domingo, mayo 20, 2012

Ensayando el cielo (Ascensión del Señor, Ciclo B)


En Jesús, todo está cumplido. El plan de Dios se ha realizado plenamente.
Hay algo nuestro que ya está en el cielo.
Hay algo del cielo que ya está en nosotros.
Por eso, es una fiesta para contemplar y agradecer.
Para tomar conciencia de que estamos llamados a algo grande.
Y que eso ya se está obrando en nosotros.

Es lo que dice la segunda carta al bendecirnos:  “que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza.” Es el poder de la resurrección, que nos va haciendo resucitar aquí y ahora. El amor de Dios que nos levanta y nos hace ascender.

Nuestra vida es nuestro camino de ascensión, nuestra oportunidad para abrirnos cada vez más a ese amor y hacer de nuestra tierra un cielo. Santa Catalina de Siena decía “El camino al cielo ya es el cielo, porque el cielo es Jesús y el dijo «yo soy el camino»”.

Esto nos cambia nuestra mirada sobre la vida. La vida no es examen para entrar al cielo, pura cruz y examen. En todo caso la vida es, como dice el sacerdote jesuita James Martin, ensayo del cielo. Ensayamos la resurrección cada día, tratando de dar más pasos hacia esa plenitud que Jesús nos ofrece y participa. No para ver si entramos en ella, sino para anticiparla aquí y ahora.

Entonces, quizás sea cuestión de estar atentos a los chispazos de eternidad que se aparecen en la vida, los anticipos de la plenitud. Esto no quiere decir que nos salgamos de la realidad, porque son esos momentos donde uno se da cuento en serio por dónde pasa la vida. Y ellos nos llevan a comprometernos más profundamente con la vida. Por eso no nos podemos quedar “mirando el cielo”. Somos invitados a zambullirnos en nuestra realidad, con la seguridad de que el Señor nos asiste y confirma, como dice el Evangelio. Y que volverá.

De todos modos, esta resurrección progresiva, esta ascensión, es sobre todo un don. Puro regalo. Porque es el Espíritu Santo quien la realiza. Es por eso que esta fiesta nos pone en tensión hacia la próxima: Pentecostés. El Espíritu es quien viene para resucitarnos, para elevarnos de nuestros lugares de muerte hacia la plenitud del Reino. Para hacernos testigos de una vida diferente, de un cielo que se empieza hacer posible aquí y ahora.

Que esta ascensión, entonces, nos llene de alegría y esperanza pero al mismo tiempo nos sacuda y despierte. Que nos dé hambre de plenitud y de Reino, para nosotros y para los demás. Busquemos los lugares de nuestra realidad y nuestra vida que necesitan más profundamente el soplo del Espíritu. Y dejemos que él nos ayude a seguir ensayando el cielo aquí en la tierra. Ese cielo que es Jesús y al cual hoy empezamos a ascender. 

domingo, mayo 13, 2012

Buscando permanecer

Quiero elegirte cada día más
Desmalezar el corazón
Dejar que
Me acorrales
Me habites
Me digas
Me nombres
Me lleves
Me perdones
Me alegres

Pero me da tanto miedo
Que tengo que pedirte
Hasta mi propio coraje
Aun mi sí más hondo
Es un regalo tuyo.


sábado, mayo 12, 2012

Permanecer en un amor verdadero (6° Domingo de Pascua, Ciclo B)


Jesús dijo a sus discípulos:
«Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.
Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.
No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá.
Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.» 

Con el Evangelio de este domingo cerramos esta parte del discurso de despedida en el Evangelio de Juan referida a la Vid y los Sarmientos. El centro de este fragmento es la invitación a permanecer. Hoy aparece con más claridad cuál es el núcleo de esta permanencia: el amor de Jesús. Él ha confiado todo lo que recibió del Padre a sus discípulos, no se ha guardado nada. La intimidad de amor entre Jesús y su Abbá se abre generosa e incondicionalmente a los suyos. Pero es necesario permanecer en ese lazo de confianza, gratitud y entrega.
La permanencia se expresa, sobre todo, en el amor mutuo. Un amor que ya no tiene la medida del prójimo, sino la de Jesús. Asusta semejante profundidad. Pero los que saben de Biblia dicen que ese “como yo los amé” puede entenderse tanto de manera indicativa como causativa. El amor de Jesús es la medida, pero antes es el don, la fuente, la raíz.

Estamos tocando el centro de todo en este domingo: el amor, que es, lo sabemos, el corazón del cristianismo y de la vida. Sin embargo, nos hace bien entenderlo desde este evangelio. No es cualquier amor el que recibimos: es el amor de Jesús. Y no es cualquier amor el que somos invitados a entregar: es el amor de Jesús.
¿No es sorprendente darnos cuenta de esto? Somos destinatarios de un amor infinito, hecho de ofrenda en cruz. En el centro de nuestra existencia está siempre la Pascua de Jesús, ese amor hasta el extremo. Y esto nadie nos lo puede quitar. Tener en la misma raíz de nuestro ser la presencia de Jesús es lo que a su vez nos lleva a vivir de esa misma manera. Hay algo dentro de nosotros que no se sacia hasta que nos animamos a entregarnos a algo o alguien más grande que nosotros.

Entonces nos damos cuenta que este “permanecer en el amor” tendría que ser nuestro norte, nuestra brújula: buscar cada vez más abrirnos al amor, dejarnos querer. Buscar cada vez más entregarnos al amor. Y quizás acá es donde esté la cuestión más difícil.

Porque la realidad es que permanecer en el amor no parece tarea sencilla en estos tiempos. Tal vez porque vivir de esta manera (a la manera de Jesús, tan abierto y tan libre, tan vulnerable) nos expone demasiado. Como decía Borges: Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir. Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz”. Es una apuesta definitiva a entender la vida desde lazos de ofrenda, desde un amor hecho de comunión, de entrega recíproca.

Y sin embargo, a esto se nos llama. A permanecer en un amor recibido. Abrirnos cada vez más al amor de Jesús, que nos va transformando lenta y progresivamente, si nos animamos a permanecer. Y desde ahí a permanecer en el amor recibido de los demás. Si no me puedo abrir al amor de los otros, difícil permanecer en el de Jesús. Con todo lo que esto implica: animarnos a pedir ayuda, a dejarnos querer, a aceptar ser vulnerables frente al otro. Dejar que el otro sea una presencia en nuestra vida, no tener miedo de esa llegada del otro, que siempre es un don y nunca una amenaza.

Permanecer en el amor implicará también amar a los otros al estilo de Jesús: con su compasión, su ternura, su libertad y apertura. Hacer de los vínculos el sentido de nuestra vida, imprimirle a todo rasgos de comunión. Para un cristiano, no se trata realmente de hacer mucho, sino de darle a todo una dimensión de encuentro: es el “si yo no tengo amor” de San Pablo, el “amor extraordinario” de Santa Teresita, el tomar conciencia de que el amor es “forma y raíz” de todo obrar cristiano, como decía Santo Tomás. Es un amor verdadero, con peso (ese amor que manifiesta la gloria, que en su acepción hebrea original tiene, justamente “peso”, densidad).

Este no es un servicio menor a nuestro tiempo. Ofrecer lo que da el amor verdadero: reconocimiento a los excluidos y anónimos; cercanía a quienes se sienten alejados; perdón a los que están enemistados y heridos… Sostener los lazos cuando tantos están tentados de aislamiento, reconocernos y acercarnos unos a otros… tal vez sea una forma actual del permanecer. Y esto no sólo en el campo de nuestras relaciones más íntimas. Al contrario: creo que uno de los desafíos es darnos cuenta que estamos llamados a plasmar esto en los ámbitos laborales, sociales, políticos… El amor puede ser universal, pero nunca impersonal. A veces confundimos una cosa con la otra. Si apostamos a este estilo de ser, de vivir, entonces podremos fracasar en emprendimientos, pero nunca dejaremos de ser fecundos, nunca dejaremos de dar fruto.

Desmitificar al amor y al mismo tiempo darle sus rasgos verdaderos, que son los de Jesús. Otra poeta, la cubana Dulce María Loynaz, lo dice de una manera inmejorable. Lo copio porque aunque es demasiado largo para leerlo en la homilía, no tiene desperdicio:

Amar la gracia delicada
del cisne azul y de la rosa rosa;
amar la luz del alba
y la de las estrellas que se abren
y la de las sonrisas que se alargan...
Amar la plenitud del árbol,
amar la música del agua
y la dulzura de la fruta
y la dulzura de las almas dulces....
Amar lo amable, no es amor:
Amor es ponerse de almohada
para el cansancio de cada día;
es ponerse de sol vivo
en el ansia de la semilla ciega
que perdió el rumbo de la luz,
aprisionada por su tierra,
vencida por su misma tierra...
Amor es desenredar marañas
de caminos en la tiniebla:
¡Amor es ser camino y ser escala!
Amor es este amar lo que nos duele,
lo que nos sangra bien adentro...
Es entrarse en la entraña de la noche
y adivinarle la estrella en germen...
¡La esperanza de la estrella!...
Amor es amar desde la raíz negra.
Amor es perdonar;
y lo que es más que perdonar,
es comprender...
Amor es apretarse a la cruz,
y clavarse a la cruz,
y morir y resucitar ...
¡Amor es resucitar!

En la eucaristía encontramos este misterio de permanencia. Somos llamados a recibir, a acercarnos como pobres, necesitados de este amor y al mismo tiempo ella es la que nos convierte en alimento para los demás. Amor que permanece de manera activa, saliendo al encuentro y transformando a quienes lo reciben. Amor de ofrenda que suscita ofrenda. 

viernes, mayo 11, 2012

¿En qué recodo del camino
alguien te cambió la mano abierta
por un puño
robándote la llave de la vida
tiñendo todo de desconfianza amarga?

No puedo darte una receta
que te haga salir de ese lugar
en el que te encerró la herida
yo mismo me voy abriendo paso entre mis miedos
no creo que sirviera, si la hubiera

pero a lo mejor, si me dejás
abrazarte
escucharte
al menos, acompañarte
quizás, podamos, entre los dos
encontrar un lugar
más hondo que tu pena
y tus heridas
ese espacio secreto
donde la fe aguarda
para ofrecerse una vez más.


jueves, mayo 10, 2012

Escuchando a Skrillex

Hay cosas que a uno no tendrían que gustarle, por sentido común o instinto básico de apreciación estética. Todos tenemos esos gustos guardados en el placard que nos da vergüencita mostrar. También en el ámbito de la música. 


A mí no me tendría que gustar este tema de Skrillex. Es puro ruido. Sin embargo, hace una semana que lo tengo pegado a mi cabeza y a los pies. "Bangarang" es el grito que daban los Niños perdidos en "Hook", de Spielberg. El video es un homenaje y una joyita. Tiene muchos guiños (los bigotes, el tatuaje y el garfio del vendedor de helados; los "niños perdidos" que lo protagonizan; la letra, que hace referencia a crecer y perder las canicas, como uno de los protagonistas) a la película y a la historia de Peter Pan. Para ver, aunque no les guste la electrónica. 

miércoles, mayo 09, 2012

Cuidar el corazón



Con todo cuidado vigila tu corazón, porque de él brotan las fuentes de la vida. (Proverbios 4, 23)

Hace poco le pedía a una amiga que me tirara alguna idea para el blog. Y ella me sugirió escribir algo sobre "el intento permanente de mantenerse con pensamientos positivos". 

Era una buena propuesta. Con sus riesgos, sin embargo. En la actualidad, a veces se entiende el pensamiento positivo en la clave de propuestas como las de "El Secreto". Allí el pensamiento transforma la realidad y logra que a uno le pasen cosas buenas. Tentador, pero falso. Tiene algo de omnipotencia escondida esa postura, y también de individualismo. Todo depende de uno. No hay lugar para la ayuda de los demás, no hay espacio para un otro que nos acompañe. 

Pero no es menos cierto que nuestro corazón es una madeja de sentimientos y pensamientos compleja y atravesada, donde conviven nuestros impulsos vitales y nuestros demonios internos, que desde las heridas nos gritan y nos pueden llevar a caminos destructivos, del propio yo y del ajeno. Desde allí se entiende la necesidad de una cierta disciplina mental. Los antiguos monjes cristianos del desierto la llamaban la "guarda del corazón". Prestar atención a los pensamientos ayudaba a ponerles nombre, a identificar las tentaciones y heridas. Eso posibilitaba encontrar el remedio, que en general se hallaba en algún ejercicio de oración o solidaridad (Evagrio Póntico, un espiritual de esa época, recomendaba por ejemplo como remedio para la ira el dar regalos... ¡y después dicen que los monjes son desencarnados!).

Entre las distintas disciplinas estaba el método antirrético: oponer al pensamiento negativo alguna frase del Evangelio que sanara aquella parte del corazón que se experimentaba especialmente frágil o tentada. No se trataba de un ejercicio de autosugestión, sino de curar ese pensamiento herido con una palabra de amor, una palabra de Dios. 

Ese ejercicio puede ser una manera de ejercitarse en un pensamiento positivo. Yo lo he adoptado en distintos momentos de mi vida. Frente a momentos de angustia, vuelvo una y otra vez a las palabras que Dios dice en el libro de Isaías: "Tú eres valioso a mis ojos, y yo te amo"; o las del bautismo de Jesús: "Tú eres mi Hijo amado". Cuando me asalta el miedo, o el futuro es incierto, repito "El Señor es mi pastor, nada me puede faltar". No tiene por qué ser una frase bíblica, pero a mi gusto, ayuda. La Palabra es realmente eficaz. 

Desarrollar este tipo de prácticas pide una cierta toma de conciencia de nuestra permeabilidad: estamos mucho más sujetos a influencias, mensajes y palabras de todo tipo en todo momento. De nuestra cultura, nuestro interior agitado y confuso, nuestro entorno más inmediato... ejercitarse en este arte es cultivar nuestra libertad, trabajar sobre nuestro espacio más preciado: el propio espíritu. 

Creo que muchas de nuestras dificultades brotan no del exterior, sino del corazón. Muchas veces lo descuidamos y queda privado de sus fuentes más íntimas y verdaderas. Este tipo de rituales lo sanan y le permiten estar más armonizado y abierto: a Dios, a los demás, al mundo. 

El conocido cuento de los dos lobos explica la importancia de este cuidado del interior de una manera sencilla y plástica. 


Un viejo cacique de una tribu estaba teniendo una charla con sus nietos acerca de la vida.

Él les dijo:  “¡Una gran pelea está ocurriendo dentro de mí!... ¡es entre dos lobos!
Uno de los lobos es la maldad, el temor, la ira, la envidia, el dolor, el rencor, la avaricia, la arrogancia, la culpa, el resentimiento, la inferioridad, las mentiras, el orgullo, la egolatría, la competencia.
El otro es Bondad, Alegría, Paz, Amor, Esperanza, Serenidad, Humildad, Dulzura, Generosidad, Benevolencia, Amistad, Empatía, Verdad, Compasión y Fe.
Esta misma pelea está ocurriendo dentro de ustedes y dentro de todos los seres de la tierra."

Los niños pensaron por un minuto y uno de ellos preguntó a su abuelo:
“¿Y cuál de los lobos crees que ganará?”

El viejo cacique respondió, simplemente: “el que alimentes.”