domingo, marzo 25, 2007


San Pablo de la Cruz, gran místico y predicador de misiones populares, renovó en su momento el esquema de las mismas. Durante mucho tiempo la predicación de estas misiones ponía énfasis en el misterio del juicio, del infierno (los novísimos). Pablo de la Cruz incorporó a este esquema la predicación sobre la pasión y cruz de Jesucristo. ¿Su razón? "Sólo la pasión convierte". Sólo la experiencia del amor que no juzga, sino que se entrega hasta el extremo del perdón.

Yo tampoco te condeno

Recuerdo que mi profesor de Reconciliación me decía que muchas veces el problema de los penitentes era que Dios los perdonaba pero ellos no terminaban de perdonarse.

Cuando no nos perdonamos, cuando no terminamos de reconocer que nuestra existencia nace de la misericordia, alumbramos resentimiento y condena.

La condena nos detiene en un momento de nuestra historia, nos reduce a un hecho puntual. Por el contrario, el perdón sabe del pecado, pero lo transforma por el amor en la oportunidad de comenzar de nuevo, en un verdadero renacimiento. El perdón que hace brotar agua de la roca, cosmos del caos, vida de la muerte.

Ese mismo perdón que nos permite avanzar cada día un poco más.

Una mirada de amor

Si bien la sabiduría popular ha canonizado la frase "el amor es ciego", creo que esta afirmación está sumamente lejos de la verdad.

Por momentos pareciera que es así. ¿Cómo explicar, si no, relaciones enfermizas que se perpetúan en el tiempo, fanatismos, amores encerrados en sí mismos...? Habría que preguntarse, con todo, si en estos casos hablamos de verdadero amor o simplemente de sus numerosas caricaturas.

El amor verdadero no carece de lucidez. Por el contrario, cuando toca lo profundo, provee de una luz enorme a quien vive en él.

El que ama ve más lejos y más hondo. No desconoce la precariedad de lo amado ni sus limitaciones... pero encuentra más allá de ellos una presencia que permanece inalterable, un misterio que lo invita una y otra vez a entregarse...

viernes, marzo 23, 2007

Un recuerdo del Cottolengo

Al terminar mi tercer año de seminario fui un par de semanas de voluntario al Cottolengo de Claypole. Fue una de las experiencias más lindas y difíciles de mi vida a la vez. Creo que todavía sigo espigando cosas que aprendí en esos días.

Lo primero que me impactó cuando estuve allí fue una frase de Don Orione que está en el jardín. Decía: "Al que toque a la puerta del pequeño Cottolengo no se le preguntará si tiene un nombre, sino si tiene un dolor".

Es el único modo de conectar con el otro... si perdemos el miedo a sus heridas (y para eso hay que estar en contacto y en paz con las propias), si en vez de pedirle que nos rinda credenciales de éxito o prestigio, simplemente dejamos que nos confíe su fragilidad. Ese terreno sagrado donde grita la ausencia pero por eso mismo también es posibilidad de vida y creación.




martes, marzo 20, 2007

Leyendo a Pedro Salinas

Todavía ni me acuerdo cómo lo conocí... creo que lo encontré perdido entre unos estantes de una librería. Era "El Contemplado y otros poemas". Después, con un poco de esfuerzo, encontré "La voz a ti debida". Creo que si alguien escribe con luz es Pedro Salinas. No se me ocurre otra manera de describir lo que siento cuando lo leo... tiene letras hechas de luz. Acá va uno de sus poemas que más me gusta... quizás se relaciona un poco con lo que posteé recién sobre las causas perdidas. Desaprender los cálculos... y arrojarse.

****************

S¡, ¡todo con exceso!
¡La luz, la vida, el mar!
Plural, todo plural,
luces, vidas y mares.
A subir, a ascender
de docenas a cientos,
de cientos a millar,
en una jubilosa
repeticion sin fin,
de tu amor, unidad.
Tablas, plumas y máquinas
todo a multiplicar,
caricia por caricia
abrazo por volcán.
Hay que cansar los números.
Que cuenten sin parar,
que se embriaguen contando,
y que no sepan ya
cuál de ellos ser el último;
¡qué vivir sin final!
Que un gran tropel de ceros
asalte nuestras dichas
esbeltas, al pasar,
y las lleve a su cima.
Que se rompan las cifras,
sin poder calcular
ni el tiempo, ni los besos.
Y al otro lado ya
de cómputos, de sinos,
entregarnos a ciegas
¡exceso, qué penúltimo!,
a un gran fondo azaroso
que irresistiblemente está
cantándonos a gritos
fúlgidos de futuro:
"Eso no es nada aún.
Buscaos bien, hay más."
Pedro Salinas

Patrono de causas perdidas

Tras una visita a una iglesia que estaba bajo su patronazgo, meis papás me trajeron una medalla con la imagen de Judas Tadeo. Hubiera preferido otra: ¡hay tantos más simpáticos entre los santos! Y además de San Judas, más allá de una preguntita que le hace a Jesús durante la última cena, no se sabe nada.

Pero luego descubrí que era el patrono de las causas perdidas. Y eso me gustó. Porque estamos tan llevados por criterios de eficiencia, productividad y rendimiento que no está de más recibir un recordatorio de que a veces hace falta zambullirse en algo sin estar calculando, entregarse generosamente porque aunque la causa esté pérdida, más se pierde si uno empieza a ponerle coto y medida al corazón. Así que, si alguna vez nos pasa, San Judas... ruega por nosotros.

lunes, marzo 12, 2007

Escuchando a Chet Baker



Hace un par de años un compañero de seminario me introdujo en el mundo del jazz. Así que empezaron a desfilar por el paisaje musical Ella Fitzgerald; Louis Armstrong, el gran Satchmo; Diana Krall y, entre otros más, Chet Baker, a quien desconocia por completo... y ahora, cuanto más lo escucho, más me gusta.

Suena triste y dulce a la vez, Chet. Cuando uno lee algo sobre su vida, entiende por qué. Por las dudas, no escuchen The thrill is gone si no están de ocho puntos para arriba en su estado de ánimo. Pero vale la pena. Porque el lamento es parte de la experiencia humana. Y convertirlo en canción también.


sábado, marzo 10, 2007

Notas sobre las lecturas de este domingo

  • Dios tiene un proyecto de libertad y plenitud para cada uno de nosotros. El libro del Éxodo nos relata el comienzo de ese proyecto cuando Dios compromete a Moisés en la liberación del pueblo. Dios va a llevarnos por un camino arduo hacia la tierra prometida.

  • Sin embargo, en este camino muchas veces nos desviamos. Pensamos que hay modos más fáciles, rápidos o prácticos de llegar a la meta. Nos asusta el horizonte, nos cuesta confiar en la promesa. Y así vemos como de un modo u otro el pueblo se desvía en el camino hacia la tierra prometida. Es la experiencia del pecado: de elegir algo que no es Dios, de desesperar de encontrarse con él o pensar que es uno quien puede determinar mejor cuál es el camino a seguir.
  • Pero Dios no quiere que su plan se frustre. Por eso redobla su apuesta y siempre abre posibilidades para que retomemos su camino. Nos invita a convertirnos, a volver hacia la senda original que Él trazó para nosotros. Toda la Escritura es una larga narración de la oferta de Dios, los desvíos del hombre y la renovación de esa propuesta.
  • La plenitud se da en Jesús. Él es la salvación, él es Dios que nos dice que hoy, aquí y ahora, podemos volver. A cada uno, entonces, se nos hace esta invitación a pegar la vuelta, a retomar el camino. Por eso esta invitación con tanta fuerza a la conversión.
  • No se trata simplemente de cambiar alguna conducta, de cambiar “algo”. Sobre todo se trata de seguir buscando a Dios, de estar constantemente en marcha hacia él. La consecuencia del pecado no es un castigo físico, o una desgracia, como advierte Jesús. En esa época muchas veces se pensaba que se podía identificar al pecador o al santo según su prosperidad o su fracaso. Pero Jesús nos dice que la consecuencia del pecado es la esterilidad... quedarse sin vida, sin abrirse a lo que Dios nos quiere revelar y regalar.
  • Esto sólo se puede hacer si alguien confía en nosotros. Y Dios tiene una infinita confianza en nuestra capacidad de dar frutos, de cambiar, de renovarnos.
  • ¿Qué cabe entonces de nuestro lado? No perder la fe en el horizonte ni en que estamos a tiempo. Quizás la tentación más grande sea la de desesperar, la de pensar que estamos más allá del cambio. Descubrir una vez más esta buena noticia puede ayudarnos también a mirar a los demás con más misericordia: nadie está desahuciado, a nadie se le puede negar la posibilidad de que cambie.
  • Cada vez que celebramos la Eucaristía Jesús nos abre un camino nuevo, nos dice que siempre hay una posibilidad más, una oportunidad, una puerta abierta.

martes, marzo 06, 2007

Un texto sobre el sacerdocio

Lo había leído algunas veces y me lo regalaron para mi ordenación. Dicen que fue pertenece a un manuscrito medieval hallado en Salzburgo, Austria. No sé si será así (no he encontrado que en algún esto se certifique), pero ciertamente el texto es lindísimo.


Un sacerdote debe ser pequeño y grande a la vez;

noble de espíritu, como si fuera de sangre real;

simple y natural, como si fuera de raíz campesina;

un héroe en la conquista de sí;

un hombre que ha combatido con Dios;

una fuente de santificación;

un pecador que Dios ha perdonado;

soberano de sus deseos;

un servidor para los tímidos y débiles

que no se abaja ante los potentes

pero se inclina ante los pobres;

discípulo de su Señor;

pastor de Su rebaño;

un mendigo de manos largamente abiertas;

portador de muchísimos dones;

un hombre sobre el campo de batalla;

una madre para confortar a los enfermos;

con la sabiduría de la edad;

con la confianza de un niño;

dirigido hacia lo alto;

con los pies sobre la tierra;

hecho para la alegría;

experto para sufrir;

lejos de toda envidia;

que saber ver lejos;

que habla con franqueza;

un amigo de la paz;

enemigo de la inercia;

fiel para siempre... otro Cristo.

lunes, marzo 05, 2007

Mantener la cultura

Hace un par de años fui a misionar a una comunidad mapuche en el norte de Neuquén. Conocer otra cultura, un estilo de vida que pelea por mantenerse en medio de tanto bombardeo extraño, fue una experiencia profunda que aún sigo meditando.

No siempre es fácil conservar las raíces. Cuando el lenguaje, de modo particular, se diluye y corrompe, mucho de la cultura se pierde.

Un conocido estaba misionando en un paraje cercano. En una conversación con uno de los chicos lugareños le preguntó:

- ¿ Y cómo se dice "gracias" en mapuche?
- Zenkiu, le contestó. Se dice Zenkiu.

Ahora apliquen la fonética.

Una frase de Gustav Thibon

¡No puedo creer que haya tan pocas referencias a Thibon en la Red! Bueno, acá va un mensaje embotellado a la red, para que alguien encuentre aunque sea algo más de él. Una de sus frases que más me gusta:

"Todo lo que no es eternidad recuperada es tiempo perdido."

domingo, marzo 04, 2007

Un texto del Padre Carlos Mugica

"El cristiano es un hombre que vive hacia el futuro, que nunca puede perder el ánimo, porque sabe, se lo dice su fe, que es Dios el que conduce los hilos de su vida y de la historia. Y si mi vida y mi destino están en manos del Señor. ¿Cómo puedo yo sentir miedo o desaliento ante las perspectivas que me ofrece el porvenir?

El Fénix



Desde chico me encantaron los animales fantásticos. Debo haber devorado una buena cantidad de libros relacionados con mitologías, cuentos de hadas y leyendas que involucraban todo tipo de criaturas inverosímiles (una de mis más preciadas posesiones es la "Enciclopedia de las cosas que nunca existieron", que recomiendo ampliamente).

Hubo varias que me fascinaron de un modo especial. Pero ya de chico una de las que más me interesaba era el Ave Fénix, ese pájaro que una y otra vez renacía de sus propias cenizas tras abrasarse en las llamas de su pira funeraria. Años más tarde, descubrí que en varios bestiarios medievales y en discursos teológicos antiguos el Fénix se convirtió en un símbolo de Cristo (como también lo son el Pelícano, el Pez, el Cordero y otros), más específicamente de su resurrección.

Me parece un símbolo fantástico para los cristianos, mujeres y hombres "de constantes comienzos", como decia el hermano Roger. Personas capaces de renacer de sus propias cenizas, esto es, capaces de atravesar el fuego de la crisis para nacer a un modo nuevo de vida, a una etapa distinta. Mujeres y hombres que saben de la noche y la espera, que protegen con sus cenizas el rescoldo de una vida que se resiste a apagarse y sólo está esperando el momento oportuno para volver a encender todo.



Despedirse


No es fácil aceptar que estamos de paso. Que las despedidas son una parte de nuestra vida, algo que debemos aceptar si queremos ser fieles al horizonte que se nos presenta y desafía con su promesa de novedad. Estancarse en una parte del sendero es ser infiel al movimiento que en su momento nos trajo hasta él. Despedirse, entonces, es una dimensión fundamental de la vida, y debe vivirse con serenidad, valentía y agradecimiento, sin negar el dolor. ¿Por qué no habríamos de sentirlo?

En la Biblia los discursos de despedida son un género literario aparte. En ese momento el corazón se desborda y, urgido por la partida, dice lo esencial, lo importante. No se guarda nada ni se diluye en tonterías. A veces nos cuesta ponerle palabras a la despedida porque le dan una impronta más definitiva. Pero creo es el único modo de mirar con agradecimiento lo que se ha recorrido y explicar que no nos vamos por cansancio, bronca o hastío. Es simplemente porque el camino nos convoca una vez más a recorrerlo, y negar su llamado es negar la sangre que corre por nuestras venas.

Por eso quien se despide en serio se anima a hablar. Agradece, pide perdón y aconseja. Como un último sacramento de la presencia. Como una parte de uno que se desprende en la posta. Quizás al final del largo trecho descubramos que todo eso que hoy se siente desgarrado nos está esperando de un modo nuevo y desconcertante al final, en la meta. En el horizonte.

viernes, marzo 02, 2007

Sobre la Eucaristía


Uno de los momentos que más me gusta (y que más desapercibidos suelen pasar) durante la celebración de la Eucaristía es la fracción del pan. La hostia consagrada, tan prolija, se rompe. Es el gesto de la compartida, pero también del sacrificio: Jesús se parte y reparte para que nosotros volvamos a ser uno: con nosotros mismos, con el Padre y entre nosotros. Recibimos a Jesús para entrar en comunión, para superar el desgarrón del pecado, que sólo se sana con la experiencia de la gracia, del amor gratuito que brota de la Pascua.

En ese momento los curas siempre hacemos una oración silenciosa pidiendo una unión cada vez más profunda con Jesús. Luego, al arrodillarme delante del Santísimo, siempre pido dos cosas: poder entregarme cada vez más al servicio de esa comunión por la que él da la vida, y que alguna persona en particular (alguien que tengo en oración por un motivo u otro) pueda adentrarse más hondamente en esta comunión que Jesús regala en la comunión.


El cáliz con la sangre es la ofrenda, el brindis y la acción de gracias por la vida y la Pascua, pero también el signo de la suerte compartida, del destino de amigo que uno quiere abrazar junto con Jesús: el camino de amor y dolor que él recorre e invita a recorrer. Compartir el cáliz con los demás es también compartir el dolor, las búsquedas, la alegría de los otros. Es descubrir que la ofrenda de Jesús es la que constituye la comunidad (Eucaristía que hace la Iglesia), porque compartimos la comunión en la Sangre de Cristo. ¡Qué paradójico que el misterio de la comunión nazca de la entrega de un hombre abandonado! Agustín lo decía muy bien: "Murió él solo para no ser más él solo".

Y de ahí... a la vida, a ser Eucaristía en la vida para los demás: acción de gracias al Padre y ofrenda a los hermanos. Como decía un autor: en la misa nosotros ofrecemos a Jesús, en la vida es Jesús quien nos ofrece a los necesitados de su amor.