Estos días de vacaciones me tienen a la vez ocupado en terminar un trabajo (¡el último trabajo práctico!) sobre la visión del hombre en el budismo Zen.
Sin entrar ahora en detalles sobre las peculiaridades del Zen (si a alguien le interesa, cuando termine el trabajo se lo mando por mail), hay algo que me resultó especialmente interesante y que me ayudó a profundizar en mi espiritualidad cristiana, o mejor, a encontrarle "la vuelta práctica" a algunas cuestiones que había estudiado cuando cursé "Gracia".
En el Budismo Zen, lo mismo que en otras corrientes del Mahayana, se entiende que todas las criaturas son Budas (todas están iluminadas). Pero el problema es que no se dan cuenta. Es necesario hacer un camino, pero ese camino es para descubrir que "todo ya está ahí". El Zenbudista realiza un arduo camino de meditación y ascesis para descubrir lo que ya es. Alcanza satori (la iluminación) y se da cuenta, como dice la chacarera, que "estaba donde nací/ lo que buscaba por ahí". Es decir que si bien hay un duro esfuerzo que pasa sobre todo por el zazen, la meditación (los maestros zen hablarán inclusive de "morir en el cojín", un verdadero entregarse a sí mismo en la meditación), es para ponerse en contacto con algo que ya está dado de antemano.
Esto que dicho así puede sonar un poco salido de Star Wars, tiene ciertos puntos de convergencia con algunas escuelas místicas del cristianismo. En concreto, creo que tiene varios elementos de relación con el hesicasmo, la escuela espiritual del oriente cristiano que desarrolló la oración de Jesús (la repetición letánica del nombre de Jesús como camino contemplativo), pero también con la mística teresiana y sanjuanista, y con algunos elementos de la mística inglesa medieval (como la del autor de La nube del no-saber).
En el hesicasmo se habla de que el hombre ha recibido a Dios en sí mismo por el bautismo. Ahora bien, por el pecado, entre esa fuente siempre viva y presente, esa inhabitación de la Trinidad en el corazón no puede percibirse claramente. Entre el contacto con Dios y nosotros están presentes nuestras pasiones desordenadas y los pensamientos (logion) que no nos permiten entrar en contacto total con Cristo. Hace falta emprender un camino contemplativo a través de una guarda del corazón constante y, especialmente, de la repetición del nombre de Jesús (que se realiza en una determinada postura, prestando especial atención a la respiración y los latidos del corazón). Pero una vez más, este sendero nos lleva a encontrar algo que ya está allí. No estamos "conquistando" a Dios, estamos sobre todo desbrozando la maleza para que lo que ya tenemos dado pueda desplegarse plenamente.
Las coincidencias son notorias, no sólo por lo mencionado arriba sino también porque tanto el zenbudismo como el hesicasmo dan una importancia fundamental al cuerpo en la meditación (algo que muchas veces ha permanecido olvidado si no en los fundamentos del cristianismo, en muchas de sus aplicaciones espirituales y pastorales). Tanto en el zen como en el hesicasmo no es simplemente ocuparse de que el cuerpo no moleste para la meditación, sino que el cuerpo medite. Podríamos decir casi que es un camino "del cuerpo a la mente". De hecho, en ambos la mente entendida como razón discursiva no ocupa lugar, no por desprecio sino por superación. No se intenta anularla. Simplemente no se le presta atención durante la meditación, porque se percibe que lo buscado está más allá de la razón y las pasiones. De hecho, éstas se ven iluminadas después por el camino de meditación, son también deificadas.
Ahora, más allá de todos los tecnicismos, lo que me resulte fascinante es que tanto si uno entra por el sendero del hesicasmo, como si incorpora ciertos elementos del zen en su vida espiritual (de postura, respiración o meditación), creo que nos ayuda a descubrir una enorme riqueza.
A través de este camino nos damos cuenta que el amor está cerca, tanto más cerca de lo que podríamos imaginar... Si nos diéramos cuenta, dejaríamos de buscar las cisternas agrietadas que no pueden saciar nuestra sed. Dios vive en nosotros... ¡Dios vive en nosotros! ¿Por qué nos empeñamos y herimos intentando colmarnos con otros anhelos, con otros deseos que están desprovistos de su raíz fundamental? ¿Por qué lastimamos a los otros pidiéndoles algo que sólo Dios puede dar?
La oración de Jesús me ha ayudado a descubrir que dentro de nosotros hay un ofrecimiento permanente, alguien que está constantemente golpeando a nuestra puerta.
Entonces, si aceptamos, si abrimos la puerta (¡y hasta ese abrir la puerta es gracia!), todo se transfigura. No desaparecen las heridas, no cesan los problemas, no se acaba el dolor. Pero uno se siente centrado, cimentado sobre una presencia. Hay un eje de luz que arroja una nueva perspectiva sobre nuestra realidad y la transforma progresivamente. Es cuestión de ir, de a pasos pequeños, de a suspiros pequeños, abriendo todo nuestro ser al nombre de Dios. Para darnos cuenta que siempre estuvo y está allí. Esperándonos.
Sin entrar ahora en detalles sobre las peculiaridades del Zen (si a alguien le interesa, cuando termine el trabajo se lo mando por mail), hay algo que me resultó especialmente interesante y que me ayudó a profundizar en mi espiritualidad cristiana, o mejor, a encontrarle "la vuelta práctica" a algunas cuestiones que había estudiado cuando cursé "Gracia".
En el Budismo Zen, lo mismo que en otras corrientes del Mahayana, se entiende que todas las criaturas son Budas (todas están iluminadas). Pero el problema es que no se dan cuenta. Es necesario hacer un camino, pero ese camino es para descubrir que "todo ya está ahí". El Zenbudista realiza un arduo camino de meditación y ascesis para descubrir lo que ya es. Alcanza satori (la iluminación) y se da cuenta, como dice la chacarera, que "estaba donde nací/ lo que buscaba por ahí". Es decir que si bien hay un duro esfuerzo que pasa sobre todo por el zazen, la meditación (los maestros zen hablarán inclusive de "morir en el cojín", un verdadero entregarse a sí mismo en la meditación), es para ponerse en contacto con algo que ya está dado de antemano.
Esto que dicho así puede sonar un poco salido de Star Wars, tiene ciertos puntos de convergencia con algunas escuelas místicas del cristianismo. En concreto, creo que tiene varios elementos de relación con el hesicasmo, la escuela espiritual del oriente cristiano que desarrolló la oración de Jesús (la repetición letánica del nombre de Jesús como camino contemplativo), pero también con la mística teresiana y sanjuanista, y con algunos elementos de la mística inglesa medieval (como la del autor de La nube del no-saber).
En el hesicasmo se habla de que el hombre ha recibido a Dios en sí mismo por el bautismo. Ahora bien, por el pecado, entre esa fuente siempre viva y presente, esa inhabitación de la Trinidad en el corazón no puede percibirse claramente. Entre el contacto con Dios y nosotros están presentes nuestras pasiones desordenadas y los pensamientos (logion) que no nos permiten entrar en contacto total con Cristo. Hace falta emprender un camino contemplativo a través de una guarda del corazón constante y, especialmente, de la repetición del nombre de Jesús (que se realiza en una determinada postura, prestando especial atención a la respiración y los latidos del corazón). Pero una vez más, este sendero nos lleva a encontrar algo que ya está allí. No estamos "conquistando" a Dios, estamos sobre todo desbrozando la maleza para que lo que ya tenemos dado pueda desplegarse plenamente.
Las coincidencias son notorias, no sólo por lo mencionado arriba sino también porque tanto el zenbudismo como el hesicasmo dan una importancia fundamental al cuerpo en la meditación (algo que muchas veces ha permanecido olvidado si no en los fundamentos del cristianismo, en muchas de sus aplicaciones espirituales y pastorales). Tanto en el zen como en el hesicasmo no es simplemente ocuparse de que el cuerpo no moleste para la meditación, sino que el cuerpo medite. Podríamos decir casi que es un camino "del cuerpo a la mente". De hecho, en ambos la mente entendida como razón discursiva no ocupa lugar, no por desprecio sino por superación. No se intenta anularla. Simplemente no se le presta atención durante la meditación, porque se percibe que lo buscado está más allá de la razón y las pasiones. De hecho, éstas se ven iluminadas después por el camino de meditación, son también deificadas.
Ahora, más allá de todos los tecnicismos, lo que me resulte fascinante es que tanto si uno entra por el sendero del hesicasmo, como si incorpora ciertos elementos del zen en su vida espiritual (de postura, respiración o meditación), creo que nos ayuda a descubrir una enorme riqueza.
A través de este camino nos damos cuenta que el amor está cerca, tanto más cerca de lo que podríamos imaginar... Si nos diéramos cuenta, dejaríamos de buscar las cisternas agrietadas que no pueden saciar nuestra sed. Dios vive en nosotros... ¡Dios vive en nosotros! ¿Por qué nos empeñamos y herimos intentando colmarnos con otros anhelos, con otros deseos que están desprovistos de su raíz fundamental? ¿Por qué lastimamos a los otros pidiéndoles algo que sólo Dios puede dar?
La oración de Jesús me ha ayudado a descubrir que dentro de nosotros hay un ofrecimiento permanente, alguien que está constantemente golpeando a nuestra puerta.
Entonces, si aceptamos, si abrimos la puerta (¡y hasta ese abrir la puerta es gracia!), todo se transfigura. No desaparecen las heridas, no cesan los problemas, no se acaba el dolor. Pero uno se siente centrado, cimentado sobre una presencia. Hay un eje de luz que arroja una nueva perspectiva sobre nuestra realidad y la transforma progresivamente. Es cuestión de ir, de a pasos pequeños, de a suspiros pequeños, abriendo todo nuestro ser al nombre de Dios. Para darnos cuenta que siempre estuvo y está allí. Esperándonos.
4 comentarios:
Durante unos años tuve de director espiritual a un jesuita que era, además, maestro zen.
Doy fe que, como método de preparación y actitud previa a la oración cristiana, el zazen puede llegar a ser muy provechoso. Eso sí: no creo que sea para todos los estómagos. Creo que hay que haber mamado ciertas cosas antes.
Aceptaría gustoso que me envíes tu trabajo cuando lo termines. Es poco común que un seminarista se meta en estos senderos.
Un abrazo y que tengas paz.
Coincido plenamente en que esto no es para todos. O, si querés, que no es para todos en cualquier momento. Aunque algunas cosas básicas pueden ayudar a alguien que está empezando (de postura y respiración). Pero lo demás es más complejo, lo mismo que no le daría San Juan de la Cruz a alguien que está empezando un camino de oración (como me enteré que hacen algunos curas a veces... ¡le podés hacer tanto daño a una persona!). Te mando el trabajo con gusto apenas lo termine. Con una condición: ¡que reces en estos días para que lo pueda terminar! Después de toda esta tanda de exámenes que tuve (la última), hacer este trabajo se me está haciendo cuesta arriba (de septiembre hasta diciembre rendí en total 13 finales, algunos libres). ¿Quién era este jesuita del que hablás? Sé que el primer maestro cristiano fue el P. Enomiya-Lassalle, jesuita también. Quizás había aprendido con él.
El jesuita en cuestión era (es?) Guillermo Randle. hace una parva de años que no tengo noticias de él, aunque los rumores decían que andaba por Baires.
Para la anécdota: cuando me dirigía con él le comenté el tema a un par de religiosos amigos, y ellos comentaron: "¿Un jesuita? Vos sabés lo que quiere decir la S.J. del final? 'Siempre jodiendo'"
Bueno, no eran muy simpatizantes de los orientalismos apresurados. Yo tampoco, pero el tipo sabía lo que hacía.
Después, tengo algunas preguntas para hacerte, pero avisame cuando termines de rendir.
Éxitos con el trabajo.
Hasta donde yo sé, el P. Randle sigue activo, sobre todo escribiendo. Se ha dedicado mucho a lo que el llama una "fenomenología espiritual" o algo así, que era básicamente dedicarse a analizar procesos espirituales en la vida de distintos santos (tema apasionante y abarcado con la seriedad de alguien como él, además: "Claret: discernir en el desconcierto", "La lucha espiritual en Ignacio de Loyola" y otros). Muy buena la anécdota, me recuerda a la de las tres cosas que no sabe el Espíritu Santo: 1) Cuántas congregaciones de monjas existen en el mundo (¡siempre aparece una nueva!) 2) Cuánta plata tienen los salesianos en el banco y 3) Qué piensa un jesuita. Siempre me resulto muy divertida porque tiempo después de escucharla fui a hacer una experiencia pastoral en Chaco y conocí a los jesuitas de allí. Almorzando con ellos me di cuenta de que un viejito sabio era muy afable pero totalmente impenetrable. Te dabas cuenta de que estaba pasando una procesión por dentro pero imposible adivinar qué.
Las preguntas hacemelas ahora, si querés. Ya rendí todo, lo único que me queda es este trabajo pero lo estoy haciendo muy tranquilo. Tengo un montón de investigación encima, ahora viene la parte quizás menos ardua pero sí más tediosa que es ir poniéndola por escrito. Además, estoy técnicamente de vacaciones visitando a mis viejos en Mendoza. Así que tengo todo el tiempo del mundo. Un gusto este intercambio cibernético, entre paréntesis.
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