jueves, noviembre 30, 2006

Apostar a la esperanza

Para algunos seguramente será simplemente una pérdida de tiempo. ¿Quién puede animarse a poner sus fichas en la esperanza?

Algunos se animarán:

quien intuya la vida germinando entre las ruinas,
quien encuentre una puerta más para golpear,
quien grite confiando en ser escuchado,
quien desee el encuentro con cada fibra de su cuerpo
quien descubra que su corazón vive más en otro que en sí mismo,
quien no se conforme con menos que con todo,
quien todavía se deje guiar por el horizonte,

y sobre todo, quien tenga viva dentro de sí la experiencia del amor. Sólo puede esperar quien guarda dentro suyo la caricia, la memoria de que la vida se abre paso a pesar de todo y puede salirnos al encuentro en cualquier momento. Quien lleva dentro de sí la semilla sagrada de la esperanza.




martes, noviembre 28, 2006

Camino de humanidad

Hace un tiempo leí algo que me encantó. Garrido, un franciscano muy interesante que escribe sobre espiritualidad (tipo altamente recomendable) y para nada improvisado, decía que lo propio de la gracia de lo sobrenatural, era hacer de lo humano algo más humano todavía.

O sea que cualquier camino espiritual lleva necesariamente a una experiencia profunda de la propia humanidad y su transfiguración. No hay experiencia espiritual que pueda puentearse nuestra frágil, hermosa y compleja humanidad. Ni tampoco que tenga como fruto la creación de barreras entre nosotros y los demás.

Los cristianos de oriente decían que el fruto final de este camino del Espíritu era una "ternura ontológica", una sensación de amor y ternura hacia los mismos demonios. En el budismo, la compasión es uno de los frutos de la iluminación... parece que acá también estamos tocando patrimonio universal de la experiencia religiosa.

Para mí, el icono que plasma esto plenamente es el corazón abierto del hombre espiritual por excelencia, Jesús. Boff lo dijo muy bien: "Tan humano, sólo Dios". Sólo él se animó a ser tan compasivo, tan ignorante de fronteras y límites. Ese Jesús que llora, come, duerme, se enoja, reza y puede curar porque todo su cuerpo y corazón está expuesto, abierto al amor que se le sale por los poros y por eso sana a todos los que se animan a entrar en contacto con él... aunque eso también a uno le rompa el corazón.

sábado, noviembre 25, 2006

Porque lo prometido es deuda...

... voy a intentar aportar algo más (tarde, ya lo sé, pero bueno...) al debate que se armó con el post sobre entrar en conflicto con Dios. Disculpen si algo no resulta claro pero como esto es sólo una etapa más en el diálogo, lo hago más para

Jack preguntó "¿Es tu Dios un Dios vulnerable?". Mi respuesta es ¡claro que sí! Dios es un dios que arriesga, abre el espacio a la vulnerabilidad por el mismo hecho de crear. Pensémoslo desde una perspectiva vincular: en el mismo momento en que cualquiera abre su espacio vital a otro/s se vuelve más vulnerable. En el caso de Dios la creación y la puesta en marcha sostenida del universo ya hay allí una kénosis, un "vaciarse de Dios" en favor de otros.

Acá el tema excede lo limitado de mi capacidad de exposición (al menos con tan poco tiempo para escribir). Pero a ver si sale algo más o menos coherente: este arriesgarse de Dios se concreta en la creación, que es de por sí finita, limitada, contingente. Esta finitud implica necesariamente una imperfección. Esta limitación o finitud más "metafísica" es la que abre la puerta a los males concretos: acá se habló del hambre en África o de otros males, pero ¿qué pasa con el sinsentido del Tsunami, con lo absurdo de una enfermedad congénita, con la muerte repentina...? Allí el mal se hace más presente aún en su disonancia.
Sin embargo, el mal no parece ser (salvo en casos de patología profunda) obstáculo para que la vida se abra paso. O para que el hombre elija derivar hacia la nada. Más bien se rebela contra ella constantemente. Pareciera que aún en medio de todo es más fuerte la opción por el sentido que por el no-sentido.

Hasta aquí no hablamos todavía de Dios, sino más bien de la justificación del mundo (como dice un autor a quien estoy intentando seguir - en realidad diciendo mal lo que él explica bien -, es una cosmodicea y no una teodicea). Desde esta pregunta por el sentido del mundo, podríamos preguntarnos si alguien o algo valida esta existencia que parece seguir queriendo avanzar, aún en medio del dolor, la injusticia, el absurdo y el mal.
Si Dios se decide a crear, no puede evitar, decíamos, la presencia del mal, pues la finitud y la contingencia son interiores a lo creado. Pero si a pesar de todo, hay creación (y no lo digo sólo por la puesta en marcha, sino por el sostenimiento de lo creado, por la fuerza misteriosa que mantiene, a pesar de todo, el funcionamiento del universo), quizás quiera decir que para Dios vale la pena. Que esa pulsión de vida que late en todo viene de esa apuesta de Dios.

Hasta aquí podría llegar a dar un planteo desde la razón, sin entrar en cuestiones de fe. Desde una visión judeo-cristiana, nosotros creemos que frente al mal, Dios se compromete, sufre con el pueblo pero para desde allí llevarnos a la libertad. Creemos en el Dios que baja a Egipto para sufrir con Israel pero desde allí llevarlo a la libertad; en ese Dios que se hace carne humana, sudor, sufrimiento y gozo, para compartir nuestro dolor, nuestro sinsentido y aún nuestra experiencia de vacío de Dios, pero que también es, justamente desde allí, resurrección, llagas transfiguradas, vida que nace de la muerte.

Y desde una experiencia personal... los que más entienden esto son los pobres. En las villas y los barrios he encontrado a la gente que confía en el paso de Dios por sus vidas aún en medio de la experiencia del mal. No por alienación ni por falsa paz, porque el desgarro en el que muchos viven no creo que lo permitiera... sino por esa intuición, verdadera y profunda, de que Dios está con ellos, que Dios está en medio de ellos, llevándolos a la vida. Da para seguir pensando y charlando, pero me gustaría pensar que si bien no todo el mundo simpatizará con este pensamiento, al menos lo hallará razonable, con sentido.

viernes, noviembre 24, 2006

Oración de la noche


Después de la ordenación, he recuperado con mucha fuerza el gusto por la oración de completas, la oración antes del descanso nocturno de la liturgia de las horas. Es un rato corto para poner la jornada en manos de Dios... quizás porque el día está más cargado ahora con las preocupaciones y los dolores de tanta gente... quizás porque lo necesito más yo. No lo sé.

Pero a la noche cuando ya estoy metido en la cama, y sé que el teléfono no va a sonar, ni se escucha más nada salvo el ruido ocasional del algún auto, me hace mucho bien sentir que Dios está cuidando de mí, de tantos otros que me encontré a lo largo del día... Y después de terminar las completas, como es costumbre, una antífona a la Virgen. Ella sigue en vela y oración.

Nota: La foto muestra el altarcito de mi cuarto, lugar de silencio y encuentro cotidiano.

viernes, noviembre 03, 2006

Reflexión post-ordenación



La verdad es que no sé bien todavía qué decir... todo es demasiado grande, demasiado enorme como para explicarlo bien. Sí puedo decir esto: me siento profundamente feliz y agradecido. Sorprendido también, ¿y por qué no habría de estarlo? Esto supera a cualquiera. Por lo menos a mí.

Simplemente puedo agradecer, y pedirle a Dios que nunca deje de hacerlo. Que realmente pueda, como nos hemos propuesto con mis compañeros, vivir en la acción de gracias