega esa tonada... se le nota.
viernes, septiembre 15, 2006
Lo que nos hace volver
Pero afortunadamente, siempre está la posiblidad de que nos encontremos con algo o alguien que nos devuelve un atisbo de nuestro rostro original, que nos recuerda nuestra grandeza escondida o nos despierta el amor pora la belleza perdida. Y con el corazón un poco más entero, encontramos el camino de regreso hacia nuestro centro más profundo. Entonces se entiende porqué hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por cien justos. Es que el primer movimiento del alma al volver es el gozo y la primera palabra la canción.
lunes, septiembre 11, 2006
Dejarse amar IV
Quién no desea un alma dura?
Quién no se practicó en el alma un filo?
Cuando de a poco ver vimos el odio
y de empezar a andar nos tropezaron
y de querer amar nos desamaron
y sólo de tocar fuimos heridos,
quién no hizo algo por armar sus manos
y para subsistir hacerse duro
como el cuchillo, y devolver la herida?
El delicado pretendió aspereza,
el más tierno buscaba empuñadura,
el que sólo quería que lo amaran
con un tal vez, con la mitad de un beso,
pasó arrogante sin mirar a aquella
que lo esperaba abierta y desdichada:
no hubo nada que hacer: de calle en calle
se establecieron mercados de máscaras
y el mercader probaba a cada uno
un rostro de crepúsculo o de tigre,
de austero, de virtud, de antepasado,
hasta que terminó la luna llena
y en la noche sin luz fuimos iguales
Hay que tener mucho valor, o más díficil aún, más confianza para no sacar filo al alma después de la herida. Para que la bronca no nos gane la partida y el desengaño se vuelva nuestro traje cotidiano. Cuando el invierno llega al corazón, no siempre es una estación pasajera. A veces se instala en el alma.
Pero los que logran hacer el salto de confianza, los que se abren al amor, experimentan que la herida se vuelve serena (aunque no deje de ser herida), y que inclusive puede ser otro lugar más para que el amor se cuele más fácil o salga más fuerte del corazón. Pero es una batalla dura: pocos enemigos del corazón tan terribles como el resentimiento. Quizás sea especialmente ardua porque me parece que sólo se gana con ternura y acción de gracias, con gestos que nos hagan redescubrir que somos más que nuestra herida, que somos más que nuestra historia de lastimaduras. El que logra dar gracias por su vida a pesar de los dolores, va por buen camino a ganar esa pelea.
lunes, septiembre 04, 2006
El Santo y el Pobre
Muchas veces el camino hasta allí se abrevia cuando nos encontramos con dos tipos de personas: el Santo y el Pobre.
Delante del Santo experimentamos ese deseo de una vida plena, íntegra, bella, cerca de Dios y solidaria de los hermanos. El amor del santo toca nuestro deseo de amar y lo enciende una vez más, nos devuelve el anhelo por una vida más intensa, más evangélica. Al ver al santo intuimos lo que Dios también quiere hacer con nosotros. Nuestro corazón se renueva.
El Pobre, por su parte, nos muestra una vez más que en medio del fárrago de preocupaciones y molestias se puede también encontrar lo esencial, porque el Pobre es aquel que vive de ello y no puede preocuparse por otra cosa. Él nos presenta el lugar donde sí o sí se hace presente la voz de Dios: el dolor ajeno.
Uno y otro nos ayudan a comenzar otra vez, a no perder el hilo de nuestra existencia, a que nuestro obrar se unifique en torno a lo fundamental.
Quizás por eso nadie tenga esa capacidad de llevarnos al corazón de la vida y de las cosas como Jesús, el que se hizo Pobre para enriquecernos con su pobreza (¡no con su riqueza, con su pobreza!) , el Santo de Dios. Quizás el Santo y el Pobre nos llevan también allí porque son quienes se identifican con Jesús más plenamente y con quienes Jesús ha decidido identificarse.
sábado, septiembre 02, 2006
Recordando a Borges
Tal vez sea por eso que gastamos tinta, tiempo y trabajo en escribir, pintar, cantar... porque esperamos en algún momento dar con la palabra, plasmar la imagen o encontrar la nota que nos revele el secreto de nuestra existencia. O quizás este sólo se descubra al final del camino, cuando, como también decía el maestro, toda la suma de nuestra obra tenga el contorno de nuestro rostro.
Y uno a veces tiene esa intuición sublime, de percibir (nunca del todo, nunca suficientemente) que algo de nuestra esencia se está encarnando en lo creado. Que una parte de nosotros ha emprendido un viaje hacia otros, disfrazada de arte.
jueves, agosto 31, 2006
Hacia la paz de corazón
Como decía aquella historia del jardinero que, al no poder erradicar las malas hierbas de su jardín, buscó la ayuda de especialistas. Estos, al ver que no se podían remover, le dieron un consejo de expertos: "Le sugerimos que aprenda a amarlas".
Tal vez una parte de la paz sea empezar a amar nuestra fragilidad. No para dejar que nos aplaste, sino justamente para hacer del límite algo que no nos destruye, sino un puente para el encuentro con el otro, para sentirnos vulnerables, necesitados de amor y presencia.
Algunos llegan allí, a ese lugar del corazón donde el amor vence al miedo y la paz se hace presente.
"Estoy reconciliado conmigo mismo. Odiarse a uno mismo es más fácil de lo que se cree. La gracia está en olvidarse. Pero si todo el orgullo muriera en nosotros, la gracia de las gracias sería la de amarse humildemente a sí mismo como a cualquiera de los miembros dolientes de Jesucristo". George Bernanos, Diario de un cura rural
lunes, agosto 28, 2006
Recordando a Max Scheler
¿Quién sabe que está gestando ese gesto de cariño pequeño que ahora regalamos? ¿Cómo calcular el poder de un abrazo o una palabra bien dadas? ¿Quién podrá saber las repercusiones de un "sí" o un" no" en el momento justo? En este mundo que parece por momentos marchar más allá de nuestras pequeñas existencias, qué bien nos hace recordar el enorme poder del obrar humano, aún a pesar de las circunstancias.
más allá de las heridas
más allá del dolor
más allá de las desilusiones,
escuchala
dejá que vuelva abrir la puerta del alma
es la voz
que te dice
no tengas miedo
no tengas miedo
el amor arroja el temor
no temas
sólo ama
sólo ama
dejate amar
creé en lo que el amor ya percibe creciendo en tu interior
no tengas miedo
miércoles, agosto 23, 2006
Una Iglesia solidaria
Amen con sinceridad. Tengan horror al mal y pasión por el bien. Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos. Con solicitud incansable y fervor de espíritu, sirvan al Señor. Alégrense en la esperanza, sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración. Consideren como propias las necesidades de los santos y practiquen generosamente la hospitalidad. Bendigan a los que los persiguen, bendigan y no maldigan nunca. Alégrense con los que están alegres, y lloren con los que lloran. Vivan en armonía unos con otros, no quieran sobresalir, pónganse a la altura de los más humildes. No presuman de sabios. No devuelvan a nadie mal por mal. Procuren hacer el bien delante de todos los hombres. (Rm 12, 9-17)
¿Cuáles son los rasgos que debe tener esta comunidad? Uno de ellos, fundamental, es la solidaridad. Si somos comunidad, no es para vivir encerrados, sino, por el contrario, para ser cada vez más parecidos a Jesús, y por eso mismo, plenamente humanos, plenamente solidarios. Pero atención: la solidaridad es mucho más que acciones puntuales, que una ayuda ocasional. Es una actitud del corazón, un rasgo del corazón de Jesús que queremos plasme nuestro modo de vivir, de ver a los demás y de actuar en consecuencia.
Una comunidad solidaria, una Iglesia solidaria es, antes que nada, una Iglesia que siente todo dolor y toda esperanza humana como propia, una Iglesia que se deja afectar por la situación del mundo que la rodea, especialmente de los más pobres y desvalidos. Y desde allí, actúa, se compromete, pone gestos y palabras frente al dolor del otro. Busca ser en el mundo un reflejo del Dios solidario y liberador que siente como propio el dolor de su pueblo y por eso baja a liberarlo, a caminar con la gente hacia la libertad. Un reflejo de Jesús que se sintió conmovido ante el dolor del leproso, ante la multitud de hombres y mujeres que estaban “como ovejas sin pastor”, ante el sufrimiento de tantas personas que se iban presentando en su camino.
Una Iglesia que busca ser fiel a Jesús y a su Buena Noticia, entonces, es una Iglesia que, como Jesús, se deja guiar por la solidaridad. Que sale al encuentro de los que sufren, que está con la mirada y el corazón al lado de los heridos.
Esta actitud espiritual necesita concretarse en gestos. La primera carta de Juan decía que quien dice amar a Dios, a quien no ve, y no ama a su hermano, a quien ve, es un mentiroso. Desde el principio, la Iglesia se caracterizó por tener una atención especial a los más pobres, y cuanto más pasa el tiempo, más busca estar atenta a los distintos tipos de pobreza y de dolor que se van manifestando en el mundo.
Descubrir que la Iglesia es solidaria nos lleva poner la mirada siempre en el otro, a que seamos una comunidad des-centrada, con el corazón y las manos siempre atentos a las necesidades de los otros. Y esto que no es simplemente una cuestión de emoción: es también compromiso, es animarse a descubrir las causas detrás del dolor y de la injusticia, y denunciarlas.
Es natural sentirse desbordado frente a tanto dolor y pobreza. ¿Qué podemos hacer nosotros? El P. Mamerto Menapace decía: “No tenemos en nuestras manos la solución frente a los problemas del mundo. Pero frente a los problemas del mundo, tenemos nuestras manos”. Será cuestión entonces de ir encontrando donde podemos aportar, cuál es nuestro don, nuestra riqueza, para seguir construyendo una Iglesia solidaria, impulsada por el fuego del amor de Jesús.
El misterio del mal II
Y en ningún momento percibimos tanto esto como cuando vemos a Jesús. Jesús ha querido compartir todo con nosotros: toda su vida es el gesto de Dios hacia el hombre que sufre, oprimido por el mal. Cuando cura, cuando consuela a los afligidos, al buscar a los pecadores, Jesús se vuelve la expresión más clara de que el Reino de Dios y el reino del mal están enemistados, que no puede haber lugar para el dolor donde está Dios.
Pero esto no es todo: Jesús no sólo viene a enfrentar el poder del mal. Viene también a sufrirlo, a asumir el misterio del dolor desde adentro. En su pasión y su cruz, en el misterio de su soledad y su experiencia de abandono, en la injusticia de su sufrimiento, vemos que Jesús ha querido vivir bien a fondo la experiencia del mal y del dolor que este produce. Dios llegó hasta el fondo de la experiencia del mal en la cruz para que nadie se sienta tan lejos que Él no pueda alcanzarlo. Hasta el fondo del mal y de la muerte bajó Jesús para que nadie se quede fuera de su abrazo y su presencia, para que aún en el colmo de la soledad y el dolor podamos experimentar su amor.
Por eso la cruz para el cristiano no es un signo de la tortura y del dolor, sino de amor. Jesús nos ha salvado no por sufrir mucho, sino porque llevó el amor a la experiencia del mal, porque nos mostró que se puede experimentar el dolor y la oscuridad y, a pesar de todo, seguir amando.
Una letra de Matisyahu
Warrior
You're the son of his majesty
Remember how it used to be
In the light of day it's easy to see
Now it's nighttime
You had to leave
You got separated from the king
Now the water's rushing and you keep trying to swim against the streams
it seems, like you're not moving the many water's gushing you gasp for air
Almost drowning ears ringing, once upon a time we were singing
One day those trees will stand and clap hands
Stream of thought getting caught in the klipa, this place is just a shell, external
Egos swell, that one'll burn ya, we fell a long way down, that eternal frown'll get you
You look vexed it's the dregs, the yetzer hara's lurking
Trying to make us forget we got a job to do
you're a priest and a prince and you can't be moved,
a priest and a prince and you can't be
You're a warrior, Fighting for your soul
Taken from a world above, and brought down to this world below
Re-unite them, re-unite them return the princess to the king,
Re-unite them, re-united, she's been taken for so long
Re-unite them, re-unite them and then she'll be filled with joy
Re-unite them , re-unite them like the days of her youth
Descended to this pit
What's this feeling can't get rid of it
I'm so sick
I Can't seem to shake it
When one retires at night weeping, joy will come in the morning
You made my mountain stand strong
You're a warrior, Fighting for your soul
Taken from a world above, and brought down to this world below
Say like an ancient memory
Remember how it used to be
Close your eyes and breath in
the scent of freedom
Ringing across the sea
Land of milk and honey
One day will wake up from this dream and we'll stop sleeping
Oh, yo, then we'll see clearly
You're a warrior, Fighting for your soul
Taken from a heavens above, and brought down to this world below
Beat Boxing
lunes, agosto 21, 2006
Dejarse amar III
Pero ese es sólo el primer momento del amor... el momento purgativo, me animaría a decir. Si nos animamos a confiar en medio de la oscuridad, llevados de la mano del amor, si descubrimos que el amor que se nos regala es más grande y fuerte que nuestras lastimaduras... entonces podemos ir más allá de las heridas. Estas no siempre desaparecen, pero sí se transfiguran.. podemos acariciar nuestro dolor, amar nuestra fragilidad o al menos vivir con ella más serenamente.
Sin embargo, la oscuridad siempre aparece. No hay que tenerle miedo, pero tampoco ignorar que estará, y saber que a veces la voz de las heridas clama con fuerza. Sin embargo, con el paso del tiempo, vamos descubriendo ese sonido sutil en medio de los clamores, el murmullo del manantial que nos lleva a nuestro centro más profundo, al dar y recibir... y ese sonido se vuelve la melodía de fondo de la existencia.
viernes, agosto 18, 2006
Sacramentos: el mate
Preparar la yerba, ajustar la bombilla, llevar el agua al punto exacto... cada uno tiene sus mañas y sus gustos. Con poca cosa se hace mucho y el mate se vuelve también expresión de uno mismo.
Es un sacramento del encuentro porque la compartida misma va haciendo que uno tenga que detenerse, escuchar al otro, tomarse el tiempo también para contestar. Si uno lo toma solo, ir cebando de a ratos ayuda a frenar la vorágine de la mente.
Sabe estimular pero de a poco, trayendo sabor y despertando despacito, sin apurarse... como para aprender que a las cosas se les toma el gusto con serenidad. Así deja regusto por mucho tiempo. Lo que llega despacio también tarda en irse y así es con el mate.
Para mí es un ritual fundamental, compañero de ratos largos de oración y también de charlas con amigos, de escucha y respuesta rumiada, saboreada lentamente... como un buen mate.
El amor de quien quiero hablar
Quiero hablar de un amor infinito,
que se vuelve niño frágil;
amor de hombre humillado.
Quiero hablar de un amor apasionado.
Con dolor carga nuestros pecados,
siendo rey, se vuelve esclavo;
fuego de amor poderoso,
salvador, humilde, fiel silencioso.
Amor que abre sus brazos de acogida;
quiero hablar del camino hacia la vida.
Corazón paciente, amor ardiente;
quiero hablar de aquél que vence a la muerte.
Quiero hablar de un amor generoso,
que hace y calla, amor a todos;
buscándonos todo el tiempo,
esperando la respuesta, el encuentro.
Quiero hablar de un amor diferente,
misterioso, inclaudicable;
amor que vence en la cruz.
Quiero hablar del Corazón de Jesús.
miércoles, agosto 16, 2006
Camino a la ordenación
Es tradición que el grupo de sacerdotes elija un lema de ordenación, una frase que sintetice lo que ellos desean vivir en su ministerio. Nosotros elegimos "Vivan en la acción de gracias", de Colosenses 3, 15b. Una traducción más literal sería algo así como "Sean agradecidos", o eujaristoi ("¡eucarísticos!").
Nosotros vamos a ser hombres de la acción de gracias. La eucaristía, la acción de gracias, la misa, va a ser el centro de nuestras vidas. La celebración donde llevemos todo lo vivido cada día, lo que la gente trae como búsqueda, alegría, dolor, anhelo, esperanza, angustia... para entrar juntos en la gran acción de gracias de Jesús al Padre. Jesús, que dio gracias y puso un signo de amor en medio de la soledad, la angustia y la cercanía de la muerte. El momento de la máxima soledad es el del máximo don, la plena entrega. Yo quisiera estar al servicio de ese amor.
"La palabra Eucaristía significa, literalmente, "acción de gracias". Una vida eucarística debe ser vivida con agradecimiento. La historia de los dos amigos que iban a Emaús, que estambién nuestra propia historia, nos ha mostrada que el agradecimiento no es una actitud obvia ante la vida. El agradecimiento necesita ser descubierto y vivido con gran finura interior. Nuestras pérdidas, nuestras experiencias de rechazo y abandono y nuestros muchos momentos de desilusión no dejan de arrastrarnos a la ira, la amargura y el resentimiento. [...]
Jesús nos dio la Eucaristía para que pudiéramos optar por el agradecimiento. Es ésta una opción que nosotros mismos tenemos que tomar y que nadie puede tomar por nosotros.
[...]
Podemos elegir dejar al desconocido que prosiga su viaje y siga siendo un extraño. Pero también podemos invitarlo a nuestra intimidad, dejarle que toque cada partícula de nuestro ser y tranforme nuestros resentimientos en agradecimiento."
Henry Nouwen, Con el corazón en ascuas, pp. 101-103.
Requiem por una bicicleta
El preludio del fin fue hace una semana. El pedal se cayó mientras subía el túnel de las cuatro barreras. La llevé a arreglar, seguro de la sonrisa del dueño de la bicicletería. ¿Cómo imaginar que diez días después se repetiría el episodio? Sin bicicleterías y con el tiempo justo, la dejé encadenada confiando en volver a la brevedad. La vorágine de la pastoral hizo que ese momento se demorara hasta un par de días. Entonces me topé con la aplastante realidad, o mejor, me topé con la nada, el vacío de bicicleta, y de candado. Tuve que salir a caminar un rato para sacerme la bronca.
¡Oh experiencia, linterna que iluminas hacia atrás, qué magro es tu consuelo! Ahora sólo me queda esperar, ahorrar, y ser más prudente la próxima vez.
miércoles, agosto 09, 2006
El misterio del mal
A lo largo de la historia, el ser humano se ha preguntado siempre ¿por qué pasan cosas malas? ¿Por qué el hombre elige muchas veces hacer mal a los otros, por qué el crimen, las guerras? Pareciera que la capacidad del hombre para lastimar y lastimarse no tiene límites. Más todavía nos cuestiona el sufrimiento del inocente. ¿Por qué sufren los niños, por qué las catástrofes naturales que, para colmo, parecen atacar preferentemente las zonas más desprotegidas de la tierra? ¿Por qué personas justas sufren persecución mientras que tantos culpables siguen libres de poder dañar a los demás? ¿Por qué las injusticias? Para el creyente, estas preguntas son más que planteos teóricos. En seguida nos sale cuestionarlo a Dios. ¿Qué pasó en el campo del mundo que de golpe hay semilla mala? ¿Cómo es posible? No es verdad que el misterio del mal sea más fácil de aceptar para el creyente; más bien al contrario. ¿Cómo conciliar a un Dios que es amor con la muerte injusta de tantos niños, con el sufrimiento de tantos hombres y mujeres inocentes?
Frente al escándalo que nos produce el mal, algunos eligen desterrar a Dios: Si pasan cosas malas, es que Dios no existe. Otros dicen: El mal existe, pero no es culpa de Dios. Pero entonces pareciera que Dios y el mal no tienen nada que ver, que Dios no tiene nada para decir sobre el mal.
La reacción creyente al enfrentar el escándalo del mal no debiera ser simplemente la de excusar a Dios. Como cristianos tenemos derecho a preguntarnos y preguntarle a Dios sobre el mal, porque es una parte de nuestra vida y una realidad que, por su peso y su importancia, tiene que ver también con nuestra fe. Creo que un peligro es querer buscar soluciones fáciles, o respuestas hechas. Y frente a esto, es bueno recordar que el mal es un misterio, es decir, una realidad que nos desborda, que nunca se puede terminar de explicar.
Sin embargo, Dios tiene una palabra para decir frente al mal, Dios está en contra del mal. La respuesta que Dios nos va a dar, sin embargo, no será una explicación teórica. Frente al mal, Dios se compromete: vence al mal con amor. Nosotros creemos en el Dios liberador, que siente el dolor de los demás como propio, el Dios que quiere participar de nuestras luchas y que se deja tocar por nuestros interrogantes. Animarse a preguntar es parte de la experiencia de la fe, y parte del camino para ser más libres. Como se animó a preguntar Jesús al decir “Dios mío, ¿por qué me abandonaste?”
lunes, agosto 07, 2006
Andar descalzo
Caminar sin nada entre el suelo y uno, dejar que el fresco del piso despierte al cuerpo desde abajo. Si es por el pasto, percibir que las hojas se cuelen entre los dedos. Si es en la arena, sentir como se amoldan los granos al pie. Y quizás, animarse a que el agua se arrime.
De golpe, poner los pies sobre la tierra es algo más concreto de lo que me hubiera imaginado. Y más sanador también.
jueves, agosto 03, 2006
En una misma línea...
No puedes amar a otro si no estás empeñado al mismo itempo en la obra espiritual, hermosa pero difícil, de aprender a amarte a ti mismo. Cada uno de nosotros tiene al nivel del alma un manantial enriquecedor de amor. En otras palabras, no necesitas buscar fuera de ti el significado del amor. Esto no es egoísmo ni narcicismo, obsesiones negativas sobre la necesidad de ser amado. Por el contrario, es el manantial del amor en el corazón. Por su necesidad de amor, las personas que llevan una vida solitaria suelen tropezar con este gran manantial interior. Aprender a despertar con sus murmullos la profunda fuente interior de amor. No se trata de obligarte a amarte a ti mismo, sino de ser reservado, de incitar a ese manantial de amor que constituye tu naturaleza más profunda a surcar toda tu vida. Cuando esto sucede, la tierra endurecida de tu interior vuelve a ablandarse. La falta de amor lo endurece todo. No hay mayor soledad en el mundo que la del que se ha vuelto duro o frío. El resentimiento y la frialdad son la derrota final.
Si descubres que te has endurecido, uno de los dones que debes otorgarte es el del manantial interior. Incita a esta fuente interior a que se libere. Remueve el sarro dentro de ti a fin de que poco a poco, en una bella ósmosis esas aguas nutricies penetren e inunden la arcilla endurecida de tu corazón. Donde antes había tierra dura, yerma, impermeable, muerta, ahora hay crecimiento, color, nutrición y vida que fluyen del hermoso manantial del amor. Ésta es una de las formas más fecundas de transfigurar la negatividad que hay en nosotros.
Se te envía aquí a aprender a amar y recibir amor. El mayor don que el nuevo amor trae a tu vida es el despertar del amor oculto en tu interior. Te vuelve independiente. Ahora puedes acercarte al otro, no por necesidad ni con el aparato agotador de la proyección, sino por auténtica intimidad, afinidad y comunión. Es una liberación. El amor debería liberarte. Te liberas de esa necesidad ávida y abrasadora que te impulsa continuamente a buscar afirmación, respeto y significación en cosas y personas fuera de ti. Ser santo es hallar la propia patria, poder descansar en esa casa de comunión y arraigo que llamamos alma.
John O’Donohue, Anam Cara, pp. 44-45, Eds. Planeta.
Dejarse amar II
Don Físico hablaba del miedo que tenemos a no poder responder bien al amor. A veces nos da miedo amar porque ¿y si no nos sale? ¿Y si nos quedamos a mitad de camino? ¿Y si no podemos ser fieles al amor recibido? ¿Será trigo o cizaña nuestro amor? Cuando empezamos, imposible saber. Y entonces más de una amistad, relación de pareja, o cualquier otro vínculo quedan truncos antes de empezar. Segamos la posibilidad por miedo a la desilusión.
Se me ocurren dos cosas. La primera es que cómo hemos sido amados repercute en la confianza que podamos o no tener en nuestra capacidad de amar. Cuando las lastimaduras son grandes, cuando no hemos sido bien queridos, es más difícil también animarse a amar. Los huecos del amor nos van haciendo que el camino sea más accidentado. Conocer esos huecos es una tarea fundamental, pero sobre todo, llenarlos con una ternura más grande que ellos. Cuando podemos experimentar ese amor mayor, descubrimos que el amor tiene nombre de redención, de rescate. Más de uno de nosotros tendremos la experiencia de un amor que nos ha salvado de nosotros mismos, de caer en la melancolía o la desesperación. De que en las horas oscuras se nos ha tendido una mano. Alguien ha impedido que caigamos del todo en el abismo.
La segunda es que cuando somos amados, somos liberados para dar amor también. Un amor que sojuzga y no permite devolver el amor no es amor de verdad. Si no hay reciprocidad, recibir y dar, algo falla. Si el amor del otro no me hace más libre, más autónomo, algo no está bien. La gracia del amor nos da una renovada habilidad para amar. Poder decir "Yo también te quiero" es una de las experiencias más bellas que hay. Es descubrir que podemos amar, no a pesar de nuestras heridas, sino inclusive gracias a ellas, porque han sido surcos para que en ellas se cuele el don... y así aprendamos a amar. Porque lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado, como decía Bernárdez. Porque en el dolor que nos da a aveces nuestra incapacidad para amar, puede estar anidando un amor nuevo. Quizás más sencillo y humilde. Pero por eso mismo infinitamente más real.
domingo, julio 30, 2006
Sacramentos: el abrazo
Los sacramentos, para el creyente, son signos. Signos eficaces, es decir, gestos y palabras que comunican efectivamente aquello que quieren transmitir. No son teatro, ni tampoco ritualismo. Creemos que en ellos se nos ofrece el amor de Dios hecho gracia para una situación peculiar.Esta capacidad que tienen los sacramentos se ofrecen también, de un modo distinto, en distintas realidades de la vida. Hay signos eficaces de la vida. Ritos, gestos, palabras cotidianos (y no tanto) que comunican mucho con poco.
Para mí, pocos sacramentos de ese estilo como el abrazo. Hay distintos modos de abrazar; hay gente que no sabe hacerlo, o no puede; hay otros que abrazan mal, que lastiman o buscan retener al tomar a alguien en sus brazos. Pero cuando recibimos un abrazo bien dado... es el amor hecho cuerpo, hecho firmeza y suavidad, calor y manos. Y cuando uno puede estrechar a alguien en sus brazos, afirmarlo, hacer del cuerpo hueco y refugio... hacerse guardián del dolor o del cariño del otro, porque sólo en el abrazo se pueden soltar algunos sentimientos. El dolor, la alegría, el amor grande piden el abrazo como espacio de libertad.
El abrazo del reencuentro; del perdón; el de la amistad; el de la pasión; el del llanto y el triunfo... todos nos recuerdan que de un abrazo nacimos y hacia otro abrazo vamos...
Nosotros tenemos la alegría de nuestras alegrías, y también tenemos la alegría de nuestros dolores porque no nos interesa la vida indolora que la civilización del consumo vende en los supermercados, y estamos orgullosos del precio de tanto dolor que por tanto amor pagamos. Tenemos la alegría de nuestros errores, tropezones que prueban la pasión de andar y el amor al camino ; y tenemos la alegría de nuestras derrota, porque la lucha por la justicia y por la belleza vale la pena también cuando se pierde. Y sobre todo, sobre todo tenemos la alegría de nuestras esperanzas : en plena moda del desencanto, cuando el desencanto se ha convertido en artículo de consumo masivo y universal, seguimos creyendo en los asombrosos poderes del abrazo humano.
Eduardo Galeano
jueves, julio 27, 2006
Dejarse amar
La mayor tentación es pensar que no somos dignos de amor, que esa parte de nosotros que nos dice que la oscuridad es mayor que la luz en nuestro corazón es la que dice la verdad de nuestro ser. El abismo puede a veces llamar con fuerza... Y en el fondo toda herida es algo que nos ha dicho que no meremos el amor, que estamos llamados a ganarlo, a hacer algún tipo de esfuerzo artificial para conseguir aquello que debe, por su misma esencia, ser regalado.
Por eso no hay acto de fe mayor que creer (sólo en el amor se puede creer, y sólo la fe nos lleva hacia el amor, sólo la confianza); por eso quien no se deja amar, quien no se siente digno de amor, desespera. Y quien se sepa amado sabrá siempre que a pesar de todas sus miserias en él brilla una luz inextinguible.
Para disfrutar de la vida
Por eso pensaba... ¿y si largamos una escuela de sommeliers, pero para la vida? Pedirle a gente que nos ayude a captar los distintos matices, los tonos y colores, el cuerpo y el gusto de los acontecimientos cotidianos, que a veces sentimos insípidos pero sin embargo están esperando a que nuestros sentidos y nuestro corazón estén lo suficientemente aguzados como para realmente vivirlos a fondo.
Podríamos pensar en profesores que nos abran los ojos a las minucias que sólo el auténtico sommelier capta y aprecia. Otros nos ayudarían a que la degustación no sólo se haga bien, sino con estilo, con gracia (porque la vida es buena y verdadera, pero también bella)... y los últimos cursos serían para que nos enseñen a pasar los tragos amargos y fuertes, que son los más difíciles de pescarle el gusto... pero que también nos pueden dejar lo suyo.
Al fin y al cabo, "sabor" y "sabiduría" tienen la misma raíz, ¿no es cierto? Y para el creyente, se trata de "gustar y ver qué bueno es el Señor". La verdadera sabiduría es la del que tiene la experiencia que desde los sentidos llega al corazón y se retraduce en una capacidad de vivir bien, vivir a fondo...
¡Salud!
martes, julio 18, 2006
Una historia de los Padres del Desierto
El anciano se puso en pie, levantó sus manos al cielo y sus dedos se convirtieron en diez lámparas de fuego. Y le dijo:
«Si quieres, puedes convertirte del todo en fuego».
domingo, julio 16, 2006
Saliendo con lo puesto - 15° domingo del tiempo durante el año, ciclo B
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió: "Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa." Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Desde el principio de su misión, Jesús no estuvo solo. Los discípulos lo acompañaron. Sobre todo, hubo doce que él llamó de un modo especial para que estuvieran con él y para que luego salieran a predicar.
Estos doce vienen de tener hecho un camino con Jesús. Lo han visto predicar. Lo han visto curar. Y hace muy poco... lo han visto también fracasar. A estos doce Jesús ahora, como había planeado en un momento, los llama y los envía a predicar. Les comparte su poder, su capacidad de curar, de expulsar el mal. Los discípulos son enviados a ser, en medio de la gente, una transparencia de Jesús, una visita de Jesús en los distintos lugares a los que son enviados.
Por eso mismo, no son enviados así nomás. Hay una serie de rasgos que son interesantes para nuestra misión también hoy.
1. Lo importante es el mensaje. Jesús hace un énfasis especial en lo que no se debe llevar para la misión. Apenas algo para caminar más cómodos, es decir, para llegar bien a destino. Todo lo demás parece sobrar. Lo importante para Jesús es el mensaje. No hacen falta grandes medios y recursos, que inclusive, parece, pueden entorpecer nuestra misión. A veces nos puede pasar que pensemos que hacen falta muchas cosas para llevar adelante bien nuestra misión. Jesús nos recuerda que lo primero y principal, que el lugar donde nos tenemos que apoyar, es en nuestro vínculo con él. Lo importante es que compartimos su vida y su mensaje, y lo demás... sobra.
Nos podríamos preguntar... ¿no estamos esperando demasiadas cosas a la hora de anunciar a Jesús? ¿No pretendemos a veces demasiadas seguridades? Jesús nos invita a transmitir su Evangelio “con lo puesto”, con lo que tenemos y sabemos. Este envío no está hecho al final del Evangelio, sino en la mitad. Los doce aún tienen mucho por aprender, pero parte de ese aprendizaje va a a pasar por la misión.
2. Como Jesús, también nosotros. En el fondo, la cuestión es descubrir que estamos llamados a misionar “al estilo de Jesús”. Nuestra misión reside en vivir como él, que, con la sencillez de su vida y su palabra transmitía el reino. Para eso, como dice la segunda carta de un modo tan lindo, hemos sido elegidos: para que nuestra vida sea como una canción, una alabanza a Dios. Si arraigamos nuestra comunión con Jesús, desde ahí nos animamos a salir “con lo que tenemos”. Creo que en general el miedo y la dificultad para salir a anunciarlo a Jesús es no estar tan arraigados en él. Quizás nos falta que nuestra experiencia de Jesús sea un poco más profunda. Cuando las raíces no son profundas, sentimos la necesidad de agarrarnos de otro lado, de que nuestra seguridad y nuestra identidad pase más por cosas que por nuestro vínculo con él, por nuestro estar con Jesús.
3. Confiar que el Padre y Jesús nos acompañan. Cuando Jesús envía a los apóstoles, les dice también que va a haber gente que los va a recibir. Jesús sabe que, si bien la experiencia de la misión es difícil, y puede (y habrá) experiencias de rechazo, también habrá gente que nos recibirá. Al menos en una casa de todo el pueblo. Acá, me parece, en esta indicación, se oculta una certeza profunda: La misión la guía, antes que nada, Dios. Jesús, el mismo que nos envía, es también el que irá suscitando gente que nos reciba y acompañe. Saber que la misión es un camino realizado de la mano de Dios nos permite también ser más libres y despojados.
La eucaristía es donde una y otra vez, el Señor nos llama y nos reúne “para que estemos con él y para enviarnos a predicar”. Por eso todas las celebraciones terminan siempre con un envío. Porque no venimos acá simplemente a estar con Jesús. Sino también a encontrar las fuerzas y la certeza de que él nos guía y nos lleva al encuentro de los demás.