Un sacerdote debe ser pequeño y grande a la vez;
noble de espíritu, como si fuera de sangre real;
simple y natural, como si fuera de raíz campesina;
un héroe en la conquista de sí;
un hombre que ha combatido con Dios;
una fuente de santificación;
un pecador que Dios ha perdonado;
soberano de sus deseos;
un servidor para los tímidos y débiles
que no se abaja ante los potentes
pero se inclina ante los pobres;
discípulo de su Señor;
pastor de Su rebaño;
un mendigo de manos largamente abiertas;
portador de muchísimos dones;
un hombre sobre el campo de batalla;
una madre para confortar a los enfermos;
con la sabiduría de la edad;
con la confianza de un niño;
dirigido hacia lo alto;
con los pies sobre la tierra;
hecho para la alegría;
experto para sufrir;
lejos de toda envidia;
que saber ver lejos;
que habla con franqueza;
un amigo de la paz;
enemigo de la inercia;
fiel para siempre... otro Cristo.
1 comentario:
Hace poco le escribí un mail urgente a un gran amigo que tengo -sacerdote él también, al igual que vos- y lo que me apuraba a escribirle era la necesidad de decirle que había comprendido aquello de "lo que ates/desates en la tierra... quedará atado/desatado en el cielo".
Le decía y ahora te digo, que cuán importante es que desate para nosotros el camino hacia Cristo. Ese camino intrincado, lleno de esperanzas y oscuridades. De claridades y oscurantismos. Ciertamente, aquello oscuro, advenedizo, intrincado, es lo que nos tapa el horizonte. Qué necesario es que "nos desaten" el camino. Que nos digan: "no importa, Cristo es más fuerte que todas tus limitaciones, vacilaciones y pecados".
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