viernes, agosto 14, 2009

Dejarse amar (V)

En un momento me habían pedido una serie de posts sobre este tema y ayer por la mañana me levanté recordando una clase de Revelación donde la profesora nos habló del amor de la Trinidad. Subrayaba cómo todavía hoy no sacamos todas las consecuencias (para la vida) de creer en un Dios que es Padre, pero también es Hijo. El Hijo que vive en actitud de recepción, como bien dirá Von Balthasar. Él es quien hace que recibir amor también sea divino.

Es verdad que hay modos de buscar recibir amor enfermizos y hasta pecaminosos (¡algo que también se da en muchas maneras de querer dar amor!). Pero no es menos cierto que nuestro ser creaturas nos pone antes en actitud de recibir. Cuando reconocemos esta mendicidad del corazón podemos abrirnos más plenamente al don, y es este recibir más abiertamente el que nos convierte a sus vez en fuente para los demás. Como el Hijo, que todo lo recibe del Padre en el Espíritu y en ese mismo Espíritu no se guarda nada, sino que se entrega a los demás.

miércoles, agosto 05, 2009

Una vez leí que la muerte sella la identidad de la persona. Revela de un modo más claro y contundente lo que esa persona es. En Jesús esto es clarísimo. Su muerte es parte de su persona. Y lo sigue siendo: el Resucitado no deja de ser el crucificado. Es el Cordero de pie y "como degollado". Es el que tiene las heridas aún resucitado.

Hoy celebré las exequias de un hombre muy bueno. La casa estaba llena de familiares y amigos. Todos intercambiaban anécdotas de su nobleza, del amor que tenía a su esposa, hijos y nietos. En su último paso al Padre, el misterio de esta persona brillaba con una luz nueva, firme y definitiva. No pude
evitar pensar que aquí también se cumplía el misterio del grano de trigo muerto que da vida, sobre todo mientras este hombre bajaba a descansar a la tierra. En la familia, su entrega seguía vivo y dando abundante fruto, del mejor: el escondido en el amor cotidiano.

Algo de Bernárdez

Estoy pensando que alguna vez le daré a alguien para que haga su acción de gracias post-confesión este soneto de Bernárdez... piénsenlo como si Jesús se los dijera.

Aquel entendimiento que callaba
tiene toda la voz que no tenía,
y aquella voluntad que estaba fría
tiene todo el calor que le faltaba.

Aquel entendimiento que ignoraba
tiene la ciencia de que carecía,
y aquella voluntad que no quería
tiene el deseo que necesitaba.

Porque para que el uno se levante
del sueño en que vivía sumergido
es suficiente con que yo te cante.

Porque para que aquella no se muera
de la muerte que hubiera padecido
es suficiente con que yo te quiera.