sábado, enero 28, 2006

Apuntes sobre poesía

Cada día estoy más convencido de la necesidad de poesía en nuestras vidas. ¿Por qué, si es necesaria, es lamentablemente, tan poco escuchada, tan poco leída? Porque es inútil, y cuanto más noble algo es, también más inútil a los ojos del mundo, menos “productivo”, menos “eficiente”. Pero no por eso menos necesario ni urgente. Y hoy la poesía es urgente.

El poeta es servidor de la palabra, mediador entre ella y los hombres. Cuando su obra es auténtica, cuando brota del corazón, logra hacer que de lo profundo del misterio resuene una vez más la palabra escondida en cada cosa, la música callada que está esperando a que el poeta la acerque a nuestros oídos entorpecidos.

Por eso, casi cualquier cosa puede ser fuente para la poesía. Y cuando la escuchamos, cuando dejamos de intentar entenderla para permitir que nos acaricie, nos golpee, nos grite, nos llore, nos ría... entonces nuestra mirada se vuelve un poco más pura y más niña. Descubrimos el nombre de cada cosa, y lo decimos. Como hacía Adán, en el principio.

Más aún: la palabra poética nos conduce al misterio, nos lleva a lo que está más allá de las palabras. El poeta sabe que su palabra, por más certera que sea, siempre es superada. Siempre hay algo que se le escapa. Pero es ella la que lleva a ese límite, a la oportunidad de sumergirse en el silencio más allá de toda palabra.

Tal vez ese sea el motivo por el cual la poesía sea tan amiga del anhelo, del deseo: porque se da cuenta de su pobreza, de que está hecha para apuntar más allá de sí misma.

Dejo para el final este texto. Son los últimos versos de un poeta, W. H. Auden a otro poeta muerto, William Butler Yeats. Creo que en ellos se resume lo que podemos pedir a todos ellos:

In the deserts of the heart
Let the healing fountain start,
In the prison of his days
teach the free man how to praise.

En los desiertos del corazón
Deja brotar la fuente sanadora,
En la prisión de sus días
enseña al hombre libre como alabar.

Cuando de Chile me voy (si ya sé, es muy cliché)

Escribo estas líneas en el micro de regreso a Bs. As. después de unas largas vacaciones, mitad en Mendoza, mitad en Reñaca, Chile.

Además del regalo que es tomar un tiempo de vacaciones; del otro regalo que es poder conocer otro país... viene el agregado de pasar por una tierra que está en tiempo de cambios... un país en crecimiento.

De lo poco que pude conocer, me llevo la imagen de un pueblo gentil, el cantar de su tonada tan linda; los dolores de la historia, que todavía están ahí, sanándose. Me llevo la belleza de una tierra entre dos inmensidades: el mar y la montaña.

También me traje, con amargura, las críticas y los resentimientos que escuché de argentinos a chilenos y viceversa. Ojalá que, así como cada país de Latinoamérica tiene que ir haciendo su proceso de verdad y reconciliación, también lo podamos hacer entre chilenos y argentinos.


Vuelvo también con una de las cosas más hermosas que se pueden traer de un viaje: un sueño cumplido. Visité la casa de Neruda en Isla Negra, una casa de poeta, que, estoy convencido, termina por convertirlo a uno mismo en poeta si se queda el tiempo suficiente.

Todo viaje es un cruce de fronteras, un itinerario al corazón del otro desde el propio terruño. Es la oportunidad de agrandar horizontes, descubrir riquezas propias y ajenas, y quizás también captar con más nitidez ciertos defectos que uno tiene pero que la cercanía no permite percibir. Creo que este viaje ha tenido mucho de eso para mí. Desde acá le agradezco mucho a Dios por Chile y los chilenos.

viernes, enero 13, 2006

De acá a un tiempo toda la movida new age parece ir girando de un interés por una espiritualidad por momentos más difusa y sin identificación concreta a una renovado interés por las tradiciones místicas de las grandes religiones (Madonna especialmente ha puesto a la Cábala en primera línea) . En mis numerosas recorridas por librerías, encuentro que en los sectores dedicados a la "autoayuda y espiritualidad" ahora aparecen junto a obras de autores ignotos y doctrinas llamativas y extrañas, muchos (¡realmente muchos!) libros de la M. Teresa, Juan Pablo II y otros autores cristianos, que si bien uno a veces encontraba (con un poco de suerte y paciencia conseguí hace unos años "Camino de Sencillez" de la M. Teresa en una librería laica). Los textos de los espirituales del Islam también aparecen ahora en mayor cantidad.

Como todo fenómeno, tiene sus rasgos ambiguos. Empezando por los negativos, me parece que aún en este renovado interés por las tradiciones espirituales del cristianismo, el judaísmo y el Islam encontramos las mismas limitaciones que en otros fenómenos de la New Age.

El primero que me llama la atención es un falso universalismo, que tiene, me parece, detrás, un cierto espíritu marketinero. Paso a explicarme más. Se presenta muchas veces estas tradiciones espirituales pero con una falta de identidad o una dilución de sus rasgos para hacerla accesible para todos sin cambiar nada en la propia vida. En la página del Kabbalah Center (el mismo al que asisten Madonna y los notorios de turno) aparece esto con una claridad meridiana: no hace falta dejar de ser cristiano ni musulmán para interesarse en la cábala. Esto, que tiene su matiz de verdad, sin embargo aquí pareciera apuntar a otro objetivo: llegar a más gente, "venderse" más. Y no pelearse con nadie.

Otro elemento inquietante es el uso del vocabulario: me llamó la atención como las palabras "poder", "fuerza", etc. son las que ocupan más lugar. Se trata de liberar el poder interior, la fuerza latente. "Amor", "encuentro", "ascesis", "entrega"... (¡Dios!) aparecen poco o nada. Es decir que el objetivo parece pasar primero por un fuerte ejercicio de autoafirmación, y no tanto por un deseo de encuentro con el otro, con el amado.

Elementos negativos aparte, creo que esto habla de una nostalgia profunda de Dios, o al menos de absoluto, de una experiencia integradora. Como todo deseo, tiene sus ambigüedades y su necesidad de purificación, pero no por eso es menos auténtico.

Además, hay una necesidad de hacer experiencia, de que lo anhelado se plasme de un modo u otro en la vida, que deje huellas. El problema quizás es que no aparece la dimensión ascética de la mística. Por decirlo de algún modo, queremos Domingo de Pascua sin Viernes Santo.

Pero este deseo, este anhelo de una experiencia no es poca cosa. Me parece que nos puede abrir a redescubrir que la experiencia espiritual, el viaje místico no es para algunos pocos elegidos con experiencias extraordinarias (y, por otro lado, cualquiera que haya leído a los que en general se denomina "místicos" sabrá que dicho itinerario no pasa por eso). Es para todos. Creo que tenemos que animarnos a decir que deseamos a Dios, que ese anhelo está en nosotros, que hay en nuestro corazón un abismo que llama a otro abismo para ser colmado... Y, como Iglesia, animarnos a proponer, para los que buscan y para los que ya hemos sido encontrados, los "canales adecuados para promover el auténtico encuentro con Dios" (Navega Mar Adentro 29).

jueves, enero 12, 2006

Sobre la Eucaristía

Uno de los aspectos más hermosos que trae consigo participar en la Eucaristía es que revela nuestro ser más profundo. En efecto, cada misa puede ser una epifanía, una oportunidad para que se nos revele el anhelo que late en nuestro corazón y que tiñe toda nuestra persona: la comunión.

¿No es sorprendente que con tan poco, vivamos tanto? ¿Que la luz de la Trinidad transfigure ese encuentro y lo haga un símbolo de su unidad? Es verdad que siempre lo vivimos en la fragilidad de nuestra condición, pero eso no es obstáculo para que la Eucaristía deje de ser un impulso constante hacia una comunión cada vez más plena. Los relatos de la Cena en el Evangelio son el lugar donde esa fragilidad de los discípulos se manifiesta en competencia... y en traición de Judas. Pero Jesús va más allá del pecado y la mezquindad. Responde con más amor.



Creo que aquí está el secreto. Que el banquete de la comunión tiene, como si fuera la otra cara de la moneda, el misterio de la entrega amorosa de un hombre increíblemente solo, abandonado. El amor de Jesús, el amor del Padre, el amor del Espíritu (¡la comunión misma!) vencen esa soledad y la mesa de Dios vuelve a estar abierta para el hombre.

Cada vez que nos reunimos en torno al Altar para celebrar esta fiesta, hacemos memorial de esa entrega de Jesús. Y su amor nos recuerda quiénes somos realmente, para qué hemos sido creados. El amor de Jesús es comunión; recibirlo nos hace descubrir nuestro verdadero rostro y trabajar cada vez más ardientemente para que sus facciones sean cada vez más claras y visibles, en nuestra vida y nuestra Iglesia.


lunes, enero 09, 2006

Un post bizarro

Recientemente leí un artículo en Clarín sobre el arte bizarro, y lo "bizarro" como una categoría que hoy se desarrolla en distintas disciplinas.

El artículo es interesante, aunque, la verdad, me quedé sobre todo con la cuestión sobre la etimología de la palabra "bizarro" (y sí, sucumbí al "nerd interior"... no tan interior). Sabemos que bizarro, en buen español, significa valiente, audaz, etc. Pero aquí la acepción es otra: se entiende que dicha palabra significa lo excéntrico, extraño, absurdo y/o grotesco. Paso a transcribir el párrafo donde el artículo propone dicha etimología:

Pero, ¿qué es y qué no es bizarro? La palabra ha sido materia de discusión apasionada desde el siglo XVII, cuando el vascómano Baltasar de Echaue aseguró que procedía del vasco "vicarra": "hombre de barba o pelo en pecho".

Sin embargo, la acepción que los fanáticos de lo raro, lo extravagante, lo fenomenal hoy le adjudican, casi seguramente proviene del italiano spirito bizarro, usado por primera vez por Dante, quien en el Infierno describe al espíritu furioso (bizarro) dándose a sí mismo dentelladas (extraña forma de suicidio ante la que esas almas en pena canibalizadas de la posmodernidad, que piden ser engullidas por otros, de seguro se prosternarían).

Yo propongo otra posibilidad para explicar el uso actual de la palabra, sujeta, desde ya, a todo tipo de críticas, revisiones, etc. de cualquier persona que tenga mayor conocimiento que yo sobre estos temas (es decir, todo el mundo).

En inglés, bizarre (que según los diccionarios que consulté viene del francés bizarre, que a su vez viene del español bizarro, con nuestra conocida acepción de valiente, que a su vez viene del italiano bizzarro, que significa iracundo, que a su vez... ) significa "extravagante, llamativamente no-convencional, de apariencia absurda, etc."
Entonces, estaríamos ante el caso de una palabra de origen latino, pero que al llegar al inglés (¿o al francés?) tomó un sentido radicalmente distinto y ahora vuelve a ser utilizada en el español pero con esa acepción.

En fin, si alguien sabe más sobre el tema y quiere iluminarme... se agradece. Mientras, agrego un ejemplo práctico de humor bizarro. Encontré una página de chistes sobre conejos suicidas. Posteo aquí el que (por deformación profesional) me pareció especialmente divertido:





jueves, enero 05, 2006

Dos muertes que gritan

En estos últimos dos días murieron dos chicos mendocinos (mi familia vive en Mendoza). Los dos chicos de 25-26 años. Los dos de familias de alto nivel económico y muy buen nivel cultural. Los dos murieron en accidentes automovilísticos. Los dos estaban ebrios cuando chocaron.

La muerte de los dos es una tragedia. ¿Quién puede negar que estas muertes son terribles, absurdas, carentes de todo sentido? ¿Cómo no sentir la bronca y la sensación de injusticia que produce siempre la muerte de alguien joven?

Pero no puedo evitar pensar que si nos quedamos sólo en la tristeza y el dolor no haremos que la muerte de estos chicos dé frutos, si no para ellos, al menos para los demás.

El aumento del consumo de alcohol y el descenso simultáneo de la edad de consumo no son simples comentarios de señoras escandalizadas: son datos de la realidad. Transcribo unos párrafos de una charla dada por Domingo Favaloro para la Subsecretaría de Atención a las Adicciones de la Provincia de Bs. As.:

El aumento del alcoholismo esta condicionado, fundamentalmente, por un tipo de bebida, la cer-veza.
En este aspecto, en la década del 80 el consumo de cerveza era de 8 litros por habitante por año (260 millones de anuales); en los 90 paso a 22 litros, por habitante y por año (más de 700 millones de litros al año), y ahora es de 34 litros, es decir que tenemos más de 1200 millones de litros de cerveza consumidos por año.


A esto debe agregársele el descenso en la edad de consumo. En el ´90 una estadística del hospital revelaba que el 6% de los pacientes alcohólicos habían empezado a tomar antes de los 10 años de edad. Y otra estadística, nos mostraba que el 30% de los alumnos secundarios de La Plata consumía alcohol sobrepasando los limites naturales los fines de semana. Si analizamos el consumo por sexo en los ´80 existía una relación de 10 hombres por una mujer, mientras que en el ´90 hay una relación de 5.6 a 1 y ahora eso viene en descenso, ya que tenemos 4 hombres por mujer.

El problema es que hoy el consumo de alcohol es un factor de identificación muy fuerte entre los jóvenes y socialmente cada vez más aceptado. Aún si algunos chicos no toman, no ven como algo especialmente negativo que sus amigos lo hagan. Y, obviamente, como muchos de los que consumen están en plena adolescencia, las llamadas de atención de los padres no parecen surtir demasiado efecto.
Desde la publicidad hay un constante bombardeo del alcohol como instrumento de socialización y como "factor de alegría incondicional", por así decirlo. Me acuerdo de una serie de propagandas que mostraban fiestas o reuniones aburridas que cambiaban drásticamente cuando todos empezaban a tomar la bebida promocionada.

Lamentablemente los jóvenes no perciben que lo que para ellos es un "trampolín para la libertad" en realidad los hace parte de una enorme maquinaria de consumo que se beneficia a costa de ellos. Sólo en situaciones trágicas como las de estos dos chicos podemos percibir con claridad las consecuencias que trae el consumo de alcohol como está vivido en la actualidad.

Tenemos que escuchar lo que estas muertes nos dicen. No podemos pensar que son simples accidentes ni consecuencias indeseables de una situación puntual.

Para los padres, será una invitación a encontrar espacio para el diálogo, la contención y los límites. Sin confundir autoridad con autoritarismo, pero sin dejar de lado la responsabilidad que nos toca.

Para los jóvenes, creo que el desafío será preguntarnos sobre dónde estamos cimentando nuestra identidad. Si necesitamos tomar (y tomar tanto) para ser libres, espontáneos, integrados... ¿no estaremos construyendo sobre arena?

Para la Iglesia, tendremos que seguir buscando espacios que ayuden a encontrarnos. Y animarnos a decir las cosas sin miedo. Me parece que a veces hemos denunciado demasiado las costumbres juveniles sin mirar más allá y descubrir las estructuras que favorecen dichas conductas.

Ojalá que estas historias, y las de otras tantas víctimas del alcohol, no se queden mudas, sino que sigan hablando a nuestro corazón y a nuestra mirada sobre la realidad. Cada vez más fuerte.

P. D. : Remito a los interesados a que busquen material (tanto de datos como orientaciones en la página de la Subsecretaría para la Atención a las Adicciones de la Provincia de Buenos Aires)

Vivir del "darse cuenta"

Estos días de vacaciones me tienen a la vez ocupado en terminar un trabajo (¡el último trabajo práctico!) sobre la visión del hombre en el budismo Zen.

Sin entrar ahora en detalles sobre las peculiaridades del Zen (si a alguien le interesa, cuando termine el trabajo se lo mando por mail), hay algo que me resultó especialmente interesante y que me ayudó a profundizar en mi espiritualidad cristiana, o mejor, a encontrarle "la vuelta práctica" a algunas cuestiones que había estudiado cuando cursé "Gracia".

En el Budismo Zen, lo mismo que en otras corrientes del Mahayana, se entiende que todas las criaturas son Budas (todas están iluminadas). Pero el problema es que no se dan cuenta. Es necesario hacer un camino, pero ese camino es para descubrir que "todo ya está ahí". El Zenbudista realiza un arduo camino de meditación y ascesis para descubrir lo que ya es. Alcanza satori (la iluminación) y se da cuenta, como dice la chacarera, que "estaba donde nací/ lo que buscaba por ahí". Es decir que si bien hay un duro esfuerzo que pasa sobre todo por el zazen, la meditación (los maestros zen hablarán inclusive de "morir en el cojín", un verdadero entregarse a sí mismo en la meditación), es para ponerse en contacto con algo que ya está dado de antemano.

Esto que dicho así puede sonar un poco salido de Star Wars, tiene ciertos puntos de convergencia con algunas escuelas místicas del cristianismo. En concreto, creo que tiene varios elementos de relación con el hesicasmo, la escuela espiritual del oriente cristiano que desarrolló la oración de Jesús (la repetición letánica del nombre de Jesús como camino contemplativo), pero también con la mística teresiana y sanjuanista, y con algunos elementos de la mística inglesa medieval (como la del autor de La nube del no-saber).

En el hesicasmo se habla de que el hombre ha recibido a Dios en sí mismo por el bautismo. Ahora bien, por el pecado, entre esa fuente siempre viva y presente, esa inhabitación de la Trinidad en el corazón no puede percibirse claramente. Entre el contacto con Dios y nosotros están presentes nuestras pasiones desordenadas y los pensamientos (logion) que no nos permiten entrar en contacto total con Cristo. Hace falta emprender un camino contemplativo a través de una guarda del corazón constante y, especialmente, de la repetición del nombre de Jesús (que se realiza en una determinada postura, prestando especial atención a la respiración y los latidos del corazón). Pero una vez más, este sendero nos lleva a encontrar algo que ya está allí. No estamos "conquistando" a Dios, estamos sobre todo desbrozando la maleza para que lo que ya tenemos dado pueda desplegarse plenamente.

Las coincidencias son notorias, no sólo por lo mencionado arriba sino también porque tanto el zenbudismo como el hesicasmo dan una importancia fundamental al cuerpo en la meditación (algo que muchas veces ha permanecido olvidado si no en los fundamentos del cristianismo, en muchas de sus aplicaciones espirituales y pastorales). Tanto en el zen como en el hesicasmo no es simplemente ocuparse de que el cuerpo no moleste para la meditación, sino que el cuerpo medite. Podríamos decir casi que es un camino "del cuerpo a la mente". De hecho, en ambos la mente entendida como razón discursiva no ocupa lugar, no por desprecio sino por superación. No se intenta anularla. Simplemente no se le presta atención durante la meditación, porque se percibe que lo buscado está más allá de la razón y las pasiones. De hecho, éstas se ven iluminadas después por el camino de meditación, son también deificadas.

Ahora, más allá de todos los tecnicismos, lo que me resulte fascinante es que tanto si uno entra por el sendero del hesicasmo, como si incorpora ciertos elementos del zen en su vida espiritual (de postura, respiración o meditación), creo que nos ayuda a descubrir una enorme riqueza.

A través de este camino nos damos cuenta que el amor está cerca, tanto más cerca de lo que podríamos imaginar... Si nos diéramos cuenta, dejaríamos de buscar las cisternas agrietadas que no pueden saciar nuestra sed. Dios vive en nosotros... ¡Dios vive en nosotros! ¿Por qué nos empeñamos y herimos intentando colmarnos con otros anhelos, con otros deseos que están desprovistos de su raíz fundamental? ¿Por qué lastimamos a los otros pidiéndoles algo que sólo Dios puede dar?

La oración de Jesús me ha ayudado a descubrir que dentro de nosotros hay un ofrecimiento permanente, alguien que está constantemente golpeando a nuestra puerta.

Entonces, si aceptamos, si abrimos la puerta (¡y hasta ese abrir la puerta es gracia!), todo se transfigura. No desaparecen las heridas, no cesan los problemas, no se acaba el dolor. Pero uno se siente centrado, cimentado sobre una presencia. Hay un eje de luz que arroja una nueva perspectiva sobre nuestra realidad y la transforma progresivamente. Es cuestión de ir, de a pasos pequeños, de a suspiros pequeños, abriendo todo nuestro ser al nombre de Dios. Para darnos cuenta que siempre estuvo y está allí. Esperándonos.