sábado, enero 28, 2006

Apuntes sobre poesía

Cada día estoy más convencido de la necesidad de poesía en nuestras vidas. ¿Por qué, si es necesaria, es lamentablemente, tan poco escuchada, tan poco leída? Porque es inútil, y cuanto más noble algo es, también más inútil a los ojos del mundo, menos “productivo”, menos “eficiente”. Pero no por eso menos necesario ni urgente. Y hoy la poesía es urgente.

El poeta es servidor de la palabra, mediador entre ella y los hombres. Cuando su obra es auténtica, cuando brota del corazón, logra hacer que de lo profundo del misterio resuene una vez más la palabra escondida en cada cosa, la música callada que está esperando a que el poeta la acerque a nuestros oídos entorpecidos.

Por eso, casi cualquier cosa puede ser fuente para la poesía. Y cuando la escuchamos, cuando dejamos de intentar entenderla para permitir que nos acaricie, nos golpee, nos grite, nos llore, nos ría... entonces nuestra mirada se vuelve un poco más pura y más niña. Descubrimos el nombre de cada cosa, y lo decimos. Como hacía Adán, en el principio.

Más aún: la palabra poética nos conduce al misterio, nos lleva a lo que está más allá de las palabras. El poeta sabe que su palabra, por más certera que sea, siempre es superada. Siempre hay algo que se le escapa. Pero es ella la que lleva a ese límite, a la oportunidad de sumergirse en el silencio más allá de toda palabra.

Tal vez ese sea el motivo por el cual la poesía sea tan amiga del anhelo, del deseo: porque se da cuenta de su pobreza, de que está hecha para apuntar más allá de sí misma.

Dejo para el final este texto. Son los últimos versos de un poeta, W. H. Auden a otro poeta muerto, William Butler Yeats. Creo que en ellos se resume lo que podemos pedir a todos ellos:

In the deserts of the heart
Let the healing fountain start,
In the prison of his days
teach the free man how to praise.

En los desiertos del corazón
Deja brotar la fuente sanadora,
En la prisión de sus días
enseña al hombre libre como alabar.

Cuando de Chile me voy (si ya sé, es muy cliché)

Escribo estas líneas en el micro de regreso a Bs. As. después de unas largas vacaciones, mitad en Mendoza, mitad en Reñaca, Chile.

Además del regalo que es tomar un tiempo de vacaciones; del otro regalo que es poder conocer otro país... viene el agregado de pasar por una tierra que está en tiempo de cambios... un país en crecimiento.

De lo poco que pude conocer, me llevo la imagen de un pueblo gentil, el cantar de su tonada tan linda; los dolores de la historia, que todavía están ahí, sanándose. Me llevo la belleza de una tierra entre dos inmensidades: el mar y la montaña.

También me traje, con amargura, las críticas y los resentimientos que escuché de argentinos a chilenos y viceversa. Ojalá que, así como cada país de Latinoamérica tiene que ir haciendo su proceso de verdad y reconciliación, también lo podamos hacer entre chilenos y argentinos.


Vuelvo también con una de las cosas más hermosas que se pueden traer de un viaje: un sueño cumplido. Visité la casa de Neruda en Isla Negra, una casa de poeta, que, estoy convencido, termina por convertirlo a uno mismo en poeta si se queda el tiempo suficiente.

Todo viaje es un cruce de fronteras, un itinerario al corazón del otro desde el propio terruño. Es la oportunidad de agrandar horizontes, descubrir riquezas propias y ajenas, y quizás también captar con más nitidez ciertos defectos que uno tiene pero que la cercanía no permite percibir. Creo que este viaje ha tenido mucho de eso para mí. Desde acá le agradezco mucho a Dios por Chile y los chilenos.

viernes, enero 13, 2006

De acá a un tiempo toda la movida new age parece ir girando de un interés por una espiritualidad por momentos más difusa y sin identificación concreta a una renovado interés por las tradiciones místicas de las grandes religiones (Madonna especialmente ha puesto a la Cábala en primera línea) . En mis numerosas recorridas por librerías, encuentro que en los sectores dedicados a la "autoayuda y espiritualidad" ahora aparecen junto a obras de autores ignotos y doctrinas llamativas y extrañas, muchos (¡realmente muchos!) libros de la M. Teresa, Juan Pablo II y otros autores cristianos, que si bien uno a veces encontraba (con un poco de suerte y paciencia conseguí hace unos años "Camino de Sencillez" de la M. Teresa en una librería laica). Los textos de los espirituales del Islam también aparecen ahora en mayor cantidad.

Como todo fenómeno, tiene sus rasgos ambiguos. Empezando por los negativos, me parece que aún en este renovado interés por las tradiciones espirituales del cristianismo, el judaísmo y el Islam encontramos las mismas limitaciones que en otros fenómenos de la New Age.

El primero que me llama la atención es un falso universalismo, que tiene, me parece, detrás, un cierto espíritu marketinero. Paso a explicarme más. Se presenta muchas veces estas tradiciones espirituales pero con una falta de identidad o una dilución de sus rasgos para hacerla accesible para todos sin cambiar nada en la propia vida. En la página del Kabbalah Center (el mismo al que asisten Madonna y los notorios de turno) aparece esto con una claridad meridiana: no hace falta dejar de ser cristiano ni musulmán para interesarse en la cábala. Esto, que tiene su matiz de verdad, sin embargo aquí pareciera apuntar a otro objetivo: llegar a más gente, "venderse" más. Y no pelearse con nadie.

Otro elemento inquietante es el uso del vocabulario: me llamó la atención como las palabras "poder", "fuerza", etc. son las que ocupan más lugar. Se trata de liberar el poder interior, la fuerza latente. "Amor", "encuentro", "ascesis", "entrega"... (¡Dios!) aparecen poco o nada. Es decir que el objetivo parece pasar primero por un fuerte ejercicio de autoafirmación, y no tanto por un deseo de encuentro con el otro, con el amado.

Elementos negativos aparte, creo que esto habla de una nostalgia profunda de Dios, o al menos de absoluto, de una experiencia integradora. Como todo deseo, tiene sus ambigüedades y su necesidad de purificación, pero no por eso es menos auténtico.

Además, hay una necesidad de hacer experiencia, de que lo anhelado se plasme de un modo u otro en la vida, que deje huellas. El problema quizás es que no aparece la dimensión ascética de la mística. Por decirlo de algún modo, queremos Domingo de Pascua sin Viernes Santo.

Pero este deseo, este anhelo de una experiencia no es poca cosa. Me parece que nos puede abrir a redescubrir que la experiencia espiritual, el viaje místico no es para algunos pocos elegidos con experiencias extraordinarias (y, por otro lado, cualquiera que haya leído a los que en general se denomina "místicos" sabrá que dicho itinerario no pasa por eso). Es para todos. Creo que tenemos que animarnos a decir que deseamos a Dios, que ese anhelo está en nosotros, que hay en nuestro corazón un abismo que llama a otro abismo para ser colmado... Y, como Iglesia, animarnos a proponer, para los que buscan y para los que ya hemos sido encontrados, los "canales adecuados para promover el auténtico encuentro con Dios" (Navega Mar Adentro 29).

jueves, enero 12, 2006

Sobre la Eucaristía

Uno de los aspectos más hermosos que trae consigo participar en la Eucaristía es que revela nuestro ser más profundo. En efecto, cada misa puede ser una epifanía, una oportunidad para que se nos revele el anhelo que late en nuestro corazón y que tiñe toda nuestra persona: la comunión.

¿No es sorprendente que con tan poco, vivamos tanto? ¿Que la luz de la Trinidad transfigure ese encuentro y lo haga un símbolo de su unidad? Es verdad que siempre lo vivimos en la fragilidad de nuestra condición, pero eso no es obstáculo para que la Eucaristía deje de ser un impulso constante hacia una comunión cada vez más plena. Los relatos de la Cena en el Evangelio son el lugar donde esa fragilidad de los discípulos se manifiesta en competencia... y en traición de Judas. Pero Jesús va más allá del pecado y la mezquindad. Responde con más amor.



Creo que aquí está el secreto. Que el banquete de la comunión tiene, como si fuera la otra cara de la moneda, el misterio de la entrega amorosa de un hombre increíblemente solo, abandonado. El amor de Jesús, el amor del Padre, el amor del Espíritu (¡la comunión misma!) vencen esa soledad y la mesa de Dios vuelve a estar abierta para el hombre.

Cada vez que nos reunimos en torno al Altar para celebrar esta fiesta, hacemos memorial de esa entrega de Jesús. Y su amor nos recuerda quiénes somos realmente, para qué hemos sido creados. El amor de Jesús es comunión; recibirlo nos hace descubrir nuestro verdadero rostro y trabajar cada vez más ardientemente para que sus facciones sean cada vez más claras y visibles, en nuestra vida y nuestra Iglesia.


lunes, enero 09, 2006

Un post bizarro

Recientemente leí un artículo en Clarín sobre el arte bizarro, y lo "bizarro" como una categoría que hoy se desarrolla en distintas disciplinas.

El artículo es interesante, aunque, la verdad, me quedé sobre todo con la cuestión sobre la etimología de la palabra "bizarro" (y sí, sucumbí al "nerd interior"... no tan interior). Sabemos que bizarro, en buen español, significa valiente, audaz, etc. Pero aquí la acepción es otra: se entiende que dicha palabra significa lo excéntrico, extraño, absurdo y/o grotesco. Paso a transcribir el párrafo donde el artículo propone dicha etimología:

Pero, ¿qué es y qué no es bizarro? La palabra ha sido materia de discusión apasionada desde el siglo XVII, cuando el vascómano Baltasar de Echaue aseguró que procedía del vasco "vicarra": "hombre de barba o pelo en pecho".

Sin embargo, la acepción que los fanáticos de lo raro, lo extravagante, lo fenomenal hoy le adjudican, casi seguramente proviene del italiano spirito bizarro, usado por primera vez por Dante, quien en el Infierno describe al espíritu furioso (bizarro) dándose a sí mismo dentelladas (extraña forma de suicidio ante la que esas almas en pena canibalizadas de la posmodernidad, que piden ser engullidas por otros, de seguro se prosternarían).

Yo propongo otra posibilidad para explicar el uso actual de la palabra, sujeta, desde ya, a todo tipo de críticas, revisiones, etc. de cualquier persona que tenga mayor conocimiento que yo sobre estos temas (es decir, todo el mundo).

En inglés, bizarre (que según los diccionarios que consulté viene del francés bizarre, que a su vez viene del español bizarro, con nuestra conocida acepción de valiente, que a su vez viene del italiano bizzarro, que significa iracundo, que a su vez... ) significa "extravagante, llamativamente no-convencional, de apariencia absurda, etc."
Entonces, estaríamos ante el caso de una palabra de origen latino, pero que al llegar al inglés (¿o al francés?) tomó un sentido radicalmente distinto y ahora vuelve a ser utilizada en el español pero con esa acepción.

En fin, si alguien sabe más sobre el tema y quiere iluminarme... se agradece. Mientras, agrego un ejemplo práctico de humor bizarro. Encontré una página de chistes sobre conejos suicidas. Posteo aquí el que (por deformación profesional) me pareció especialmente divertido:





jueves, enero 05, 2006

Dos muertes que gritan

En estos últimos dos días murieron dos chicos mendocinos (mi familia vive en Mendoza). Los dos chicos de 25-26 años. Los dos de familias de alto nivel económico y muy buen nivel cultural. Los dos murieron en accidentes automovilísticos. Los dos estaban ebrios cuando chocaron.

La muerte de los dos es una tragedia. ¿Quién puede negar que estas muertes son terribles, absurdas, carentes de todo sentido? ¿Cómo no sentir la bronca y la sensación de injusticia que produce siempre la muerte de alguien joven?

Pero no puedo evitar pensar que si nos quedamos sólo en la tristeza y el dolor no haremos que la muerte de estos chicos dé frutos, si no para ellos, al menos para los demás.

El aumento del consumo de alcohol y el descenso simultáneo de la edad de consumo no son simples comentarios de señoras escandalizadas: son datos de la realidad. Transcribo unos párrafos de una charla dada por Domingo Favaloro para la Subsecretaría de Atención a las Adicciones de la Provincia de Bs. As.:

El aumento del alcoholismo esta condicionado, fundamentalmente, por un tipo de bebida, la cer-veza.
En este aspecto, en la década del 80 el consumo de cerveza era de 8 litros por habitante por año (260 millones de anuales); en los 90 paso a 22 litros, por habitante y por año (más de 700 millones de litros al año), y ahora es de 34 litros, es decir que tenemos más de 1200 millones de litros de cerveza consumidos por año.


A esto debe agregársele el descenso en la edad de consumo. En el ´90 una estadística del hospital revelaba que el 6% de los pacientes alcohólicos habían empezado a tomar antes de los 10 años de edad. Y otra estadística, nos mostraba que el 30% de los alumnos secundarios de La Plata consumía alcohol sobrepasando los limites naturales los fines de semana. Si analizamos el consumo por sexo en los ´80 existía una relación de 10 hombres por una mujer, mientras que en el ´90 hay una relación de 5.6 a 1 y ahora eso viene en descenso, ya que tenemos 4 hombres por mujer.

El problema es que hoy el consumo de alcohol es un factor de identificación muy fuerte entre los jóvenes y socialmente cada vez más aceptado. Aún si algunos chicos no toman, no ven como algo especialmente negativo que sus amigos lo hagan. Y, obviamente, como muchos de los que consumen están en plena adolescencia, las llamadas de atención de los padres no parecen surtir demasiado efecto.
Desde la publicidad hay un constante bombardeo del alcohol como instrumento de socialización y como "factor de alegría incondicional", por así decirlo. Me acuerdo de una serie de propagandas que mostraban fiestas o reuniones aburridas que cambiaban drásticamente cuando todos empezaban a tomar la bebida promocionada.

Lamentablemente los jóvenes no perciben que lo que para ellos es un "trampolín para la libertad" en realidad los hace parte de una enorme maquinaria de consumo que se beneficia a costa de ellos. Sólo en situaciones trágicas como las de estos dos chicos podemos percibir con claridad las consecuencias que trae el consumo de alcohol como está vivido en la actualidad.

Tenemos que escuchar lo que estas muertes nos dicen. No podemos pensar que son simples accidentes ni consecuencias indeseables de una situación puntual.

Para los padres, será una invitación a encontrar espacio para el diálogo, la contención y los límites. Sin confundir autoridad con autoritarismo, pero sin dejar de lado la responsabilidad que nos toca.

Para los jóvenes, creo que el desafío será preguntarnos sobre dónde estamos cimentando nuestra identidad. Si necesitamos tomar (y tomar tanto) para ser libres, espontáneos, integrados... ¿no estaremos construyendo sobre arena?

Para la Iglesia, tendremos que seguir buscando espacios que ayuden a encontrarnos. Y animarnos a decir las cosas sin miedo. Me parece que a veces hemos denunciado demasiado las costumbres juveniles sin mirar más allá y descubrir las estructuras que favorecen dichas conductas.

Ojalá que estas historias, y las de otras tantas víctimas del alcohol, no se queden mudas, sino que sigan hablando a nuestro corazón y a nuestra mirada sobre la realidad. Cada vez más fuerte.

P. D. : Remito a los interesados a que busquen material (tanto de datos como orientaciones en la página de la Subsecretaría para la Atención a las Adicciones de la Provincia de Buenos Aires)

Vivir del "darse cuenta"

Estos días de vacaciones me tienen a la vez ocupado en terminar un trabajo (¡el último trabajo práctico!) sobre la visión del hombre en el budismo Zen.

Sin entrar ahora en detalles sobre las peculiaridades del Zen (si a alguien le interesa, cuando termine el trabajo se lo mando por mail), hay algo que me resultó especialmente interesante y que me ayudó a profundizar en mi espiritualidad cristiana, o mejor, a encontrarle "la vuelta práctica" a algunas cuestiones que había estudiado cuando cursé "Gracia".

En el Budismo Zen, lo mismo que en otras corrientes del Mahayana, se entiende que todas las criaturas son Budas (todas están iluminadas). Pero el problema es que no se dan cuenta. Es necesario hacer un camino, pero ese camino es para descubrir que "todo ya está ahí". El Zenbudista realiza un arduo camino de meditación y ascesis para descubrir lo que ya es. Alcanza satori (la iluminación) y se da cuenta, como dice la chacarera, que "estaba donde nací/ lo que buscaba por ahí". Es decir que si bien hay un duro esfuerzo que pasa sobre todo por el zazen, la meditación (los maestros zen hablarán inclusive de "morir en el cojín", un verdadero entregarse a sí mismo en la meditación), es para ponerse en contacto con algo que ya está dado de antemano.

Esto que dicho así puede sonar un poco salido de Star Wars, tiene ciertos puntos de convergencia con algunas escuelas místicas del cristianismo. En concreto, creo que tiene varios elementos de relación con el hesicasmo, la escuela espiritual del oriente cristiano que desarrolló la oración de Jesús (la repetición letánica del nombre de Jesús como camino contemplativo), pero también con la mística teresiana y sanjuanista, y con algunos elementos de la mística inglesa medieval (como la del autor de La nube del no-saber).

En el hesicasmo se habla de que el hombre ha recibido a Dios en sí mismo por el bautismo. Ahora bien, por el pecado, entre esa fuente siempre viva y presente, esa inhabitación de la Trinidad en el corazón no puede percibirse claramente. Entre el contacto con Dios y nosotros están presentes nuestras pasiones desordenadas y los pensamientos (logion) que no nos permiten entrar en contacto total con Cristo. Hace falta emprender un camino contemplativo a través de una guarda del corazón constante y, especialmente, de la repetición del nombre de Jesús (que se realiza en una determinada postura, prestando especial atención a la respiración y los latidos del corazón). Pero una vez más, este sendero nos lleva a encontrar algo que ya está allí. No estamos "conquistando" a Dios, estamos sobre todo desbrozando la maleza para que lo que ya tenemos dado pueda desplegarse plenamente.

Las coincidencias son notorias, no sólo por lo mencionado arriba sino también porque tanto el zenbudismo como el hesicasmo dan una importancia fundamental al cuerpo en la meditación (algo que muchas veces ha permanecido olvidado si no en los fundamentos del cristianismo, en muchas de sus aplicaciones espirituales y pastorales). Tanto en el zen como en el hesicasmo no es simplemente ocuparse de que el cuerpo no moleste para la meditación, sino que el cuerpo medite. Podríamos decir casi que es un camino "del cuerpo a la mente". De hecho, en ambos la mente entendida como razón discursiva no ocupa lugar, no por desprecio sino por superación. No se intenta anularla. Simplemente no se le presta atención durante la meditación, porque se percibe que lo buscado está más allá de la razón y las pasiones. De hecho, éstas se ven iluminadas después por el camino de meditación, son también deificadas.

Ahora, más allá de todos los tecnicismos, lo que me resulte fascinante es que tanto si uno entra por el sendero del hesicasmo, como si incorpora ciertos elementos del zen en su vida espiritual (de postura, respiración o meditación), creo que nos ayuda a descubrir una enorme riqueza.

A través de este camino nos damos cuenta que el amor está cerca, tanto más cerca de lo que podríamos imaginar... Si nos diéramos cuenta, dejaríamos de buscar las cisternas agrietadas que no pueden saciar nuestra sed. Dios vive en nosotros... ¡Dios vive en nosotros! ¿Por qué nos empeñamos y herimos intentando colmarnos con otros anhelos, con otros deseos que están desprovistos de su raíz fundamental? ¿Por qué lastimamos a los otros pidiéndoles algo que sólo Dios puede dar?

La oración de Jesús me ha ayudado a descubrir que dentro de nosotros hay un ofrecimiento permanente, alguien que está constantemente golpeando a nuestra puerta.

Entonces, si aceptamos, si abrimos la puerta (¡y hasta ese abrir la puerta es gracia!), todo se transfigura. No desaparecen las heridas, no cesan los problemas, no se acaba el dolor. Pero uno se siente centrado, cimentado sobre una presencia. Hay un eje de luz que arroja una nueva perspectiva sobre nuestra realidad y la transforma progresivamente. Es cuestión de ir, de a pasos pequeños, de a suspiros pequeños, abriendo todo nuestro ser al nombre de Dios. Para darnos cuenta que siempre estuvo y está allí. Esperándonos.

sábado, diciembre 31, 2005

Leyendo a Robert Frost

Después de varias búsquedas (todas igualmente infructuosas) por las librerías de San Isidro y alrededores, había abandonado la posibilidad de conseguir algún libro de poesía de Robert Frost. Gracias a Internet tuve la posibilidad de leer varios de sus poemas, lo cual no hizo más que aumentar mi obsesión por tener algún libro suyo entre mis manos.

Casi desesperanzado, acompañé a mi abuela a una librería especializada en textos en inglés y... ¡sí! Escondido entre grandes volúmenes estaba una pequeña selección de sus poemas. Si bien no traía muchos, esta edición venía con un aparato crítico interesante para entrar más profundamente en su lectura.

No sé de teoría literaria ni de la obra completa de Frost como para decir algo acertado o sintético sobre él. Sí puedo decir por qué me gusta tanto.

La poesía de Frost es sencilla, con rima, en general breve. Su mundo es rural, pero muy lejos de cualquier descripción idílica, describe de modo muy despojado el mundo campestre. Pero ese mundo le sirve como piedra de toque para reflexionar sobre la vida. Quizás por despojadas sus palabras tienen una fuerza elemental, un poder de hablar a alguna parte de nuestro corazón que no ha dejado de estar en contacto con la tierra y el agua, con la vida que brota de ellos.

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Into my own

ONE of my wishes is that those dark trees,
So old and firm they scarcely show the breeze,
Were not, as ’twere, the merest mask of gloom,
But stretched away unto the edge of doom.

I should not be withheld but that some day
Into their vastness I should steal away,
Fearless of ever finding open land,
Or highway where the slow wheel pours the sand.

I do not see why I should e’er turn back,
Or those should not set forth upon my track
To overtake me, who should miss me here
And long to know if still I held them dear.

They would not find me changed from him they knew—
Only more sure of all I thought was true.


Dificultades del proceso creativo

Algo que me alegra de este año es que he escrito mucho màs. Y creo que por eso, entre unas cuantas páginas pobres, también salieron algunas líneas al menos aceptables.

Animarme a escribir sin preocuparme tanto por el resultado final, o mejor, sin estar pensando tanto en la forma definida y perfecta que debe tomar una idea, me ha ayudado a producir más y mejor.

Alguna vez leí que los escritores son los más cerebrales de los artistas y por eso también los que más bloqueos sufren. Creo que a mí me pasa algo de eso: pienso tanto en la idea y el modo "perfecto" de plasmarlo que no le doy la oportunidad a que pase al papel hasta que pasa mucho tiempo. Y así muchos pensamientos, poemas, escritos, etc., van perdiendo su oportunidad y se van al tacho de los descartes sin pasar ni siquiera por el papel.

Pero cada vez percibo más que este momento de la escritura no es tan definitivo como pensaba; no estoy cincelando palabras inmortales en marfil. Apenas estoy bocetando un sentimiento o un recuerdo. Y cuando me suelto, cuando finalmente "muero" al deseo de plasmar ese texto "perfecto" pero que lamentablemente pocas veces ve la luz, puedo escribir. Entonces veo que dar el paso de escribir es más que la meta: introduce un nuevo círculo de interpretación. Cuando las palabras empiezan a aparecer en la hoja o en la computadora dicen cosas nuevas. Más aún: se dicen a sí mismas de un modo nuevo.

Es muy probable que así termine generando mucho material olvidable. Pero también abro la puerta a que los buenos escritos salgan a la luz. Cuanto más amplio el cauce de escritura, más amplia también la salida de buenos textos.

domingo, diciembre 11, 2005

La tentación

Y si miras al abismo, el abismo te devolverá la mirada. F. Nietzche



Es mentira que la tentación

es lo prohibido, la manzana

o la mujer de tu prójimo,

la violencia o la soberbia.

eso está hecho de tanta fragilidad...

La tentación, la de verdad,

el abismo

al que, si tenés suerte, te asomás poco

es esa voz

es una voz

que te llama del abismo

y te dice

que no hay luz

en vos

que no sos digno

la tentación de verdad es la desesperanza

cuando la oigas

no peleés

escapate

no mires el abismo

no te envalentones

decite frágil, cobarde, lo que quieras

pero escapate

domingo, octubre 30, 2005

Una parábola de la vida

Ciertas situaciones se vuelven para uno parábolas, relatos simbólicos mediante los cuales accedemos a una nueva comprensión de nosotros mismo, de los demás, de la vida o de Dios. Como si la vida comentara el Evangelio, en una especie de círculo de interpretación y profundización constante.

Creo que todos tenemos la experiencia de algún encuentro, algún acontecimiento que adquiere una densidad especial, como si el hecho mismo fuera el trampolín para zambullirse en aguas más profundas.

Esta historia es una de esas parábolas.

Hace dos años acompañaba a un grupo de chicos de Catequesis de Confirmación a una convivencia en Luján. Después de las actividades hicimos el obligatorio paso por la basílica y los infinitos puestos de regalos y recuerdos en torno a ella.

Yo caminaba tranquilo. Conmigo venían una catequista y una de las chicas asistentes a la convivencia, que nos contaba de su vida. Inmigrante, venía con una historia muy difícil desde su país de origen. Sin embargo, se la veía serena, con esa madurez precoz que tienen los chicos que han sufrido mucho.

Cuando llegamos a los puestos, ella frenó en uno donde vendían unas imágenes muy chiquitas de la Virgen. Quería comprar una para la mamá. "¿Cuánto cuestan?", preguntó. "Tres pesos", respondió la vendedora. "Ah", dijo un poco frustrada "¿y esas más chiquitas?" "Uno". Sacó su billetera, contó las monedas y, compró tres, quedándose sin nada en el bolsillo. Tomó las imágenes contentísima y nos dijo "Bueno, esta para mamá" y guardó una en el bolsillo "y estas para ustedes" y nos dio las otras dos a la catequista y a mí.

En seguida vino a mi mente el relato de la viuda del Evangelio, que puso sus dos moneditas en la ofrenda. Dio de su pobreza. Esta chica había compartido de lo poco que tenía para tener un gesto de afecto para con su catequista y conmigo. ¡Y me había conocido ese mismo día!

Guardo esa imagen como un sacramento, una invitación constante a la generosidad con lo que uno tiene y uno es, con la propia pobreza. Nuestras manos, nuestra capacidad de obrar, siempre es limitada en su alcance. Pero si vivimos esos gestos con amor, cobran una intensidad inesperada. Como el regalo de mi Virgencita.


viernes, octubre 28, 2005

Otros poemas

Como últimamente me encontré con bloggers que están muy enganchados con la poesía, mientras voy elaborando un nuevo "elogio" (se viene Miguel Hernández, o Juan Gelman... o alguien), quería poner tres: uno sobre el amor, otro sobre la vida y otro sobre la muerte. El primero es "Oración" de Jorge Olmos. Es una plegaria a la amada. En el fondo, toda experiencia de amor es una experiencia de misterio, puede ser un encuentro místico, un desborde que nos supera, al descubrir la íntima unión y a la vez la máxima diferencia con el otro. Y el lenguaje de la pasión toma prestado el ropaje de la plegaria. El otro es una "Elegía" de Miguel Hernández a su amigo muerto. El último, un poema sobre un nuevo hijo de Juan Gelman. ¡Que les aproveche!

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Oración

He aquí que vengo
en secreto pronuncio tu nombre.
De tu boca el zumo de la vida
agua dulce, miel en mis labios.
Anda, recita sin demora la oración
que arranque de la inmundicia nuestros cuerpos
los hunda en la luz del día
en la tela de la noche los recame.
Muéstrame la fe, la desnudez en el amor
dime cómo deshago este nudo cómo
desencajo el tiempo y te hurto.
Quiero pertenecer a tu misterio
y aún estoy aquí
pronunciando en secreto tu nombre.
Jorge Olmos

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Elegía

En Orihuela, su pueblo y el mío,
se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería.

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera;
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y en tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata le requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Miguel Hernández

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Tal vez el mundo cabe en la cocina
donde hablamos del hijo.
El futuro es un rostro, un dulce nombre,
una sangre en camino a este camino.

Amor se dice de un extraño modo:
cuna, pañal, la bata.
Estas cosas comunes.
Esas palabras blancas.

El amor ha crecido.
La primavera canta en mi pañuelo.

Juan Gelman

martes, octubre 25, 2005

Un poema de Robert Frost

Quería compartirlo...


The Road Not Taken


TWO roads diverged in a yellow wood,

And sorry I could not travel both

And be one traveler, long I stood

And looked down one as far as I could

To where it bent in the undergrowth;


Then took the other, as just as fair,

And having perhaps the better claim,

Because it was grassy and wanted wear;

Though as for that the passing there

Had worn them really about the same,


And both that morning equally lay

In leaves no step had trodden black.

Oh, I kept the first for another day!

Yet knowing how way leads on to way,

I doubted if I should ever come back.


I shall be telling this with a sigh

Somewhere ages and ages hence:

Two roads diverged in a wood, and I—

I took the one less traveled by,

And that has made all the difference.
Robert Frost (1874-1963), en Winter Interval

viernes, septiembre 09, 2005

Elogio de Neruda

Nueva sección, "Elogios". De a poquito voy a ir sacando algunas semblanzas de autores que admiro. Empiezo con el primer poeta que conocí...

Yo tomo la palabra y la recorro
como si fuera sólo forma humana,
me embelesan sus líneas y navego
en cada resonancia del idioma:
pronuncio y soy y sin hablar me acerca
al fin de las palabras al silencio.
La Palabra

Tenía 16 años cuando compré mi primer libro de poesía. Era una edición de "Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda, que incluía una antología poética de varios de sus libros.

Ese año habíamos empezado a leer poesía en nuestro curso de literatura. Entre los poemas estudiados estaba "Oda al niño de la liebre", que me hizo adquirir una percepción distinta de lo que era la poesía. Meses después, entraba tímidamente en una librería para comprar el libro, que fue mi puerta al mundo de Neruda y su vasta obra.

Creo que a Neruda le cabe perfecto esa de denominación de Teilhard de Chardin, la de "hijo de la tierra". Sus versos están enamorados de lo terreno, desde el amor, las mujeres y el sexo hasta lo más trivial y cotidiano, como la cebolla y las naranjas... o un chiquito que intenta vender su liebre muerta al costado de la ruta. Quiso cantar a todos y a todo. Recorrió América y su historia con su "Canto General", transitó por el poema de amor regalándonos joyas como el último de los "Veinte poemas de amor" y tantos otros.

Muchos le reprochan que ha escrito demasiado. Pero creo que él hubiera dicho que escribió poco, poquísimo. Que no le alcanzó la vida y la tinta - aunque le alcanzaba y le sobraba el corazón, como a todos los poetas, que tienen un corazón demasiado grande y unas manos tan humanamente pequeñas - para escribir todo lo que hubiera querido.

Murió en 1973, de amor y de tristeza por Chile.

Quizás ahora sea, más que nunca, el poeta que quiso ser: invisible, recibiendo la vida de la gente para hacerla canto, desparramada su alma inmensa por todo el mundo.

Dadme para mi vida
todas las vidas,
dadme todo el dolor
de todo el mundo,
yo voy a transformarlo
en esperanza.
Dadme
todas las alegrías,
aún las más secretas,
porque si así no fuera,
¿cómo van a saberse?
Yo tengo que cantarlas,
Dadme
la lucha
de cada día
porque ellas son mi canto,
y así andaremos juntos,
codo a codo,
todos los hombres,
mi canto los reúne:
el canto del hombre invisible
que canta con todos los hombres.


miércoles, agosto 31, 2005

Pensamientos sueltos

Volver al mismo surco,
pero hundiendo la reja del arado
cada vez más adentro.
Hasta la tierra viva
de donde brota el Reino
P. Casaldáliga
Buscar lo esencial, siempre. Procurar no perderlo de vista. Hacerlo carne.
Encontrar las palabras para decirlo: palabras sencillas, que sean un sacramento, un puente de corazón a corazón. Decirlas sin perder la valentía ni la lucidez. Al contrario: que descubrir lo esencial nos lleve cada vez más a enraizarnos en lo concreto.
Y una vez asentados allí, decir a Jesús, decir el hombre, decir la Iglesia. Decirle al pobre que Dios lo ama.

martes, agosto 30, 2005

Compasión

Vivimos en un mundo donde la gente sufre mucho. Aunque creo que lo más característico de nuestro tiempo no pasa tanto por esto (todos los tiempos han tenido heridas profundas), sino porque la gente parece estar más a la intemperie cuando pasa por experiencias dolorosas. El crecimiento de las comunicaciones no parece paliar la soledad. Las diferentes experiencias de diversión tampoco. Y menos aún la amplia gama de "estupidizantes" y adicciones que se le ofrece a todos hoy.
En este contexto, creo que una de las riquezas más grandes que el corazón humano hoy puede aportar es un renovado espíritu de compasión. Entendida en su sentido primordial y auténtico: sufrir con el otro, dejarse tocar por la miseria ajena en lo profundo del corazón. Implica aceptar el riesgo de perder nuestra preciada pero frágil estabilidad espiritual, para permitir que el otro entre con su mundo. Pero creo que el riesgo vale la pena.
Atreverse a ser compasivo implica abrirse para que una realidad nueva, rica y herida a la vez, ingrese en nuestro corazón y se vuelva parte de él. Pero si esto implica una "pérdida" - de serenidad, de "armonía"... de tiempo, ciertamente, para algunos - la "ganancia" es mucho mayor. Toda experiencia de compasión auténtica conlleva una revelación. Arroja nueva luz sobre el misterio de la vida, de las personas, de nosotros mismos y de Dios. Despierta en nosotros dones insospechados. Y, sobre todo, si es verdadera, se concreta en gestos sencillos pero sinceros. Alcanza al otro en su dolor. La compasión que no es efectiva no es verdadera compasión.
Cuentan que Santo Domingo guardaba a los sufrientes que encontraba en su caminar en "el más íntimo recinto de su compasión". Cada vez que permitimos que alguien ingrese a nuestra compasión, más grande, más receptiva y más activa se vuelve esta. Para todos, es la oportunidad de crecer en humanidad. Y, para el creyente, de ser, en la pequeñez de sus sentimientos y gestos, una reverberancia de la infinita compasión del corazón de Dios.

jueves, agosto 18, 2005

¡Gracias Hermano Roger!







Durante la oración vespertina de este último 16 de agosto, el hermano Roger, prior de la comunidad de Taizé, murió asesinado por una mujer mentalmente perturbada.

Roger Schutz fundó una comunidad de hermanos congregada por la palabra de Dios y un deseo ferviente de trabajar por la reconciliación en todas sus dimensiones. Taizé era y es un lugar de encuentro y acogida, donde miles de hombres y mujeres de todas las confesiones cristianas se encontraban; donde jóvenes de todo el mundo podían volcar sus inquietudes; donde cada uno podía beber del manantial de Dios para volver a su vida cotidiana, más reconciliado consigo mismo y comprometido con los demás.

¡Qué increíble que alguien que dedicó su vida a la reconciliación y la paz muera así, víctima del absurdo y la violencia! No podía evitar pensar en la muerte de Gandhi, de Martin Luther King y tantos otros.

Conocí Taizé y al hermano Roger a través de algunos escritos suyos que llegaron a la biblioteca del seminario. Fueron para mí una fuente en la que sigo abrevando. Roger me consoló con sus palabras y me encontré con que sus cartas y reflexiones "me decían", y decían muchas cosas para las que yo estaba buscando un canal de expresión.

Dejo este fragmento de su última carta, que, como todas, lo pinta de pies a cabeza:


Jesucristo ha venido a la tierra no para condenar a nadie, sino para abrir a los humanos caminos de comunión.

Después de dos mil años, Cristo permanece presente por el Espíritu Santo, y su misteriosa presencia se hace concreta en una comunión visible: ella reúne a mujeres, hombres, jóvenes, llamados a avanzar juntos sin separarse los unos de los otros.



Pero he aquí que, a lo largo de su historia, los cristianos han conocido múltiples sacudidas: surgieron separaciones entre aquellos que se referían, sin embargo, al mismo Dios de amor.
Hoy en día resulta urgente restablecer una comunión, no se puede dejar continuamente para más tarde, hasta el final de los tiempos. ¿Haremos todo lo posible para que los cristianos despierten al espíritu de comunión?


Existen cristianos que, sin tardar, viven ya en comunión los unos con los otros allí donde se encuentran, con toda humildad, con toda sencillez.
A través de su propia vida, quisieran hacer a Cristo presente para muchos otros. Saben que la Iglesia no existe para sí misma sino para el mundo, para depositar en él un fermento de paz.
«Comunión» es uno de los más hermosos nombres de la Iglesia: en ella, no puede haber severidades recíprocas, sino solamente limpidez, la bondad del corazón, la compasión… y llegan a abrirse las puertas de la santidad.



En el Evangelio, se nos ofrece descubrir esta realidad asombrosa: Dios no crea ni el miedo ni la inquietud, Dios no puede sino darnos su amor.


Por la presencia de su Espíritu Santo, Dios viene a transfigurar nuestros corazones.
Y en una oración muy sencilla, podemos presentir que nunca estamos solos: el Espíritu Santo sostiene en nosotros una comunión con Dios, no por un instante, sino hasta la vida que no termina.

miércoles, agosto 17, 2005

Animarse a entrar en conflicto

En este tiempo vengo reflexionando sobre la agresividad. Algo que me llama la atención es que si bien parece (enfatizo el "parece") que en algunos aspectos referidos a la sexualidad y el mundo de los sentimientos y afectos en general estamos un poco más libres, seguimos sin saber qué hacer con nuestra ira. Nos da culpa pelearnos, y pasamos fácilmente de la agresión reprimida a la agresión desatada. Estamos los que preferimos eludir el conflicto y tratar de frenar la bronca; están los que la descargan de modo indiscriminado sobre los demás. En ambas situaciones, nos lastimamos a nosotros mismos y perjudicamos a los demás.

Quizás tengamos que encarar la cuestión desde otro ángulo. El mejor modo de que la ira no nos domine no es reprimirla, ni tampoco liberarla indiscriminadamente. Sino darle un buen uso. Tal vez el primer paso sea darle una valoración más positiva. Nuestra agresividad no tiene que ver simplemente con el deseo de hacerle daño al otro. Hace a nuestra capacidad de acometer, de buscar lo arduo a pesar de las dificultades, de defendernos frente a los ataques. ¡Sin agresividad nos habríamos muerto hace rato! La cuestión está en ordenarla, saber encauzarla. Si nos dejamos controlar por ella, se diluye en fuegos de artificio que podrán asustar mucho pero no llegan a nada; si la reprimimos, la depresión y el resentimiento están a la vuelta de la esquina.

No puedo evitar sentir que estas palabras me quedan grandes. Entrar en conflicto y darle un buen uso a la bronca me cuesta tanto como a todo el mundo. Pero me animo a compartir algunas cosas que me han dicho y que he ido cosechando, no desde la meta, sino desde el camino.

1. Hay que perder la culpa que a veces nos suscita la bronca. Como decía un cura amigo: "los sentimientos no son buenos ni malos: son míos". Si empezamos por juzgar de un modo negativo la bronca, hacemos que ésta fermente en algo bastante más complejo. Aceptarla es el primer paso, sin culpas ni vueltas. El primer paso para vivir bien el conflicto es la verdad.

2. Desde ahí, encontrar el momento, el lugar y la persona con quién expresarla. Y no demorarlo demasiado. Yo he encontrado que ayuda y me ayuda no objetivar la situación ("estuviste mal") y decirlo desde la vivencia de uno ("me lastimó" o "me dolió esto que dijiste o hiciste").

3. Una vez que la bronca está afuera, se reubica y en general descubrimos que no era tan terrible como nos la imaginábamos. Obviamente cada uno se conoce: hay gente más y menos colérica.

En fin, son divagues, puntas de reflexión. Y tipo nada.

martes, agosto 09, 2005

Pedro y la tempestad



El Evangelio de este último domingo los presenta a los discípulos en una realidad de lo más desoladora. Lejos de la orilla, golpeados por las olas y atormentados por el viento, agotados por el esfuerzo de una larga noche remando, transitando la madrugada, cuando el frío y la oscuridad se hacen presentes con mayor intensidad.



Y sin embargo, Jesús viene caminando hacia ellos en medio de la tormenta. Es lógico que no puedan reconocerlo. ¿Puede Jesús salir a nuestro encuentro en las tempestades?

Pedro se anima a jugarse. Y se manda, animado por la voz de Jesús. Pero se empieza a hundir, y grita pidiendo ayuda. En seguida Jesús responde asiéndolo fuertemente de la mano, con un reproche que parece casi cariñoso.

Lo interesante es que Pedro empieza a hundirse no por falta de fuerza, sino por dejar de mirar a Jesús y empezar a ver la fuerza del temporal que amenaza con tragarlo. Por suerte el Maestro está ahí para sostenerlo y acompañarlo de vuelta a la barca, con los demás discípulos.

Es un lugar común pensar que los requisitos para el encuentro personal con Jesús son numerosos y exigentes. No pareciera que los momentos conflictivos o de crisis pueden ser un camino hacia Jesús, porque implican justamente no poder controlar los acontecimientos. Pero aquí el encuentro se da en un contexto de suma fragilidad: sin horizontes ni fuerzas, sin dominio de lo que sucede.

A veces, sin embargo, en medio de la tempestad reconocemos a lo lejos la figura de Jesús, y nos atrevemos a caminar sobre las aguas. Pero puede ocurrir que a mitad de camino nos concentremos más en las dificultades que en Jesús, y empecemos a ahogarnos como se ahogaron las semillas en medio de las espinas de la de parábola del sembrador. El desafío es animarnos a confiar y pedir ayuda. Para que la duda no sea motivo de ahogo, sino de crecimiento.

El relato termina con el reconocimiento de los discípulos de Jesús como Hijo de Dios. Si la tempestad sirve para encontrarnos con nuestra fragilidad, nos regala también una comprensión más profunda de Jesús, de su misterio y su presencia en nuestras vidas.

Ojalá podamos abrir la mirada y el oído para escucharlo por encima de los ruidos de la tormenta: "¡Confíen! Soy yo, dejen de temer".

¿Para qué sirven las despedidas?

Para recordar que estamos vivos y seguimos caminando.
Para descubrir que el dolor de la separación es también parte del afecto compartido.
Para hacer del encuentro recuerdo y acción de gracias.
Para agrandar el corazón a la medida del adiós.
Para habitar un poco en otras partes y otros recuerdos, que siguen más allá de nosotros.
Para ser habitados por los distantes, y llevar su presencia más allá de ellos mismos.
Para construir un nuevo hola, un nuevo abrazo, un sacramento cada vez más hondo
del reencuentro.