En este tiempo vengo reflexionando sobre la agresividad. Algo que me llama la atención es que si bien parece (enfatizo el "parece") que en algunos aspectos referidos a la sexualidad y el mundo de los sentimientos y afectos en general estamos un poco más libres, seguimos sin saber qué hacer con nuestra ira. Nos da culpa pelearnos, y pasamos fácilmente de la agresión reprimida a la agresión desatada. Estamos los que preferimos eludir el conflicto y tratar de frenar la bronca; están los que la descargan de modo indiscriminado sobre los demás. En ambas situaciones, nos lastimamos a nosotros mismos y perjudicamos a los demás.
Quizás tengamos que encarar la cuestión desde otro ángulo. El mejor modo de que la ira no nos domine no es reprimirla, ni tampoco liberarla indiscriminadamente. Sino darle un buen uso. Tal vez el primer paso sea darle una valoración más positiva. Nuestra agresividad no tiene que ver simplemente con el deseo de hacerle daño al otro. Hace a nuestra capacidad de acometer, de buscar lo arduo a pesar de las dificultades, de defendernos frente a los ataques. ¡Sin agresividad nos habríamos muerto hace rato! La cuestión está en ordenarla, saber encauzarla. Si nos dejamos controlar por ella, se diluye en fuegos de artificio que podrán asustar mucho pero no llegan a nada; si la reprimimos, la depresión y el resentimiento están a la vuelta de la esquina.
No puedo evitar sentir que estas palabras me quedan grandes. Entrar en conflicto y darle un buen uso a la bronca me cuesta tanto como a todo el mundo. Pero me animo a compartir algunas cosas que me han dicho y que he ido cosechando, no desde la meta, sino desde el camino.
1. Hay que perder la culpa que a veces nos suscita la bronca. Como decía un cura amigo: "los sentimientos no son buenos ni malos: son míos". Si empezamos por juzgar de un modo negativo la bronca, hacemos que ésta fermente en algo bastante más complejo. Aceptarla es el primer paso, sin culpas ni vueltas. El primer paso para vivir bien el conflicto es la verdad.
2. Desde ahí, encontrar el momento, el lugar y la persona con quién expresarla. Y no demorarlo demasiado. Yo he encontrado que ayuda y me ayuda no objetivar la situación ("estuviste mal") y decirlo desde la vivencia de uno ("me lastimó" o "me dolió esto que dijiste o hiciste").
3. Una vez que la bronca está afuera, se reubica y en general descubrimos que no era tan terrible como nos la imaginábamos. Obviamente cada uno se conoce: hay gente más y menos colérica.
En fin, son divagues, puntas de reflexión. Y tipo nada.
1 comentario:
Bueno, hay un refrán que se labraba en las espadas de Toledo, y en la medida de lo posible trato de imaginarme que lo tengo grabado en la lengua: "Ni me saques sin motivo, ni me envaines sin honor"
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