martes, diciembre 12, 2006

Al servicio del fuego

Recuerdo que cuando estaba en el secundario y estudiaba el zoroastrismo en Historia Antigua, me llamó la atención el hecho de que sus sacerdotes custodiaban el fuego sagrado en sus templos y no podían permitir que se apague. Me parecía una imagen sumamente atractiva y fascinante. Ser guardianes del fuego santo...
Después entré al seminario y, como se acostumbra, elegí una frase del Evangelio que me acompañara a lo largo del año inicial. Elegí una poco usual, del Evangelio de Lucas: "He venido a traer fuego sobre la tierra" (Lc 12, 49). Sentía en ese momento que Jesús quería que yo fuera ese fuego... ese fuego que es, en realidad, el del Espíritu... uno se pone a disposición para recibirlo, guardarlo y transmitirlo.
Recientemente, leyendo el libro de Anselm Grün sobre el orden sagrado, él retomaba esta imagen "sacerdotal-arquetípica" para entender el ministerio". Y una cita en el libro "Ser sacerdote hoy", de Gisbert Greshake, también la toma: dejo el texto porque creo que revela un poco lo que late en el corazón del que opta por este camino, especialmente al pensar en el hoy tan cuestionado celibato.


He sido puesto al servicio del Fuego.
El prender fuego es lo más importante de todo.
Prácticamente esto significa que debo mantener libres e indivisos mi tiempo, mi corazón y mi vida para la palabra reveladora y salvífica del Señor, a fin de que esta llegue hasta mí mismo, para que yo la viva personalmente,
la concrete, a fin de esclarecerla con mi presencia y así transmitirla...
que yo mantenga despierta la ardiente espera de una realidad que sobrepasa toda la felicidad que pueda experimentarse por lo de aquí abajo y provisional; con total disponibilidad para mis hermanos los hombres, a quienes yo tengo que acercar esa realidad, con los que yo debo compartirla. Yo no los conozco de antemano.
No sé hasta qué punto llega la red de relaciones del amor, esa red que yo he de tejer y lanzar; esa red que, desde luego, es ante todo o ha de ser mi comunidad,
pero que por su misma esencia no tiene limitaciones.

Heinrich Spaemann

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno este fragmento es propio para un cura (aunque Spaemann no lo sea, ¿o sí?).
Saludos.

Juan Ignacio
Aquí estamos.

(¿Porqué no me dejá firmar con mi cuenta de Blogger?)

Juan Ignacio dijo...

la frase, la foto y la idea, prendaron mi corazón y están grabadas en mi brazo. Me cautivó de un comentario del cantar que dice "el fuego del amor no se puede apagar porque es llama divina" groso, si me permite, escribiré algo de eso en mi blog. Abrazo.

Alejandro Murgia dijo...

Quería acotar que Gandalf, la figura sacerdotal por excelencia en El Señor de los Anillos, exclama en el momento extremo de su vida ¡Soy un servidor del Fuego Secreto!

Hermoso blog. Pienso visitarlo asiduamente.

Nora dijo...

Eduardo:
Espero ser un fueguito laico. Y en este mar de fueguitos vaya el poema de Galeano que tiene este título:

Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la
vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

-El mundo es eso - reveló - Un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.

No hay dos fuego iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y
fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se
entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas.

Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros
arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.

Espero te haya gustado. Yo lo adoro.
Bediciones!
Pasión

www.dioslaico.blogspot.com

Unknown dijo...

Padre Mangiarotti, me encanto esta pagina desde que la vi por primera vez. Sus homilias, poemas y comentarios reflejan como el nombre lo dice su servicio al fuego de ese amor tan grande que proviene de Cristo crucificado/resucitado. Reciba un cariñoso saludo de esta laica pasionista desde la ciudad de Viña del Mar, Chile.
Margarita