miércoles, agosto 16, 2006

Requiem por una bicicleta

Me la regalaron hace tan poco... vino con la ordenación diaconal, sencilla y luminosa, con la simplicidad que necesitaba. El nombre vino rápido: "La Sufrida". Pobre bici, tenía que cargar con mis (en ese momento, ya bajé diez kg) 93 sin queja y sin resuello. Sin mucho uso, la dieta me hizo sacarla a tiempo y destiempo, y nos estábamos llevando bien.


El preludio del fin fue hace una semana. El pedal se cayó mientras subía el túnel de las cuatro barreras. La llevé a arreglar, seguro de la sonrisa del dueño de la bicicletería. ¿Cómo imaginar que diez días después se repetiría el episodio? Sin bicicleterías y con el tiempo justo, la dejé encadenada confiando en volver a la brevedad. La vorágine de la pastoral hizo que ese momento se demorara hasta un par de días. Entonces me topé con la aplastante realidad, o mejor, me topé con la nada, el vacío de bicicleta, y de candado. Tuve que salir a caminar un rato para sacerme la bronca.

¡Oh experiencia, linterna que iluminas hacia atrás, qué magro es tu consuelo! Ahora sólo me queda esperar, ahorrar, y ser más prudente la próxima vez.

2 comentarios:

Juan Ignacio dijo...

Tampoco están más esas cuatro barreras...

¿Dos días la dejaste encadenada en la calle?

Ulschmidt dijo...

Ah, ese afecto por las cosas que forman parte de nuestro andar cotidiano !