martes, junio 28, 2011

Meditación en torno a la fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor

Jesús dijo a los judíos:
«Yo soy el pan vivo bajado del cielo. 
El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo.» Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?»

Jesús les respondió: 
«Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, 
no tendrán Vida en ustedes. 
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, 
y yo lo resucitaré en el último día.
Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. 
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, 
de la misma manera, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. 
El que coma de este pan vivirá eternamente.»

Jesús, estamos acá, delante de vos, para darte gracias una vez más por quedarte en medio nuestro. Tenemos hambre y sed: de vida, de amor, de verdad, de felicidad, de paz y de sentido para nuestras vidas. Buscamos y buscamos algo o alguien que nos sacie… ¡y tantas veces nos sentimos hartos de todo y llenos de nada! Por eso, hoy queremos volver a reconocer que sólo vos podés darnos eso que nuestro corazón desea tan ardientemente. Eso que buscamos a tientas a través de mil caminos y decisiones. Una vida más rica, más plena, más profunda y real. Vos sos el único que puede ofrecernos esa vida verdadera, vida que brota del amor del Padre, del don del Espíritu, de estar junto a vos y en vos. Cada vez que estamos cerca de vos, estamos cerca de la vida, la vida abundante que prometiste para todos. Creemos que en la Eucaristía te quedaste para que allí recibamos ese amor que sacia, sana y serena. Que en esa mesa sencilla y humilde, donde todos tenemos un lugar, podemos recibir el alimento necesario para cada día. El amor fiel y constante de nuestro Señor, muerto y resucitado para que nosotros no tengamos que vivir más en la muerte y la oscuridad. Al contemplarte presente en el Pan, tan simple y tan nuestro, te sabemos cercano y servicial. Por eso hoy queremos adorarte, para que podamos dejar espacio a tu amor en nuestro corazón, y así, vos puedas echar raíces profundas en nuestra vida. Para que se afiance en nosotros la certeza de que vos tenés Palabras de Vida eterna para todos, y alimento verdadero para nuestra hambre de algo distinto a tantas cosas que hoy nos dejan entristecidos y frustrados. Jesús, Pan de Vida, Bebida de Salvación, no dejes nunca de amarnos y acompañarnos.

martes, junio 14, 2011

Un nuevo proyecto

Vale la pena difundir un esfuerzo por una comunicación original y positiva. 




A todos los que se pregunten cómo hacer para esparcir un mensaje diferente, los invito a que pasen por la página de Proyecto Calco. Creo que es el inicio de algo espectacular. Pueden encontrarlos también en Facebook. ¡No dejen de visitarlos!

viernes, junio 10, 2011

"Yo hago nuevas todas las cosas"

Esa frase del Apocalipsis es retomada por el P. Raniero Cantalamessa para decir que el Espíritu no hace cosas nuevas sino nuevas todas las cosas. Me gusta ese juego de palabras. Me parece que el juego del Paráclito es, justamente, ser un artesano desde lo humilde, desde el barro de nuestra humanidad tan ambigua y desesperante por momentos. Desde la periferia de los lugares y personas a donde nadie quiere ir, desde las fronteras tan temidas por aquellos que prefieren la seguridad de las normas y los muros. Aparece colándose por las grietas de tantas historias que parecen marchar hacia la nada. Y desde el vacío mismo del lugar de los muertos, donde nadie alaba a Dios, donde no hay lugar para la esperanza ni el amor. Especialmente alli, en esos lugares, en esas personas, en esas historias, sopla el Espíritu para hacer las cosas nuevas. 

Pero si no nos encontramos o estamos cerca de esas realidades, ¿cómo podremos recibir ese soplo nuevo? Sólo por gracia misma del Espíritu. Y tal vez el primer don sea el de salir hacia esos lugares donde nos sentimos inseguros. El viento sólo canta en la intemperie. 


Preparando el Evangelio del domingo que viene (Pentecostés - I)

¿Qué le pido al Espíritu? Un rayo de luz. Apenas eso. Hay muchísimo en la liturgia de hoy, pero sólo quisiera quedarme con un destello, algo sobre lo cual podamos dar vueltas y seguir meditando ¿Qué rayo de luz le pedimos esta vez? ¡Son tantos los que brillan en Pentecostés! Me gustaría que nos quedemos con la novedad, con esta renovación profunda que Jesús obra en nosotros en este día a través de su Espíritu. Dice el Evangelio que el Señor sopló sobre los discípulos. Es un gesto creador, que anticipaba aquel primero soplo del Padre sobre el barro que sería el hombre. Esta naciendo algo nuevo de la Pascua en este instante de encuentro entre Jesús y sus amigos.

Jesús quiere hacer con nosotros algo nuevo a través del Espíritu de la Novedad. Frente al cansancio del mundo por el pecado, frente al agotamiento de la Iglesia, el Espíritu trae consigo la permanente novedad, que es la presencia de la Pascua en el aquí y ahora de los discípulos. ¿No está la Pascua en el pasado? Sin embargo, ella es la novedad permanente, porque el amor es siempre nuevo y renovador, por eso siempre sorprende. Es el que corta la repetición incesante de la violencia y el poder, el que da vuelta la historia. Por eso en realidad la Pascua siempre es futuro. La presencia del mundo venidero en la carne concreta de nuestro aquí y ahora.


jueves, junio 02, 2011

Una ausencia salvadora (Ascensión del Señor - I)

Hablando con un amigo cura empezamos a dar vueltas en torno a la fiesta de la Ascensión. Aparecieron algunas ideas:

- Una ausencia que hace crecer: La fiesta de la Ascensión parece tener una dimensión paradójica. ¿Celebramos una ausencia? ¿Nos alegramos por la partida del Señor? En realidad no es así, sino que damos gracias porque en este misterio hay una invitación a la esperanza: Jesús ya está en el cielo y abre el camino para todos. Pero en esta misma ausencia hay una gracia.

 - Los discípulos tienen que seguir caminando, abiertos a la promesa del Espíritu que va a traer una fe nueva, más interior, una presencia de Jesús menos palpable y al mismo tiempo más profunda. Pero para eso tienen que dejar ir la etapa anterior, aceptar el fin de un ciclo en su relación con Jesús y el inicio de una etapa nueva. Mirar al cielo no sirve de nada. 
- Esto va de la mano con el inicio del testimonio y la misión, que se viven amparados por esa presencia nueva de Jesús que al mismo tiempo impulsa a la madurez. Empieza una etapa de mayor compromiso. A partir de ahora la presencia "física" de Jesús está dada por la comunidad. ¿Cómo vivimos nuestros cierres de etapas? ¿Sabemos dar gracias y dejar partir una etapa, una responsabilidad, una persona, un lugar? 
- Podemos tomar este misterio de ausencia en clave salvífica. Parece mentira, pero no estar también puede ser un gesto de amor. Dar el espacio para que otros crezcan, confiando en que lo sembrado en ellos va a dar sus frutos. Jesús confía en esto y en la obra del Espíritu, que irá interiorizando la Palabra y la Vida de Jesús en los corazones de los discípulos. Jesús sabe que si se va, viene el Espíritu. 
- Si Dios sabe correrse y hacer espacio a otros, tal vez podamos aprender de esto. Amar también es saber irse y dejar que los demás crezcan. La realidad es que llega un momento en el que lo mejor que podemos hacer por los otros... es dejarlos. La muerte es la constatación más fuerte de esta realidad, pero la vida nos pone delante de pequeñas Pascuas que nos pueden servir para aprender esta, una de las lecciones más duras y necesarias del amor. No para abandonarlos (Jesús prometió el domingo pasado no dejarnos huérfanos), sino para abrirnos a un vivencia del vínculo diferente, que se sabe resistente a la ausencia porque está enraizado en el corazón del otro.