jueves, marzo 14, 2013

Una noche de bellas sorpresas

Uno de mis discos preferidos es "Silvio Rodríguez y Pablo Milanés en vivo en la Argentina". Entre canción y canción, cuando aparecen los invitados que hicieron de ese recital un evento inolvidable, se escucha, casi como un latiguillo, una frase que hoy fue más apta que nunca: "Esta es una noche de bellas sorpresas". Así fue también este inolvidable 13 de Marzo en Roma.

La primera sorpresa, con todo, no fue de las más lindas. La CNN nos pidió una mano a los sacerdotes argentinos para comentar en los distintos eventos de este tiempo de transición. Y Sebastián, uno de mis compañeros, me pidió si no podía ir hoy a cubrir la espera de la fumata a las oficinas que la cadena informativa había establecido a unas cuadras del Vaticano. Bastante a regañadientes, acepté. Sobre todo porque estaba convencido que no teníamos Papa hasta el jueves o viernes. Aun así iba en el tranvía con un tironeo interno importante.


Las primeras horas fueron largas, frías y tediosas. Esperando la primera fumata que nunca llegó. Con los dos periodistas, José Leví y Adriana Hauser, hacíamos tiempo (y trote en el lugar para no morirnos de frío) en la terraza del edificio, donde estaba armado el móvil.

Llegó la hora de la fumata y a las siete... no pasaba nada. Tensión. Si la cosa tarda, por algo será. ¿O no? Todo se movía en el terreno de la conjetura. De golpe, empieza a salir el humo. Dudosamente gris al principio... y en seguida, de un blanco contuntende. Lo primero que sentí era que me quería morir. ¡Viendo todo por tele a menos de 500 m de distancia! Pero los periodistas estaban muy entusiasmados. Por suerte los dos eran personas de fe. Así que ahí la cosa empezó a tomar otro color. La coordinadora del programa me mandó a la oficina a esperar para no morir de hipotermia en el proceso de grabación. Así que estaba ahí, viviendo un momento histórico... solo y delante del televisor. Pero la verdad es que ya me importaba menos.


Al rato, las luces de San Pietro se encendieron y sale Tauran, el Cardenal Protodiácono para anunciar "una gran alegría" al pueblo, que atesta la plaza. Tenemos Papa... "Jorge" y ahí y casi me muero... ¡Bergoglio, obispo vecino, Papa! Y en seguida, la espera por el nombre. El nombre de un Papa no es poca cosa. Tiene valor programático. Marca un sendero. Un estilo. Una opción.

Y cuando dice "Francisco", no Francisco I, sino sólo Francisco, se me derrite el corazón y se me llenan los ojos de lágrimas. Vamos a tener un Francisco. Por primera vez. Realmente, esta es una noche de bellas sorpresas.


El primer papa americano.

El primero latinoamericano

El primer papa Jesuita... que se pone el nombre del fundador de otra congregación.

El primer papa argentino.
Un papa que conozco, pienso. Al que escuché hablar, con el que concelebré en su Catedral, y aún le pude hacer una pregunta en una conferencia. Un papa que viaja en colectivo, conoce las villas...


Ya estoy arriba de nuevo en el estudio y pido que me pasen audio para escucharlo. Con el italiano, la roba un poco, como hacemos todos los argentinos que vivimos acá.Pero habla con cariño. Con desenfado porteño, y con sencillez de obispo, de pastor. Eso me gustó mucho. Habló de ser obispo de Roma. De ser recibido y de pedir la oración de los habitantes de la ciudad.
Nos hace rezar juntos. Y en un gesto que, para los que lo hemos visto, no sorprende, pero sí conmueve, pide la bendición antes de bendecir. Y nos despide sencillamente con un "buenas noches y buen descanso".

Todavía quedan algunas notas para dar, y me vuelvo a conmover cuando veo que los dos periodistas, al terminar la cobertura, se abrazan. Están muy emocionados. Hay algo de este acontecimiento que nos pertenece a todos. El teléfono empieza a hervir de mensajes. Rubén, un amigo mormón; Sabri, una hermana mayor en la fe; Mica, otra amiga que no es cristiana... todos escriben, llaman... hay algo de esta alegría que alcanza a cada uno. 

Llego acá al colegio y obviamente casi nadie puede dormir. Estamos llenos de entusiasmo. Yo me siento así. Entusiasmado. Y mejor aún, esperanzado. Siento que el futuro está realmente en manos de Dios. Que todavía el Jefe guarda algunos ases en la manga como para sorprendernos y espabilarnos. Para que no olvidemos que la Historia sigue siendo suya.

Parafraseando el eslogan político de otro porteño como nuestro nuevo Sumo Pontífice...

Va a estar bueno Roma.