Desde el principio, una certeza acompañó mis primeras (y limitadas) intuiciones sobre el sacerdocio, cuando todo era apenas un balbuceo y un empezar. Era la convicción de qu e el sacerdote era alguien profundamente comprometido con la unidad, que trabaja por ella y está a su servicio. No podría especificar de dónde venía esta certeza. Pero allí estaba.
Nada, sin embargo, podría haberme preparado para la experiencia de estos años, breves pero intensos. Descubro que mucho de mis alegrías y tristezas pasan por acá: por el servicio a la unidad, o mejor, a la comunión.
Si tuviera que decir hoy cuál es el hilo conductor del sacerdocio, el núcleo del cual nacen todas las iniciativas, tendría que decir que este: el generar lazos, el despertar a otros a la comunión. Pero no cualquier lazo, sino aquel que nace del corazón de Dios y a él lleva. Lazos profundos, de esos que sólo la artesanía del Espíritu puede crear.
Creo que entender el ministerio desde allí ayuda a integrar y realzar cada una de las múltiples iniciativas y actividades que el sacerdote debe realizar, porque brota del ser mismo de Dios y atraviesa el corazón del hombre, creado a imagen de la Trinidad.
1 comentario:
El camino espiritual de cada ser es diferente y a veces, el de los sacerdotes, es tan unipersonal que es difícil poder acompañarlos y caminar en comunidad.
Una espiritualidad de comunión es la respuesta. Una teología de comunión el sustento. Una liturgia cercana, una formación integral y comunitaria constituyen el camino.
-Que el Señor esté con vos, Padre Eduardo.
-Y también contigo.
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