domingo, abril 30, 2006

Nocturno

I have been one acquainted with the night.
Robert Frost

Me encanta la noche... la oscuridad trae consigo la apertura de los otros sentidos... el cansancio de la mente deja espacio para que el corazón esté más libre, por eso la noche tantas veces es el espacio para la confidencia, el amor, la oración. Por algo los antiguos monjes recomendaban guardar vela para orar. Es el tiempo del silencio, donde los sonidos que durante el día se entremezclaban en el barullo ahora tienen su tiempo para hacer un solo.

Caminar en la noche es descubrir que cada paso tiene peso, que cada movimiento debiera tener una cadencia y una sutileza que el día en su velocidad ignora pero que la noche no puede tolerar.

También es cuando el dolor se siente más hondo. "Por las noches la soledad desespera" y "te pone loco... rogando entrar en los confines más oscuros", canta Bersuit Vergarabat. Pero por eso mismo, creo que en la noche bajan las barreras y uno está más dispuesto a pedir ayuda, a buscar el encuentro. La noche nos vuelve más vulnerables, más atentos, más alertas...


Quizás por todo esto, como decía una película, la noche tiene "el aroma de otro mundo". Después de todo, si bien Jesús aparece resucitado de día, el acontecimiento de la resurrección, ¿no fue en la noche? ¿en el momento en que la oscuridad y el frío reinan pero por eso mismo uno intuye que el alba está a punto de llegar? Quizás por todo esto, aún hoy, los cristianos se reúnen antes del amanecer para orar. Porque saben que, como dice uno de los himnos de Completas, "la noche es tiempo de salvación". Toda noche puede serlo.



¡Oh noche que guiaste!
¡oh noche amable más que el alborada!
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

jueves, abril 27, 2006

El Rock habla de Dios II

Hay canciones que hablan de Dios "por defecto", es decir, reflejan una presencia por ausencia. Son un grito que a veces parece no tener destinatario, o un insulto que, en el fondo, está esperando que alguien recoja el guante. Sobre todo, me parece, hay muchas canciones que reflejan una soledad en búsqueda de una comunión.
Quizás a algunos encuentren un poco extraño esto de la "presencia por ausencia" en ciertas obras literarias o musicales. Pero la Palabra de Dios nos deja abundantes testimonios de la experiencia de la aparente ausencia de Dios, que se traduce en oración:

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
¿Por qué estás lejos de mi clamor y mis gemidos?
Te invoco de día, y no me respondes,
de noche y no encuentro descanso,
y sin embargo tú eres el Santo,
que reinas entre las alabanzas de Israel. (Sal 22, 2-4)

Yo invoco tu ayuda, Señor,
desde temprano te llega mi plegaria.
¿Por qué me rechazas, Señor?
¿Por qué me ocultas tu rostro? (Sal 88, 14-15)

La diferencia con los temas de hoy es la búsqueda y la mención explícita de Dios... el anhelo es el mismo. Por ejemplo, cuando en el tema de Green Day, Boulevard of Broken Dreams, dice:

My shadow's the only one that walks beside me
My shallow heart's the only thing that's beating
Sometimes I wish someone out there will find me
Til then I walk alone

My sombra es la única que camina junto a mí
My corazón hueco es lo único que late
A veces desearía que alguien allá afuera me encuentre
Mientras tanto, camino solo.
O como dice también La Renga en la Balada del Diablo y la Muerte:

Estaba el diablo mal parado en la esquina de mi barrio
ahí donde dobla el viento y se cruzan los atajos.
Al lado de él estaba la muerte, con una botella en la mano me miraban de reojo
y se reían por lo bajo.
Y yo que esperaba no sé a quién, al otro lado de la calle del otoño
una noche de bufanda que me encontró desvelado,
entre dientes oí a la muerte que decía así:
Cuántas veces se habrá escapado, como laucha por tirante
y esta noche que no cuesta nada, ni siquiera fatigarme,
podemos llevarnos un cordero, con solo cruzar la calle.
Yo me escondí tras la niebla y miré al infinito,
a ver si llegaba ese que nunca iba a venir.
Sobre todo en el tema de la Renga la referencia a Dios es muy obvia, aunque nunca se lo nombre y aparentemente tampoco se lo espera. La lista de temas podría multiplicarse al infinito... para mí lo interesante es descubrir la pregunta, la búsqueda que hay en estas canciones. A alguno les podrá parecer un poco blasfemo este estilo de lanzar botellas al mar en búsqueda de una respuesta... pero para mí son gritos que siguen esperando que alguien los escuche, como han gritado Job y los enfermos en la Biblia... la bronca, la experiencia de desamparo, de injusticia, también pueden volverse oración. Aquí, en estas canciones, no está totalmente planteado así. Pero tampoco está cerrada la puerta. ¿Quién sabe? Tal vez en algún momento, también aquí se de el encuentro...

lunes, abril 03, 2006

El rock habla de Dios

Me gusta mucho el rock, el hip-hop y todo lo que en general es música contemporánea. Me parece que si uno escucha las letras encuentra una sensibilidad, un anhelo, un deseo de plenitud, de encuentro, que a veces parecen un verdadero grito a Dios. Hay artistas con una mentalidad religiosa, como U2 (hoy tomo la letra de una de sus canciones). Otros que aparentemente no lo son pero que sin embargo muestran en las búsquedas que tienen sus canciones un camino que puede llegar hasta Dios. No todos los temas de rock son poesía, pero muchos sí. Y como dice Karl Rahner

... el cristiano, para saber oír la palabra cristiana del mensaje de Dios, tiene que estar agraciado para oír una palabra. ¿Qué palabra? Tiene que saber oír la palabra mediante la cual el misterio silente "se presencia". Tiene que saber percibir la palabra que toca certeramente el corazón en su entraña más honda. Tiene que estar iniciado en la gracia humana de oír la palabra que une recogiendo, y la palrba que es, en medio de su propia y clara finitud, la corporeidad del misterio infinito. Ahora bien, ¿cómo se llama tal palabra? Esa palabra es la palabra poética. Ese saber-oír es el haber-oído de la palabra poética, a la que el hombre se entregó con humilde prontitud hasta que se le abrieron a ella los oídos del espíritu y le entró en el corazón.("La palabra poética y el cristiano", en Escritos de Teología VI, Taurus)

Es decir que cuando sabemos descubrir que en las palabras de la poesía late un misterio, quizás innominado para el que la escribe, pero que nosotros sabemos que se llama Dios, sólo entonces podemos recibir apropiadamente la palabra del Evangelio. Sólo cuando nuestra vida tiene una cierta hondura, un cierto anhelo, podemos recibir a Dios. Y en la música, en la poesía de hoy, desgarradora y brutal como puede sonar muchas veces, no deja de percibirse más de una vez (junto con otra música y literatura barata), la palabra mediante la cual se hace presente el misterio.

Yo he encontrado puentes a la oración en distintas canciones de rock que no me han podido dar unos cuantos libros "espirituales". Quizás para otros también sea así. O si no, podrá ser al menos la oportunidad de entender el deseo y el modo de expresar ese deseo de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sobre todo de los más jóvenes.

Hoy me animo con un temón de U2, donde la referencia religiosa es más obvia.

**********

Grace, she takes the blame
She covers the shame
Removes the stain
It could be her name

Grace, it's the name for a girl
It's also a thought that changed the world
And when she walks on the street
You can hear the strings
Grace finds goodness in everything

Grace, she's got the walk
Not on a ramp or on chalk
She's got the time to talk
She travels outside of karma
She travels outside of karma
When she goes to work
You can hear her strings
Grace finds beauty in everything

Grace, she carries a world on her hips
No champagne flute for her lips
No twirls or skips between her fingertips
She carries a pearl in perfect condition

What once was hurt
What once was friction
What left a mark
No longer stings
Because Grace makes beauty
Out of ugly things

Grace makes beauty out of ugly things

Grace, by U2


La letra de esta canción es espectacular. Juega con la imagen doble de Grace como una mujer pero también como la acción de Dios, es "un pensamiento que cambió el mundo". Sobre todo me gusta la última estrofa, cuando dice que "lo que una vez fue fricción, lo que dejó una marca, ya no duele, porque Grace ("gracia") hace belleza de las cosas feas". Y así es la gracia, el amor de Dios: crea belleza, sana, transfigura. Jesús es el mejor ejemplo. El resucitado no deja de tener las cicatrices, las marcas, pero estas ya no duelen, están transformadas por la gracia. No eliminadas, transformadas desde dentro. El amor ha hecho de las heridas del odio la fuente para que el amor corra libremente. La gracia ha transformado la fealdad en belleza, la belleza más grande.

Así vemos que la gracia no actúa como un maquillaje. Es la obra de Dios, amando desde dentro de nuestra experiencia de dolor humano, de nuestras ausencias y pecado. Así como Dios creo por amor el mundo sacándolo del caos (porque lo importante para la Biblia no es que Dios crea "de la nada", sino que es el que pone luz y orden en el caos), la gracia toca la fealdad y la herida que duele en nuestro interior... y transforma en luz la oscuridad. Cuando la gracia toca nuestro corazón, estamos al principio de la creación una vez más. Por eso el salmista decía "Crea en mí un corazón puro". En hebreo está usando el verbo bará, que es el verbo crear pero reservado a la acción gratuita y salvadora de Dios, que interviene directamente, sin mediaciones. Es la experiencia de ser perdonado en Jesús, y ser, justamente "una nueva creación". Es la experiencia de la gracia.

domingo, abril 02, 2006

En el umbral de la Pascua (5° Domingo de Cuaresma)

Estamos en el umbral de la Pascua. La aparición de los griegos, de gente que viene de lejos para encontrarse con Dios, la cercanía de la fiesta de la liberación son un signo para que Jesús se de cuenta que llega la hora, el momento de que Dios manifieste su gloria, su amor salvador, su presencia.

Pero esta “hora de gloria” no viene como se la imagina la gente. La gloria, la manifestación de Dios, la manifestación del poder y el amor de Dios va a ser en la cruz. Dios no va estar nunca tan cerca del hombre; Dios no va estar nunca tan escondido para el que no tiene una mirada de fe, una mirada profunda.

Este modo de actuar de Dios, tal como nos lo presenta Jesús, rompe nuestros esquemas mentales sobre cómo es Dios. Dios no es una soledad que permanece ajena a nuestro dolor, a nuestra situación. Al contrario: Jesús va a ser ese grano de trigo que se entierra para dar fruto abundante. Jesús va a solidarizarse con nuestro dolor y nuestras búsquedas para que desde ahí nosotros tengamos vida. El modo de actuar de Dios pasa por la entrega, por darse, morir para que tengamos vida.

Hoy vivimos en un mundo que nos dice “da hasta acá”. Aunque hay abundancia de recursos, de posibilidades, pareciera por momentos que cada vez tenemos más miedo de una entrega de corazón, que todo lo que es darse por entero asusta, nos da miedo sentir que si nos entregamos nos destruimos, nos perdemos en esa entrega.

Jesús, en cambio, sabe que ésta, la hora de su muerte, es su hora. Está la angustia que uno siente siempre frente a estos momentos decisivos, pero él sabe que en este momento “guardarse” es quedarse solo. Porque eso es lo que le pasa al que no entra en la lógica del amor de Dios: se queda solo.

Y Jesús nos invita a hacer esta experiencia de donación, de entrega total. “El que quiera servirme que me siga”, es decir, el que quiera ser discípulo de Jesús tiene que vivir esta misma experiencia, entrar en este movimiento de entrega, que supera toda lógica.

De eso se trata la Pascua. A veces el riesgo con Semana Santa es que pensemos “vamos a ver qué le pasa a Jesús”. ¡Y no se trata de eso! Las celebraciones no están para “acompañar a Jesús”; son el camino para que Jesús nos acompañe a nosotros, para que descubramos una vez más que estamos llamados a morir y resucitar, para que él una vez más nos haga recorrer este camino, para descubrir que estamos llamados a entregarnos como él por los demás, para dar fruto.

Semana Santa no es que Jesús lo hace todo y nosotros nos quedamos sentados: es entrar en comunión con la pascua de Jesús para que nosotros podamos entregarnos también. Nosotros podemos hacerlo porque él lo hizo primero. Jesús es quien nos abre un espacio para que podamos darnos por entero, para que, recibiendo su amor, podamos entregarnos de corazón, sin miedo a perdernos ni destruirnos porque nuestro corazón está marcado por una alianza eterna, porque sabemos que estamos para siempre unidos al amor de Dios. Podemos entregarnos sólo porque somos atraídos por el amor de Dios manifestado en la cruz.

Hoy celebramos la comida de la nueva alianza, la fiesta de Jesús que entra en nuestros corazones para que nosotros también podamos entregarnos por los demás. Dejémonos atraer por él, para que, afianzados en su amor, podamos darnos por completo a los demás.

miércoles, marzo 29, 2006

"Recibieron gratuitamente, den también gratuitamente"

No hago comentarios personales en mi blog, por lo menos en general. Pero en este caso la alegría era tanta y las ganas de contar un poco lo que se siente el paso de Dios por la vida que escribir sobre esto era una necesidad impostergable.

Este último viernes me ordenaron diácono al servicio de la Iglesia de San Isidro, junto con dos compañeros más. Todavía estoy decantando todo lo que viví. Pero la primera sensación es la de "llegar a casa", de estar donde quiero estar. En ese sentido, llegar a la ordenación y empezar a vivir el ministerio es empezar a vivir lo que siempre quise, para lo que me preparé en estos años de seminario y que, al menos en cierta medida, ya estaba viviendo. Pero por otro lado la novedad es total... porque es un regalo de Dios, y por eso siempre es gracia, siempre desborda, siempre sorprende. Más no puedo decir sobre esto, porque... ¿qué más se puede agregar?


Al preparar la celebración, elegimos el lema "Recibieron gratuitamente, den también gratuitamente" (Mt 10,8). El viernes comprobé una vez más que uno piensa que elige la Palabra, pero es la Palabra en realidad quien nos elige y "nos dice". En la misa se me hizo palpable todo lo recibido: todo el amor de Dios manifestado en una innumerable cantidad de personas que me han marcado con su cariño (desde mis papás hasta personas desconocidas que, sin embargo, han rezado por mí); todo lo que Él puso en mis manos sin condiciones ni advertencias, con una generosidad como sólo Dios puede tener; todo el misterio de la Iglesia que en ese momento está ahí rezando por los ordenandos. Sólo desde ese amor se puede entender la vocación; desde la gracia; desde el misterio de comunión por el cual no queda otra que entregarse. Como dice una canción de León Gieco, "yo por amor doy la vida/ porque de amor mi vida un día nació".

Ahora quiero seguir dando gracias, y pedirle a Dios que cada día me abra más a su don, para que pueda también ser más fecundo en mi entrega como servidor.

domingo, marzo 05, 2006

Per crucem ad lucem ("De la cruz a la luz")

La cruz de Cristo está llena de luz. ¿Por qué? El relato de la pasión en Marcos dice que en ese momento la tierra se cubrió de tinieblas. Y sin embargo, si este momento parece, como dice Jesús, la hora del poder de las tinieblas, la tradició unió la cruz a la luz, "per crucem ad lucem". Juan especialmente nos muestra la cruz como epifanía, como manifestación de la gloria. Sólo entiende esta paradoja quien se atrave a sumergirse en la noche para encontrar la luz escondida. No creo, sin embargo, que esa luz esté en la opacidad del madero, sino en el cuerpo crucificado de Jesús.

En su cuerpo roto por la cruz está el amor que se entrega al abismo, confiado en que el Padre lo arrancará de ahí. Llegar a las tinieblas de la muerte es llegar al fondo de la experiencia humana en lo que tiene de distancia de Dios y de la vida. Jesús baja al abismo de nuestra condición humana. Si hacía siglos el salmista se preguntaba "¿se anuncia tu fidelidad en el reino de los muertos?", Jesús cruficicado, muerto y resucitado es la respuesta a esa pregunta. El abismo ahora también es un lugar de esperanza, porque el amor ha llegado hasta allí.

La luz escondida, entonces, es el amor loco, hasta el extremo, de Jesús. Nos espera un abrazo en el frío de la noche. Son las manos abiertas del Señor crucificado. La luz de su amor es cálida, es fuego que ilumina y calienta a la vez.

La cruz de Jesús es nuetra zarza ardiente, que "arde sin consumirse". Hacia ella nos acercamos como Moisés en el Horeb, intrigados por la paradoja de tanto fuego en tanta fragilidad; de Dios presente de modo supremo en el lugar donde el pecado ha querido dar su testimonio máximo de la negación al amor; de este mismo amor victorioso donde más parece que el odio ganó la partida. La cruz es el lugar de la revelación y la atracción. "Y cuando sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí", "...entonces sabrán que yo soy". Y desde ella la voz de Dios se nos revela solidaria del que sufre, y nos compromete a salir al encuentro del hermano.

sábado, marzo 04, 2006

Hacia el desierto del corazón (1° domingo de Cuaresma, ciclo B)

Hace apenas unos días empezamos a recorrer la cuaresma, el camino hacia la Pascua. Es un camino que tenemos que transitar junto con Jesús; es marchar con él hasta la cruz y la resurrección.

Y justamente, hoy el Evangelio nos pone delante el inicio de la vida pública de Jesús, de este camino. Jesús acaba de vivir una experiencia que le cambiará la vida: su bautismo, donde el Espíritu le hace descubrir de un modo nuevo que él es el hijo amado de Dios, que Dios es su Padre. Éste mismo Espíritu es el que lo va a impulsar al desierto, para un tiempo de prueba.

El desierto es un lugar muy especial. Allí no hay casi nada. En el desierto la vida y la muerte son realidades concretas y decisivas. Por eso allí aflora con más facilidad lo que llevamos en el corazón. Y por eso ahí se manifiesta más claramente Dios... y también el mal. El desierto es un símbolo de nuestra vida, de nuestro corazón.

En ese desierto quiere entrar Jesús. Él no viene a salvarnos “desde arriba”: comparte hombro con hombro nuestra lucha. Quiere meterse en el desierto de nuestro corazón, de nuestra existencia cotidiana donde tantas veces nos sentimos sedientos, tentados y necesitados de Dios. Y desde ahí, nos abre el camino a una mayor libertad, a una nueva relación con Dios y con el mundo. Por eso aparece servido por los ángeles y tranquilo entre las fieras: en Jesús tenemos un nuevo comienzo, una nueva creación.

Esta es la propuesta de Jesús, ese reino de Dios que en seguida comienza a anunciar: es saber que Dios, en Jesús, quiere meterse en nuestra vida hasta el fondo. El reino que predica Jesús es: vengan a vivir mi experiencia, a descubrir que Dios nos ama, que somos sus hijos queridos, y que eso nos cambia la vida, nuestro modo de verlo a Dios, de entendernos a nosotros mismos y a los demás, nuestro modo de vivir en comunidad.

La invitación de Jesús a convertirse, esa misma invitación que escuchamos el miércoles de Ceniza, “convertite y creé en el evangelio”, es justamente esta: no es empezar a “apretar los dientes” para ser más fuertes, sino estar más disponibles a que Dios entre en los distintos rincones de nuestra vida. Es dejarle a Dios otra vez tomar la iniciativa. No nos convertimos tanto para dejar atrás lo malo, sino que buscamos abrirnos a algo muy bueno. La cuaresma no se vive mirando para atrás, sino mirando para adelante.

Esta experiencia del reino de Dios, del amor de Dios que quiere hacerse presente en nosotros, la vivimos como la vivió Jesús: en medio del desierto. Hoy, frente a la voz de este Dios que nos dice que somos sus hijos amados hay tantas otras que nos dicen que no valemos, o que valemos si hacemos tal o cual cosa. A veces no terminamos de darnos cuenta que esas voces viven en nuestro corazón. Ir al silencio, al desierto, nos puede ayudar para que, de la mano de Jesús, podamos descubrir esas otras realidades que nos quitan libertad, que no nos permiten escuchar esa voz de Dios que nos dice que somos sus hijos amados.

Hoy venimos aquí con un profundo deseo de ir al desierto con Jesús. Para que las distintas realidades que nos tientan, que nos limitan, aparezcan más claramente; pero, sobre todo, para que la voz del Padre, que nos vuelve a decir, “vos sos mi hija muy amada, vos sos mi hijo muy amado”, resuene cada vez más fuerte en nuestro corazón.

lunes, febrero 27, 2006

Un amor fiel y siempre nuevo (8° domingo del tiempo durante el año, ciclo B)

Ya me están haciendo practicar la prédica y eso me obliga a pensar la homilía. Aunque este fin de semana no prediqué, acá va lo que preparé para este último domingo.

Hoy el Evangelio nos pone delante de una pregunta que la gente hace a Jesús: ¿Por qué tus discípulos no son como los demás? ¿Por qué a diferencia de los otros, tus seguidores se comportan de un modo distinto, de un modo nuevo?

En estos días hemos descubierto que en Jesús aparece una novedad. Dios sale al encuentro del hombre en Jesús, a través de la sanación y el perdón. La gente se sorprende: Jesús tiene un modo nuevo de hablar de Dios, un estilo distinto para relacionarse con las personas, una manera diferente de encontrarse con los demás y anunciarles la Palabra. “¡Nunca hemos visto nada igual!” decía la multitud hace unos días al ver a Jesús sanar al paralítico.
Esta novedad que trae Jesús, que es Jesús, provoca a la vez atracción e inquietud. Los que la aceptan entran en este modo distinto que Jesús tiene de vivir, amar y trabajar. Los que no, no pueden quedarse indiferentes: preguntan, critican, dudan.

Pero, ¿dónde está la raíz de esta novedad de Jesús? ¿Jesús viene a cambiar las cosas porque sí? Para respondernos tenemos que ir al corazón de Dios. Dios ama al pueblo con un amor ardiente, que, por eso mismo, nunca cambia en su intensidad pero sí en los modos de expresarlo. El amor de Dios es profundamente creativo. La primer lectura lo pinta a Dios de la cabeza a los pies: frente a la infidelidad del pueblo, Dios no responde con una negativa; responde con un amor todavía más grande y original. Porque la situación de la gente cambia, Dios no se queda en su lugar, sino que va desplegando su amor a través de nuevos gestos y palabras, y se revela como un esposo apasionado. Y cuando la gente acepta ese amor, su vida se renueva, no puede quedarse igual, porque cambia desde dentro, desde el corazón que se descubre tocado por esa misericordia fiel y original a la vez.

Jesús es el gesto máximo de este Dios que nos ama apasionadamente. Él es esposo que ha venido a buscarnos de un modo nuevo, insospechado. Y cuando dejamos que Jesús entre en nuestra vida, ella no puede quedar igual. Delante de Jesús y su amor, aparece también el horizonte de la novedad. Y acá es cuando la cuestión se complica. Porque lo nuevo, como veíamos, atrae pero también asusta. Implica dejar el confort de lo conocido, por más malo que sea, para aventurarse en un lugar nuevo. Y esto siempre produce inseguridad.

Me parece que acá podríamos detenernos en dos puntos que nos ayudan a aterrizar cómo vivimos esta novedad de Dios.

Nuestra relación con Dios, como todo vínculo, va creciendo constantemente. Dios nunca se encierra en la imagen que nos podamos hacer de él, y esto juega en varios registros. Dios es siempre más.Nadie puede pretender vivir su fe en la adultez del mismo modo que cuando tomó la primera comunión. Dios nos invita siempre a un crecimiento, a abrir el corazón y la mirada a una relación más profunda. De otro modo nos arriesgamos a rasgar el vestido viejo.

Por otra parte, también como Iglesia vamos caminando siempre en una invitación renovada de Dios, que nos llama a descubrirlo en los signos de los tiempos y a encontrar los puentes que nos ayuden a llegar a los hombres y mujeres de hoy. Eso implica dejar atrás muchas veces esquemas, modos, ideas que no logran transmitir el mensaje de Jesús. Y no es fácil, es una verdadera pascua, pero si no la atravesamos el vino nuevo del Evangelio rompe el odre nuestros esquemas... y no se puede compartir con nadie.

¿Cómo podemos hacer para vivir esta novedad permanente, que hoy se hace mucho más palpable en un mundo que cambia constantemente y nos obliga a repensar todo? Me parece que la pista está una vez más en el Evangelio, en la experiencia de Jesús. Jesús presentó la fe de un modo tan novedoso porque estaba tan enraizado en el amor de Dios que eso, por un lado, le regalaba un modo distinto de ver las cosas, pero a la vez le daba una increíble capacidad para descubrir un nuevo estilo para transmitirlo, para ajustarse, sin dejar de ser fiel a sí mismo, a los códigos de la gente de su tiempo.

Para los cristianos, el cambio no brota de un querer estar “a la moda”, sino de ir descubriendo que es lo que el amor siempre nuevo de Dios tiene para decirnos: en nuestra historia personal y en nuestro camino como Iglesia. Desde allí podemos conectar con las necesidades de nuestro tiempo y de nuestro momento concreto.

La eucaristía es un lugar privilegiado para hacer esta experiencia. Todas las eucaristías son iguales; todas las eucaristías son distintas. Siempre hay algo nuevo que descubrir del amor de Jesús. Hoy podríamos acercarnos pidiéndole que tengamos esta certeza, la única que tenemos frente a un mundo cambiante, pero también la única que realmente necesitamos: que su amor nos acompaña siempre y nos lleva, a través de los cambios, a vivir una fe siempre nueva y cada vez más profunda.

sábado, febrero 04, 2006

Balbuceos sobre el Zen

Finalmente terminé el sufrido, gozado, y sumamente transpirado trabajo sobre Zen. Después de un tiempo largo de lectura (unos cuantos libros y más artículos) y fichaje, y unos quince días de escritura intensiva (especialmente la última semana), soy el orgulloso autor de unas hermosas 59 páginas. Como dicen los padres sobre los hijos, no sé si es lindo o es feo pero es mío.
No puedo postear acá todo (¡es enorme el TP!), pero dejo la conclusión, que no se entiende bien sin el resto del trabajo, pero es la parte más personal y quizás a alguien le deje algo.
Hemos buscado aproximarnos al budismo Zen y su percepción del hombre. Al atravesar su historia, encontramos que nace en un contexto histórico y filosófico que le aporta el “humus” necesario para que surja como novedad y profundización en la experiencia budista. Empapado de distintas grandes tradiciones de Oriente (budismo, yoga, taoísmo), se revela a sí mismo como una síntesis original que no responde plenamente a ninguna de ellas, si bien se nota en el Zen la influencia de todas ellas, especialmente de la escuela Mahayana del budismo y del taoísmo, por su énfasis en la doctrina del vacío o sunyata y su objetivo de volver a la verdadera naturaleza del hombre.

Una mirada más sistemática nos ha ayudado a descubrir que el Zen tiene, ante todo, un carácter existencial y experiencial: constatando el sufrimiento del hombre, separado por el yo dualista del vacío, del mundo y de su yo profundo, busca un camino de liberación a través de la disciplina y la meditación para alcanzar la iluminación o satori, donde se cae en cuenta del vacío y se despierta a una nueva conciencia. A partir de la iluminación la persona adquiere una nueva mirada sobre el mundo y sobre sí mismo, hace cuerpo la experiencia de que todo está relacionado con todo, e integra todas las energías de su ser. El iluminado es el sabio, el libre y el compasivo. Desde esta experiencia de vacío surge una creatividad espontánea y renovada que puede efundirse en cualquier actividad.

Al entrar en diálogo con el cristianismo, descubrimos profundas analogías, que sólo se pueden encontrar en el ámbito de una práctica común, de vivencias básicas compartidas. Hay un sentido del misterio que late detrás de lo evidente, una perspectiva similar en cuanto a la condición humana y una búsqueda de la liberación. De ambas experiencias nace un profundo respeto que se inclina y alaba ante la luz que brota de toda la realidad, con la cual tanto el budista como el cristiano se sientan íntimamente vinculados.

Sin embargo, el coloquio no deja de tener sus desafíos. Muchos surgen del contexto filosófico-teológico propio, del lenguaje de cada tradición, que no puede descartarse, pero que está llamado a transformarse en el proceso de diálogo, sin caer en el miedo a dejarse interrogar ni tampoco en inclusivismos apresurados e ingenuos. En concreto, aparece frente al budismo el interrogante por la dimensión personal y el amor; para el cristianismo, el esfuerzo por seguir cribando lo esencial de la experiencia cristiana de lo que a veces son formulaciones o agregados sin negar la propia identidad, y recibir también la sabiduría que el Zen tiene para ofrecerle, especialmente en torno a algunos temas que si bien no son ajenos al cristianismo han sido a veces olvidados o mal formulados, especialmente en lo que se refiere a la vida contemplativa, el rol del cuerpo, el uso de las palabras en el lenguaje religioso...

En un nivel más personal, el trabajo fue la oportunidad para volcarme con un poco más de profundidad en una visión del mundo y del hombre apasionante, no sólo por su riqueza histórica, sino también por los registros que el diálogo zen-católico viene dando. Realizar este trabajo ha sido asistir como espectador privilegiado al diálogo de personas audaces y generosas que se han atrevido a dejar el confort que siempre da un esquema mental y una convicción para vivir una auténtica pascua de la inteligencia y el corazón.

El comienzo de mi escucha del Zen comenzó a partir de un interés de toda la vida en la cultura oriental que fue tomando en este caso cauces más específicos a través de lectura, y más recientemente, de diálogo con algunas personas que practican meditación. Lo que he leído sobre Zen ha enriquecido mi vida de oración y mi percepción de la realidad. Ha sacudido también ciertos presupuestos y erradicado varios perjuicios.

Estoy convencido de que el Zen y su práctica no es para todos los cristianos, pero también de que muchos, como yo, pueden encontrar en él una fuerza dinámica capaz de llevarlos a una fe más profunda en Cristo y a una conciencia más abierta, más tolerante y compasiva. En todo caso, siempre será la oportunidad de conocer una tradición milenaria sumamente fecunda y con innumerables expresiones de su belleza.

Llego a la conclusión de este escrito confirmando el adagio académico de que los trabajos no se terminan; se suspenden y se entregan. Si el Zen es ante todo satori, experiencia de luz, y el cristianismo es la persona de Jesús, anteriores ambos a cualquier elaboración, ¿tendrá sentido leer todo esto?
El que busca ya tiene en cierto sentido lo que ha alcanzado, o al menos lo pregusta en su deseo. Si logro transmitir al menos un poco de ese deseo que despiertan en mí las páginas del Evangelio o el anhelo de profundidad que descubro cuando veo a los monjes haciendo zazen, me daré por satisfecho. Como decía el Sensei Hoyen: “Cuando se recoge agua con las manos, la luna se refleja en ellas; cuando trabajamos con flores, el perfume impregna nuestras ropas”. Nuestras palabras, si brotan del corazón, aún en su fragilidad participan de la belleza de lo que amamos y queremos compartir a los otros.

miércoles, febrero 01, 2006

Sobre la Palabra

Como en un post que leí estuvimos comentando sobre la Biblia y su lectura, prometí este texto espectacular de San Efrén sobre la meditación de la Palabra. Vale la pena leerlo.
¿Quién hay capaz, Señor, de penetrar con su mente una sola de tus frases? Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos que lo que tomamos. Porque la palabra del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor pintó con multiplicidad de colores su palabra para que todo el que la estudie pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de los puntos en que concentrara su reflexión.

La palabra de Dios es el árbol de vida que te ofrece el fruto bendito desde cualquiera de sus lados, como aquella roca que se abrió en el desierto y manó de todos lados una bebida espiritual. Comieron -dice el Apóstol- el mismo alimento espiritual y bebieron la misma bebida espiritual.
Aquel, pues, que llegue a alcanzar alguna parte del tesoro de esta palabra no crea que en ella se halla solamente lo que él ha hallado, sino que ha de pensar que, de las muchas cosas que hay en ella, esto es lo único que ha podido alcanzar. Ni por el hecho de que esta sola parte ha podido llegar a ser entendida por él, tenga esta palabra por pobre y estéril y la desprecie, sino que, considerando que no puede abarcarla toda, dé gracias por la riqueza que encierra.

Alégrate por lo que has alcanzado, sin entristecerte por lo que te queda por alcanzar. El sediento se alegra cuando bebe y no se entristece porque no puede agotar la fuente. La fuente ha de vencer tu sed, pero tu sed no ha de vencer la fuente, porque, si tu sed queda saciada sin que se agote la fuente, cuando vuelvas a tener sed podrás de nuevo beber de ella; en cambio, si al saciarse tu sed se secara también la fuente, tu victoria sería en perjuicio tuyo.

Da gracias por lo que has recibido y no te entristezcas por la abundancia sobrante. Lo que has recibido y conseguido es tu parte, lo que ha quedado es tu herencia. Lo que, por tu debilidad, no puedes recibir en un determinado momento lo podrás recibir en otra ocasión, si perseveras. Ni te esfuerces avaramente por tomar de un solo sorbo lo que no puede ser sorbido de una vez, ni desistas por pereza de lo que puedes ir tomando poco a poco.

Del comentario de san Efrén, diácono, sobre el Diatésaron, c. 1

sábado, enero 28, 2006

Apuntes sobre poesía

Cada día estoy más convencido de la necesidad de poesía en nuestras vidas. ¿Por qué, si es necesaria, es lamentablemente, tan poco escuchada, tan poco leída? Porque es inútil, y cuanto más noble algo es, también más inútil a los ojos del mundo, menos “productivo”, menos “eficiente”. Pero no por eso menos necesario ni urgente. Y hoy la poesía es urgente.

El poeta es servidor de la palabra, mediador entre ella y los hombres. Cuando su obra es auténtica, cuando brota del corazón, logra hacer que de lo profundo del misterio resuene una vez más la palabra escondida en cada cosa, la música callada que está esperando a que el poeta la acerque a nuestros oídos entorpecidos.

Por eso, casi cualquier cosa puede ser fuente para la poesía. Y cuando la escuchamos, cuando dejamos de intentar entenderla para permitir que nos acaricie, nos golpee, nos grite, nos llore, nos ría... entonces nuestra mirada se vuelve un poco más pura y más niña. Descubrimos el nombre de cada cosa, y lo decimos. Como hacía Adán, en el principio.

Más aún: la palabra poética nos conduce al misterio, nos lleva a lo que está más allá de las palabras. El poeta sabe que su palabra, por más certera que sea, siempre es superada. Siempre hay algo que se le escapa. Pero es ella la que lleva a ese límite, a la oportunidad de sumergirse en el silencio más allá de toda palabra.

Tal vez ese sea el motivo por el cual la poesía sea tan amiga del anhelo, del deseo: porque se da cuenta de su pobreza, de que está hecha para apuntar más allá de sí misma.

Dejo para el final este texto. Son los últimos versos de un poeta, W. H. Auden a otro poeta muerto, William Butler Yeats. Creo que en ellos se resume lo que podemos pedir a todos ellos:

In the deserts of the heart
Let the healing fountain start,
In the prison of his days
teach the free man how to praise.

En los desiertos del corazón
Deja brotar la fuente sanadora,
En la prisión de sus días
enseña al hombre libre como alabar.

Cuando de Chile me voy (si ya sé, es muy cliché)

Escribo estas líneas en el micro de regreso a Bs. As. después de unas largas vacaciones, mitad en Mendoza, mitad en Reñaca, Chile.

Además del regalo que es tomar un tiempo de vacaciones; del otro regalo que es poder conocer otro país... viene el agregado de pasar por una tierra que está en tiempo de cambios... un país en crecimiento.

De lo poco que pude conocer, me llevo la imagen de un pueblo gentil, el cantar de su tonada tan linda; los dolores de la historia, que todavía están ahí, sanándose. Me llevo la belleza de una tierra entre dos inmensidades: el mar y la montaña.

También me traje, con amargura, las críticas y los resentimientos que escuché de argentinos a chilenos y viceversa. Ojalá que, así como cada país de Latinoamérica tiene que ir haciendo su proceso de verdad y reconciliación, también lo podamos hacer entre chilenos y argentinos.


Vuelvo también con una de las cosas más hermosas que se pueden traer de un viaje: un sueño cumplido. Visité la casa de Neruda en Isla Negra, una casa de poeta, que, estoy convencido, termina por convertirlo a uno mismo en poeta si se queda el tiempo suficiente.

Todo viaje es un cruce de fronteras, un itinerario al corazón del otro desde el propio terruño. Es la oportunidad de agrandar horizontes, descubrir riquezas propias y ajenas, y quizás también captar con más nitidez ciertos defectos que uno tiene pero que la cercanía no permite percibir. Creo que este viaje ha tenido mucho de eso para mí. Desde acá le agradezco mucho a Dios por Chile y los chilenos.

viernes, enero 13, 2006

De acá a un tiempo toda la movida new age parece ir girando de un interés por una espiritualidad por momentos más difusa y sin identificación concreta a una renovado interés por las tradiciones místicas de las grandes religiones (Madonna especialmente ha puesto a la Cábala en primera línea) . En mis numerosas recorridas por librerías, encuentro que en los sectores dedicados a la "autoayuda y espiritualidad" ahora aparecen junto a obras de autores ignotos y doctrinas llamativas y extrañas, muchos (¡realmente muchos!) libros de la M. Teresa, Juan Pablo II y otros autores cristianos, que si bien uno a veces encontraba (con un poco de suerte y paciencia conseguí hace unos años "Camino de Sencillez" de la M. Teresa en una librería laica). Los textos de los espirituales del Islam también aparecen ahora en mayor cantidad.

Como todo fenómeno, tiene sus rasgos ambiguos. Empezando por los negativos, me parece que aún en este renovado interés por las tradiciones espirituales del cristianismo, el judaísmo y el Islam encontramos las mismas limitaciones que en otros fenómenos de la New Age.

El primero que me llama la atención es un falso universalismo, que tiene, me parece, detrás, un cierto espíritu marketinero. Paso a explicarme más. Se presenta muchas veces estas tradiciones espirituales pero con una falta de identidad o una dilución de sus rasgos para hacerla accesible para todos sin cambiar nada en la propia vida. En la página del Kabbalah Center (el mismo al que asisten Madonna y los notorios de turno) aparece esto con una claridad meridiana: no hace falta dejar de ser cristiano ni musulmán para interesarse en la cábala. Esto, que tiene su matiz de verdad, sin embargo aquí pareciera apuntar a otro objetivo: llegar a más gente, "venderse" más. Y no pelearse con nadie.

Otro elemento inquietante es el uso del vocabulario: me llamó la atención como las palabras "poder", "fuerza", etc. son las que ocupan más lugar. Se trata de liberar el poder interior, la fuerza latente. "Amor", "encuentro", "ascesis", "entrega"... (¡Dios!) aparecen poco o nada. Es decir que el objetivo parece pasar primero por un fuerte ejercicio de autoafirmación, y no tanto por un deseo de encuentro con el otro, con el amado.

Elementos negativos aparte, creo que esto habla de una nostalgia profunda de Dios, o al menos de absoluto, de una experiencia integradora. Como todo deseo, tiene sus ambigüedades y su necesidad de purificación, pero no por eso es menos auténtico.

Además, hay una necesidad de hacer experiencia, de que lo anhelado se plasme de un modo u otro en la vida, que deje huellas. El problema quizás es que no aparece la dimensión ascética de la mística. Por decirlo de algún modo, queremos Domingo de Pascua sin Viernes Santo.

Pero este deseo, este anhelo de una experiencia no es poca cosa. Me parece que nos puede abrir a redescubrir que la experiencia espiritual, el viaje místico no es para algunos pocos elegidos con experiencias extraordinarias (y, por otro lado, cualquiera que haya leído a los que en general se denomina "místicos" sabrá que dicho itinerario no pasa por eso). Es para todos. Creo que tenemos que animarnos a decir que deseamos a Dios, que ese anhelo está en nosotros, que hay en nuestro corazón un abismo que llama a otro abismo para ser colmado... Y, como Iglesia, animarnos a proponer, para los que buscan y para los que ya hemos sido encontrados, los "canales adecuados para promover el auténtico encuentro con Dios" (Navega Mar Adentro 29).

jueves, enero 12, 2006

Sobre la Eucaristía

Uno de los aspectos más hermosos que trae consigo participar en la Eucaristía es que revela nuestro ser más profundo. En efecto, cada misa puede ser una epifanía, una oportunidad para que se nos revele el anhelo que late en nuestro corazón y que tiñe toda nuestra persona: la comunión.

¿No es sorprendente que con tan poco, vivamos tanto? ¿Que la luz de la Trinidad transfigure ese encuentro y lo haga un símbolo de su unidad? Es verdad que siempre lo vivimos en la fragilidad de nuestra condición, pero eso no es obstáculo para que la Eucaristía deje de ser un impulso constante hacia una comunión cada vez más plena. Los relatos de la Cena en el Evangelio son el lugar donde esa fragilidad de los discípulos se manifiesta en competencia... y en traición de Judas. Pero Jesús va más allá del pecado y la mezquindad. Responde con más amor.



Creo que aquí está el secreto. Que el banquete de la comunión tiene, como si fuera la otra cara de la moneda, el misterio de la entrega amorosa de un hombre increíblemente solo, abandonado. El amor de Jesús, el amor del Padre, el amor del Espíritu (¡la comunión misma!) vencen esa soledad y la mesa de Dios vuelve a estar abierta para el hombre.

Cada vez que nos reunimos en torno al Altar para celebrar esta fiesta, hacemos memorial de esa entrega de Jesús. Y su amor nos recuerda quiénes somos realmente, para qué hemos sido creados. El amor de Jesús es comunión; recibirlo nos hace descubrir nuestro verdadero rostro y trabajar cada vez más ardientemente para que sus facciones sean cada vez más claras y visibles, en nuestra vida y nuestra Iglesia.


lunes, enero 09, 2006

Un post bizarro

Recientemente leí un artículo en Clarín sobre el arte bizarro, y lo "bizarro" como una categoría que hoy se desarrolla en distintas disciplinas.

El artículo es interesante, aunque, la verdad, me quedé sobre todo con la cuestión sobre la etimología de la palabra "bizarro" (y sí, sucumbí al "nerd interior"... no tan interior). Sabemos que bizarro, en buen español, significa valiente, audaz, etc. Pero aquí la acepción es otra: se entiende que dicha palabra significa lo excéntrico, extraño, absurdo y/o grotesco. Paso a transcribir el párrafo donde el artículo propone dicha etimología:

Pero, ¿qué es y qué no es bizarro? La palabra ha sido materia de discusión apasionada desde el siglo XVII, cuando el vascómano Baltasar de Echaue aseguró que procedía del vasco "vicarra": "hombre de barba o pelo en pecho".

Sin embargo, la acepción que los fanáticos de lo raro, lo extravagante, lo fenomenal hoy le adjudican, casi seguramente proviene del italiano spirito bizarro, usado por primera vez por Dante, quien en el Infierno describe al espíritu furioso (bizarro) dándose a sí mismo dentelladas (extraña forma de suicidio ante la que esas almas en pena canibalizadas de la posmodernidad, que piden ser engullidas por otros, de seguro se prosternarían).

Yo propongo otra posibilidad para explicar el uso actual de la palabra, sujeta, desde ya, a todo tipo de críticas, revisiones, etc. de cualquier persona que tenga mayor conocimiento que yo sobre estos temas (es decir, todo el mundo).

En inglés, bizarre (que según los diccionarios que consulté viene del francés bizarre, que a su vez viene del español bizarro, con nuestra conocida acepción de valiente, que a su vez viene del italiano bizzarro, que significa iracundo, que a su vez... ) significa "extravagante, llamativamente no-convencional, de apariencia absurda, etc."
Entonces, estaríamos ante el caso de una palabra de origen latino, pero que al llegar al inglés (¿o al francés?) tomó un sentido radicalmente distinto y ahora vuelve a ser utilizada en el español pero con esa acepción.

En fin, si alguien sabe más sobre el tema y quiere iluminarme... se agradece. Mientras, agrego un ejemplo práctico de humor bizarro. Encontré una página de chistes sobre conejos suicidas. Posteo aquí el que (por deformación profesional) me pareció especialmente divertido:





jueves, enero 05, 2006

Dos muertes que gritan

En estos últimos dos días murieron dos chicos mendocinos (mi familia vive en Mendoza). Los dos chicos de 25-26 años. Los dos de familias de alto nivel económico y muy buen nivel cultural. Los dos murieron en accidentes automovilísticos. Los dos estaban ebrios cuando chocaron.

La muerte de los dos es una tragedia. ¿Quién puede negar que estas muertes son terribles, absurdas, carentes de todo sentido? ¿Cómo no sentir la bronca y la sensación de injusticia que produce siempre la muerte de alguien joven?

Pero no puedo evitar pensar que si nos quedamos sólo en la tristeza y el dolor no haremos que la muerte de estos chicos dé frutos, si no para ellos, al menos para los demás.

El aumento del consumo de alcohol y el descenso simultáneo de la edad de consumo no son simples comentarios de señoras escandalizadas: son datos de la realidad. Transcribo unos párrafos de una charla dada por Domingo Favaloro para la Subsecretaría de Atención a las Adicciones de la Provincia de Bs. As.:

El aumento del alcoholismo esta condicionado, fundamentalmente, por un tipo de bebida, la cer-veza.
En este aspecto, en la década del 80 el consumo de cerveza era de 8 litros por habitante por año (260 millones de anuales); en los 90 paso a 22 litros, por habitante y por año (más de 700 millones de litros al año), y ahora es de 34 litros, es decir que tenemos más de 1200 millones de litros de cerveza consumidos por año.


A esto debe agregársele el descenso en la edad de consumo. En el ´90 una estadística del hospital revelaba que el 6% de los pacientes alcohólicos habían empezado a tomar antes de los 10 años de edad. Y otra estadística, nos mostraba que el 30% de los alumnos secundarios de La Plata consumía alcohol sobrepasando los limites naturales los fines de semana. Si analizamos el consumo por sexo en los ´80 existía una relación de 10 hombres por una mujer, mientras que en el ´90 hay una relación de 5.6 a 1 y ahora eso viene en descenso, ya que tenemos 4 hombres por mujer.

El problema es que hoy el consumo de alcohol es un factor de identificación muy fuerte entre los jóvenes y socialmente cada vez más aceptado. Aún si algunos chicos no toman, no ven como algo especialmente negativo que sus amigos lo hagan. Y, obviamente, como muchos de los que consumen están en plena adolescencia, las llamadas de atención de los padres no parecen surtir demasiado efecto.
Desde la publicidad hay un constante bombardeo del alcohol como instrumento de socialización y como "factor de alegría incondicional", por así decirlo. Me acuerdo de una serie de propagandas que mostraban fiestas o reuniones aburridas que cambiaban drásticamente cuando todos empezaban a tomar la bebida promocionada.

Lamentablemente los jóvenes no perciben que lo que para ellos es un "trampolín para la libertad" en realidad los hace parte de una enorme maquinaria de consumo que se beneficia a costa de ellos. Sólo en situaciones trágicas como las de estos dos chicos podemos percibir con claridad las consecuencias que trae el consumo de alcohol como está vivido en la actualidad.

Tenemos que escuchar lo que estas muertes nos dicen. No podemos pensar que son simples accidentes ni consecuencias indeseables de una situación puntual.

Para los padres, será una invitación a encontrar espacio para el diálogo, la contención y los límites. Sin confundir autoridad con autoritarismo, pero sin dejar de lado la responsabilidad que nos toca.

Para los jóvenes, creo que el desafío será preguntarnos sobre dónde estamos cimentando nuestra identidad. Si necesitamos tomar (y tomar tanto) para ser libres, espontáneos, integrados... ¿no estaremos construyendo sobre arena?

Para la Iglesia, tendremos que seguir buscando espacios que ayuden a encontrarnos. Y animarnos a decir las cosas sin miedo. Me parece que a veces hemos denunciado demasiado las costumbres juveniles sin mirar más allá y descubrir las estructuras que favorecen dichas conductas.

Ojalá que estas historias, y las de otras tantas víctimas del alcohol, no se queden mudas, sino que sigan hablando a nuestro corazón y a nuestra mirada sobre la realidad. Cada vez más fuerte.

P. D. : Remito a los interesados a que busquen material (tanto de datos como orientaciones en la página de la Subsecretaría para la Atención a las Adicciones de la Provincia de Buenos Aires)

Vivir del "darse cuenta"

Estos días de vacaciones me tienen a la vez ocupado en terminar un trabajo (¡el último trabajo práctico!) sobre la visión del hombre en el budismo Zen.

Sin entrar ahora en detalles sobre las peculiaridades del Zen (si a alguien le interesa, cuando termine el trabajo se lo mando por mail), hay algo que me resultó especialmente interesante y que me ayudó a profundizar en mi espiritualidad cristiana, o mejor, a encontrarle "la vuelta práctica" a algunas cuestiones que había estudiado cuando cursé "Gracia".

En el Budismo Zen, lo mismo que en otras corrientes del Mahayana, se entiende que todas las criaturas son Budas (todas están iluminadas). Pero el problema es que no se dan cuenta. Es necesario hacer un camino, pero ese camino es para descubrir que "todo ya está ahí". El Zenbudista realiza un arduo camino de meditación y ascesis para descubrir lo que ya es. Alcanza satori (la iluminación) y se da cuenta, como dice la chacarera, que "estaba donde nací/ lo que buscaba por ahí". Es decir que si bien hay un duro esfuerzo que pasa sobre todo por el zazen, la meditación (los maestros zen hablarán inclusive de "morir en el cojín", un verdadero entregarse a sí mismo en la meditación), es para ponerse en contacto con algo que ya está dado de antemano.

Esto que dicho así puede sonar un poco salido de Star Wars, tiene ciertos puntos de convergencia con algunas escuelas místicas del cristianismo. En concreto, creo que tiene varios elementos de relación con el hesicasmo, la escuela espiritual del oriente cristiano que desarrolló la oración de Jesús (la repetición letánica del nombre de Jesús como camino contemplativo), pero también con la mística teresiana y sanjuanista, y con algunos elementos de la mística inglesa medieval (como la del autor de La nube del no-saber).

En el hesicasmo se habla de que el hombre ha recibido a Dios en sí mismo por el bautismo. Ahora bien, por el pecado, entre esa fuente siempre viva y presente, esa inhabitación de la Trinidad en el corazón no puede percibirse claramente. Entre el contacto con Dios y nosotros están presentes nuestras pasiones desordenadas y los pensamientos (logion) que no nos permiten entrar en contacto total con Cristo. Hace falta emprender un camino contemplativo a través de una guarda del corazón constante y, especialmente, de la repetición del nombre de Jesús (que se realiza en una determinada postura, prestando especial atención a la respiración y los latidos del corazón). Pero una vez más, este sendero nos lleva a encontrar algo que ya está allí. No estamos "conquistando" a Dios, estamos sobre todo desbrozando la maleza para que lo que ya tenemos dado pueda desplegarse plenamente.

Las coincidencias son notorias, no sólo por lo mencionado arriba sino también porque tanto el zenbudismo como el hesicasmo dan una importancia fundamental al cuerpo en la meditación (algo que muchas veces ha permanecido olvidado si no en los fundamentos del cristianismo, en muchas de sus aplicaciones espirituales y pastorales). Tanto en el zen como en el hesicasmo no es simplemente ocuparse de que el cuerpo no moleste para la meditación, sino que el cuerpo medite. Podríamos decir casi que es un camino "del cuerpo a la mente". De hecho, en ambos la mente entendida como razón discursiva no ocupa lugar, no por desprecio sino por superación. No se intenta anularla. Simplemente no se le presta atención durante la meditación, porque se percibe que lo buscado está más allá de la razón y las pasiones. De hecho, éstas se ven iluminadas después por el camino de meditación, son también deificadas.

Ahora, más allá de todos los tecnicismos, lo que me resulte fascinante es que tanto si uno entra por el sendero del hesicasmo, como si incorpora ciertos elementos del zen en su vida espiritual (de postura, respiración o meditación), creo que nos ayuda a descubrir una enorme riqueza.

A través de este camino nos damos cuenta que el amor está cerca, tanto más cerca de lo que podríamos imaginar... Si nos diéramos cuenta, dejaríamos de buscar las cisternas agrietadas que no pueden saciar nuestra sed. Dios vive en nosotros... ¡Dios vive en nosotros! ¿Por qué nos empeñamos y herimos intentando colmarnos con otros anhelos, con otros deseos que están desprovistos de su raíz fundamental? ¿Por qué lastimamos a los otros pidiéndoles algo que sólo Dios puede dar?

La oración de Jesús me ha ayudado a descubrir que dentro de nosotros hay un ofrecimiento permanente, alguien que está constantemente golpeando a nuestra puerta.

Entonces, si aceptamos, si abrimos la puerta (¡y hasta ese abrir la puerta es gracia!), todo se transfigura. No desaparecen las heridas, no cesan los problemas, no se acaba el dolor. Pero uno se siente centrado, cimentado sobre una presencia. Hay un eje de luz que arroja una nueva perspectiva sobre nuestra realidad y la transforma progresivamente. Es cuestión de ir, de a pasos pequeños, de a suspiros pequeños, abriendo todo nuestro ser al nombre de Dios. Para darnos cuenta que siempre estuvo y está allí. Esperándonos.

sábado, diciembre 31, 2005

Leyendo a Robert Frost

Después de varias búsquedas (todas igualmente infructuosas) por las librerías de San Isidro y alrededores, había abandonado la posibilidad de conseguir algún libro de poesía de Robert Frost. Gracias a Internet tuve la posibilidad de leer varios de sus poemas, lo cual no hizo más que aumentar mi obsesión por tener algún libro suyo entre mis manos.

Casi desesperanzado, acompañé a mi abuela a una librería especializada en textos en inglés y... ¡sí! Escondido entre grandes volúmenes estaba una pequeña selección de sus poemas. Si bien no traía muchos, esta edición venía con un aparato crítico interesante para entrar más profundamente en su lectura.

No sé de teoría literaria ni de la obra completa de Frost como para decir algo acertado o sintético sobre él. Sí puedo decir por qué me gusta tanto.

La poesía de Frost es sencilla, con rima, en general breve. Su mundo es rural, pero muy lejos de cualquier descripción idílica, describe de modo muy despojado el mundo campestre. Pero ese mundo le sirve como piedra de toque para reflexionar sobre la vida. Quizás por despojadas sus palabras tienen una fuerza elemental, un poder de hablar a alguna parte de nuestro corazón que no ha dejado de estar en contacto con la tierra y el agua, con la vida que brota de ellos.

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Into my own

ONE of my wishes is that those dark trees,
So old and firm they scarcely show the breeze,
Were not, as ’twere, the merest mask of gloom,
But stretched away unto the edge of doom.

I should not be withheld but that some day
Into their vastness I should steal away,
Fearless of ever finding open land,
Or highway where the slow wheel pours the sand.

I do not see why I should e’er turn back,
Or those should not set forth upon my track
To overtake me, who should miss me here
And long to know if still I held them dear.

They would not find me changed from him they knew—
Only more sure of all I thought was true.


Dificultades del proceso creativo

Algo que me alegra de este año es que he escrito mucho màs. Y creo que por eso, entre unas cuantas páginas pobres, también salieron algunas líneas al menos aceptables.

Animarme a escribir sin preocuparme tanto por el resultado final, o mejor, sin estar pensando tanto en la forma definida y perfecta que debe tomar una idea, me ha ayudado a producir más y mejor.

Alguna vez leí que los escritores son los más cerebrales de los artistas y por eso también los que más bloqueos sufren. Creo que a mí me pasa algo de eso: pienso tanto en la idea y el modo "perfecto" de plasmarlo que no le doy la oportunidad a que pase al papel hasta que pasa mucho tiempo. Y así muchos pensamientos, poemas, escritos, etc., van perdiendo su oportunidad y se van al tacho de los descartes sin pasar ni siquiera por el papel.

Pero cada vez percibo más que este momento de la escritura no es tan definitivo como pensaba; no estoy cincelando palabras inmortales en marfil. Apenas estoy bocetando un sentimiento o un recuerdo. Y cuando me suelto, cuando finalmente "muero" al deseo de plasmar ese texto "perfecto" pero que lamentablemente pocas veces ve la luz, puedo escribir. Entonces veo que dar el paso de escribir es más que la meta: introduce un nuevo círculo de interpretación. Cuando las palabras empiezan a aparecer en la hoja o en la computadora dicen cosas nuevas. Más aún: se dicen a sí mismas de un modo nuevo.

Es muy probable que así termine generando mucho material olvidable. Pero también abro la puerta a que los buenos escritos salgan a la luz. Cuanto más amplio el cauce de escritura, más amplia también la salida de buenos textos.

domingo, diciembre 11, 2005

La tentación

Y si miras al abismo, el abismo te devolverá la mirada. F. Nietzche



Es mentira que la tentación

es lo prohibido, la manzana

o la mujer de tu prójimo,

la violencia o la soberbia.

eso está hecho de tanta fragilidad...

La tentación, la de verdad,

el abismo

al que, si tenés suerte, te asomás poco

es esa voz

es una voz

que te llama del abismo

y te dice

que no hay luz

en vos

que no sos digno

la tentación de verdad es la desesperanza

cuando la oigas

no peleés

escapate

no mires el abismo

no te envalentones

decite frágil, cobarde, lo que quieras

pero escapate