Una de mis hermanas está estudiando para sommelier. Me parece sensacional descubrir que el gustar de ciertas cosas, aún las más esenciales, como la comida y la bebida, pide una aprendizaje. Hace falta despertar del embotamiento en que a veces se encuentra sumida nuestra capacidad de gozar y disfrutar. Saborear las cosas pide entonces tiempo, paciencia y maestros.
Por eso pensaba... ¿y si largamos una escuela de sommeliers, pero para la vida? Pedirle a gente que nos ayude a captar los distintos matices, los tonos y colores, el cuerpo y el gusto de los acontecimientos cotidianos, que a veces sentimos insípidos pero sin embargo están esperando a que nuestros sentidos y nuestro corazón estén lo suficientemente aguzados como para realmente vivirlos a fondo.
Podríamos pensar en profesores que nos abran los ojos a las minucias que sólo el auténtico sommelier capta y aprecia. Otros nos ayudarían a que la degustación no sólo se haga bien, sino con estilo, con gracia (porque la vida es buena y verdadera, pero también bella)... y los últimos cursos serían para que nos enseñen a pasar los tragos amargos y fuertes, que son los más difíciles de pescarle el gusto... pero que también nos pueden dejar lo suyo.
Al fin y al cabo, "sabor" y "sabiduría" tienen la misma raíz, ¿no es cierto? Y para el creyente, se trata de "gustar y ver qué bueno es el Señor". La verdadera sabiduría es la del que tiene la experiencia que desde los sentidos llega al corazón y se retraduce en una capacidad de vivir bien, vivir a fondo...
¡Salud!
Por eso pensaba... ¿y si largamos una escuela de sommeliers, pero para la vida? Pedirle a gente que nos ayude a captar los distintos matices, los tonos y colores, el cuerpo y el gusto de los acontecimientos cotidianos, que a veces sentimos insípidos pero sin embargo están esperando a que nuestros sentidos y nuestro corazón estén lo suficientemente aguzados como para realmente vivirlos a fondo.
Podríamos pensar en profesores que nos abran los ojos a las minucias que sólo el auténtico sommelier capta y aprecia. Otros nos ayudarían a que la degustación no sólo se haga bien, sino con estilo, con gracia (porque la vida es buena y verdadera, pero también bella)... y los últimos cursos serían para que nos enseñen a pasar los tragos amargos y fuertes, que son los más difíciles de pescarle el gusto... pero que también nos pueden dejar lo suyo.
Al fin y al cabo, "sabor" y "sabiduría" tienen la misma raíz, ¿no es cierto? Y para el creyente, se trata de "gustar y ver qué bueno es el Señor". La verdadera sabiduría es la del que tiene la experiencia que desde los sentidos llega al corazón y se retraduce en una capacidad de vivir bien, vivir a fondo...
¡Salud!
4 comentarios:
¡Qué bien!
Creo que el mismo Juan Pablo II nos llamó a ser "sommeliers de la vida" (como tu dices) cuando dijo en la "Evangelium Vitae", punto 83:
Enviados al mundo como « pueblo para la vida » (...) urge ante todo cultivar, en nosotros y en los demás, una mirada contemplativa. [107]
[107] Cf. Carta enc. Centesimus annus (1 mayo 1991), 37: AAS 83 ( 1991 ), 840.
Yo no quiero ponerte nerviso, pero tu estás estudiando para ser Maestro de Sommeliers de Vida. Te tocará atender personalmente y engrandes grupos, servir y mandar. Pero sobre todo, te tocará ser tan feliz, que los demás te vean y pidan esa Felicidad para si.
No le pierdasla pista a tu hermana, a lo mejor se pueden enseñar mutuamente
Maestro de sommeliers...San Francisco de Asis.
Muy buena invitación, Eduardo.
Muy buena idea!!!
Shhhhhhhh, me llevo las fotos.
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