domingo, abril 24, 2011

Vayan a Galilea

“Vayan a Galilea”, dijo Jesús resucitado en el Evangelio de la Vigilia. Ir a Galilea, donde todo empezó. Los discípulos tienen que entender que el Señor Resucitado es el maestro humilde y pacífico que los llamó junto al lago y los invitó a ser pescadores de hombres. No es otro. Entonces ellos podrán darse cuenta que todo lo vivido a lo largo de ese camino tenía un sentido. ¡No era una locura! El que los convoca ahora es el mismo Jesús, ese que pasó haciendo el bien y curando, que anduvo entre pecadores y enfermos… ¡El mismo Jesús! El camino recorrido, las palabras, los gestos, tienen valor, valen la pena. La luz de la Pascua da una mirada nueva sobre la historia transitada. 

Pascua quiere decir que el mal no tiene la última palabra. Que se puede seguir amando en medio de la muerte y el mal. Que podemos animarnos a vivir de una manera diferente porque Jesús, que pasó haciendo el bien, está vivo. Este es el sentido de Galilea. Nos podemos animar a hacer una opción por el Evangelio porque la Pascua nos asegura que el amor entregado nunca es amor perdido. Y que lo cotidiano, aún en sus costados más opacos y arduos se puede convertir en fuente de luz.

miércoles, abril 20, 2011

A veces una patinada pequeña nos viene bien para evitar un tropezón más dañino. Si bien esos pequeños pifies a veces nos hacen daño y nos desaniman pueden ser el puntal para crecer en humildad y, sobre todo, para volver a darnos cuenta que seguimos en camino.
Enviado desde el Camino

viernes, abril 08, 2011

Encontrar la propia voz

Aprender a ser lo que Dios sueña para nosotros, ser plenamente nosotros mismos es un proceso arduo, continuo y lleno de incertidumbres y retrocesos. Se trata de encontrar la propia voz, esa que sólo podemos encontrar a fuerza de animarnos a desafinar infinidad de veces. Sin embargo, sólo de esa manera se consolida nuestro estilo personal. Si no nos arriesgamos a ser repetidores o peor aún, podemos terminar convirtiéndonos en silentes resentidos.

El camino para encontrar nuestra verdadera voz reside en gran parte en vivir "en estado de discernimiento". Saber cribar aquello que en realidad no nos pertenece y que muchas veces proviene de miedos, presiones, de nuestro falso yo controlador, ansioso y con pretensiones de omnipotencia. Para esto es necesario desarrollar una capacidad de atención a lo que nos pasa, una escucha sincera y confiada de nuestro corazón que se traduzca en canto, aún cuando a nosotros nos suene a balbuceos confusos. Tarde o temprano el tarareo incoherente se convierte en música. 

Una ayuda fundamental es encontrar con quienes compartir esa búsqueda. Los ensayos de otros alientan a continuar con los propios. Y si uno tiene suerte, se encuentra con un maestro, de esos que nos dan el espacio y la confianza necesarios para que nuestra voz empiece a resonar con más claridad. 

Para los creyentes, se trata de encontrar la voz de Dios en nosotros. Sólo él tiene el secreto de nuestra canción. Me hace bien saber que él guarda mi secreto. ¡Si sólo dependiera de mí, podría perderlo! Pero él me va ayudando a descubrirlo. Y sólo cuando puedo distinguir su voz me doy cuenta que en esa melodía está mi propio canto, tan mío y al mismo tiempo puro don, puro regalo. 

jueves, abril 07, 2011

Yendo hacia la luz

De la riquísima liturgia de la Palabra del último domingo (¡hay veces en que es difícil encontrar una piedra de toque y otras, como esta, donde uno no sabe qué elegir!), me quedó resonando una frase maravillosa de Efesios: "Todo lo que se pone de manifiesto es luz".

Cada vez que algo se expone, se airea, se hace luz. La oscuridad de tantas cosas que tapamos no viene de ellas mismas, sino del manto de miedo que ponemos sobre ellas, de tantos prejuicios y pudores falsos que nos impiden compartir y revelarnos ("quitar del velo") tal cual somos. No digo que haya que caer en ese exhibicionismo emocional en el que algunos parecen regodearse. Se trata simplemente de constatar una vez que más que lo que se comparte pierde su tiniebla y se convierte en brillo de vida no sólo para nosotros, sino también para los que nos rodean, porque la verdad nunca puede ser oscura, aunque a veces sea dolorosa. Siempre termina iluminando.