Los sacramentos, para el creyente, son signos. Signos eficaces, es decir, gestos y palabras que comunican efectivamente aquello que quieren transmitir. No son teatro, ni tampoco ritualismo. Creemos que en ellos se nos ofrece el amor de Dios hecho gracia para una situación peculiar.Esta capacidad que tienen los sacramentos se ofrecen también, de un modo distinto, en distintas realidades de la vida. Hay signos eficaces de la vida. Ritos, gestos, palabras cotidianos (y no tanto) que comunican mucho con poco.
Para mí, pocos sacramentos de ese estilo como el abrazo. Hay distintos modos de abrazar; hay gente que no sabe hacerlo, o no puede; hay otros que abrazan mal, que lastiman o buscan retener al tomar a alguien en sus brazos. Pero cuando recibimos un abrazo bien dado... es el amor hecho cuerpo, hecho firmeza y suavidad, calor y manos. Y cuando uno puede estrechar a alguien en sus brazos, afirmarlo, hacer del cuerpo hueco y refugio... hacerse guardián del dolor o del cariño del otro, porque sólo en el abrazo se pueden soltar algunos sentimientos. El dolor, la alegría, el amor grande piden el abrazo como espacio de libertad.
El abrazo del reencuentro; del perdón; el de la amistad; el de la pasión; el del llanto y el triunfo... todos nos recuerdan que de un abrazo nacimos y hacia otro abrazo vamos...
Nosotros tenemos la alegría de nuestras alegrías, y también tenemos la alegría de nuestros dolores porque no nos interesa la vida indolora que la civilización del consumo vende en los supermercados, y estamos orgullosos del precio de tanto dolor que por tanto amor pagamos. Tenemos la alegría de nuestros errores, tropezones que prueban la pasión de andar y el amor al camino ; y tenemos la alegría de nuestras derrota, porque la lucha por la justicia y por la belleza vale la pena también cuando se pierde. Y sobre todo, sobre todo tenemos la alegría de nuestras esperanzas : en plena moda del desencanto, cuando el desencanto se ha convertido en artículo de consumo masivo y universal, seguimos creyendo en los asombrosos poderes del abrazo humano.
Eduardo Galeano
5 comentarios:
Si pudiera volver el tiempo atràs, ni loca aparto de mì mis dolores. Hasta me producen como una suerte de orgullo en mi interior. No es orgullo la palabra exacta, pero los abrazo igual.
Que lindo lo que escribiste, te hace pensar al leerlo, en todos aquellos abrazos recibidos y dados que al recordarlos todavia te roban ternura y de aquellos que aun no siendo dados podias sentirlos.
Me quede pensando en esto de...."de un abrazo nacimos y hacia otro abrazo vamos....",y junto con la imagen que pusiste...pensaba en los hijos ,en los ciclos de la vida y en el amar con libertad, como cuando uno ama y abraza a tu hijo chiquito te queda la tranquilidad de cuantos otros brazos lo van a seguir amando en la vida.
Gracias eduardo.
Maris
Dejo para vos el abrazo que me diste muchas veces con tus palabras.
Mi bonito tu blog. Me emociono al leer lo que escribís.
Muy lindo. Todo acto de entrega de amor es un sacramento. Ya que como sabemos, Dios es amor y por lo tanto entregar amor es sagrado.
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