domingo, abril 22, 2012

Apuntes sueltos sobre el Evangelio de este domingo (3° de Pascua, Ciclo B)

Quizás una clave posible para recorrer el evangelio de este domingo sea a partir de la última frase de Jesús: “Ustedes son testigos de todo esto” 

El testimonio es una de las maneras de Lucas de hablar de la misión. Hablar de una experiencia personal, profunda de encuentro con Jesús. 

Jesús se presenta mostrando la continuidad entre su presencia de resucitado y su vida pre-pascual: "Soy yo en persona". El mismo que han conocido y amado por los caminos de Galilea. Este que tiene en sí mismo las heridas transfiguradas. No es un fantasma, es un resucitado. 

A partir de la invitación de Jesús a dar testimonio, podemos pensar algunas ideas. Jesús resucitado invita a los discípulos a salir de su situación presente, y eso nos puede ayudar a reflexionar sobre la nuestra: 

  • Salir del encierro: quizás lo primero sea contemplar la situación de encierro. Es notable el contraste entre la cerrazón de los discípulos y la capacidad de Jesús de llegar a ellos. Él ya no está atado por los límites del miedo. Su presencia es una invitación a superar el repliegue frente al mundo característico de muchos cristianos hoy 
  • Encontrar el sentido a las cosas: Jesús abre la inteligencia de los discípulos y muestra que hay un plan “Era necesario…”. El testimonio que damos no es el de una fe a prueba de balas que resiste todo argumento. Es la experiencia (sufrida muchas veces) de un sentido encontrado tanteando a través de luchas y crisis, que por eso mismo es profundo, verdadero. Da capacidad de entender la propia vida y también la ajena. Somos testigos de un plan, de una historia con un hilo. No vamos hacia la nada. 
  • Recuperar la alegría y animarse a encarar la vida con todo: Parece demasiado bueno para ser cierto. Y sin embargo la alegría brota cuando uno experimenta este sentido y esta apertura. Hay un gozo que brota y que puede convivir con el dolor y el sufrimiento. Una alegría que brota de la esperanza, de la certeza que todo va a terminar bien y mientras tanto, Alguien nos acompaña. 

Quizás el camino empiece conversando de estas cosas como lo hacen los discípulos de Emaús con la asustada comunidad de Jerusalén. Gergolet dice que Jesús resucitado se manifiesta en ese contexto, el de una conversación sobre el encuentro con Él. Tal vez tengamos que animarnos a compartir más claramente nuestra experiencia de Jesús, con menos pudor y miedo. Empezar a ser testigos “en casa” para mostrar, con la vida primero y las palabras después, nuestro testimonio a todos aquellos que se encuentran con nosotros. 

domingo, abril 15, 2012

Heridas que curan otras heridas (sobre el segundo domingo de Pascua)

Tengo que reconocer que hasta hace poco solía prejuzgar fácilmente al pobre Tomás, protagonista del Evangelio de este domingo. No cree a sus hermanos de comunidad, pide pruebas... pero con la ayuda del tiempo y de algunas lecturas, creo entenderlo un poco más.

¿Cómo creer en el anuncio del encuentro con el Resucitado a aquellos que, como él, habían abandonado a Jesús? Este Tomás que había dicho decididamente "vayamos también nosotros a morir con él" frente al miedo de los otros de enfrentar Jerusalén. El mismo que luego estaría bastante confundido cuando en la última cena preguntó "Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino?". Y que se habría sumido en la bronca y confusión al encontrarse con el fracaso del maestro, el abandono de los discípulos... y con su propia fragilidad. Lleno de desilusiones y desconfianza. No sé si a mí me hubiera salido alegremente confiar en el anuncio de la resurrección. Y menos por parte de aquellos que hace apenas dos días lo habían negado. 

Unos días después vuelve a irrumpir Jesús y se da la invitación a vivir un encuentro de heridas. Las llagas invisibles de Tomás se curan al tocar las transfiguradas de Jesús. "¡Señor mío y Dios mío!". Pocas confesiones de fe como esta en la Biblia. Y sin embargo, la bienaventuranza de hoy no es para Tomás. Es para aquellos que creen sin ver. 

Creo que el proceso de Tomás es similar al nuestro. Nuestra vida se construye en la confianza, en la certeza de muchísimas cosas que no vemos pero que dan sustento y forma a nuestro existir cotidiano. A pesar de la racionalidad que parece regir nuestra vida actual, lo cierto es que es la confianza, la fe en la firmeza de ciertas intuiciones la que nos mantiene vivos. Por eso cuando nuestra confianza se ve herida, es muy difícil caminar. Cuando estamos lastimados, cuando nos sentimos desilusionados, ¿dónde encontramos el impulso para volver a volver a abrir el corazón?

Tal vez la respuesta esté en el encuentro. Tomás puede volver a creer cuando se encuentra con Jesús, herido y viviente, tan humano - ¡más humano! - que nunca. Y sin embargo, transformado. Sus llagas ya no duelen. Están atravesadas por una vida nueva. Y conocer una vida, un amor más fuerte que sus dudas disipa las sombras que no le permiten entregarse a la fe. 

Hace poco hablaba con una chica que me contaba de sus dudas, sus celos, y como un nuevo noviazgo la estaba llevando por otro camino. La relación era escuela de confianza. Me decía: "Mi profe (por su novio) me está enseñando a confiar". Heridas de confianza, sólo con amor confiado se curan. 

Sólo el encuentro con un amor más grande que nuestras dudas, inseguridades y complejos puede llevar adelante esa larga pero necesaria tarea de sanación. La que nos permite encarar nuestra vida con un ánimo distinto. Ese amor que es el único digno de fe. 

Jesús es el maestro de esta confianza que transforma nuestra manera de vivir. Nos invita a entrar en ella, a vivir de esa certeza de amor. Lo aprendemos paso a paso, a través de las crisis y dolores de la vida, de las desilusiones y las pruebas que tantas veces nos sacuden, pero, si las vivimos con amor, nos permiten ser hombres y mujeres de fe.

Pero obviamente no podemos vivir siempre estos encuentros críticos y fundantes. El resto de la vida está llamado a construirse en este creer sin ver,  que es la confianza sencilla, el impulso del corazón que nos permite entregarnos sin tener la necesidad de tener todo claro ni resuelto. La fe que avanza un poco a tientas pero con una luz en el corazón, esa que a veces nos hace seguir aunque no sepamos cómo.

La eucaristía es un lugar donde podemos encontrar una fuente fundamental para esta certeza. Acá Jesús resucitado también se pone en medio nuestro y nos dice "¡La paz esté con ustedes!". Y nos regala su Espíritu, su don de perdón... y el regalo de salir a compartir con los demás lo que hemos recibido.