jueves, agosto 31, 2006

Hacia la paz de corazón

¿Quién no desea la paz? ¿Quién no quisiera sentir la armonía de su ser, del corazón en paz consigo y con todo lo creado? Pero, ¿cómo encontrarla? Quizás un camino sea el de aprender justamente a amar nuestra no-paz, nuestras tensiones. La paz hacia la que caminamos es una pascua, una serenidad que no es ausencia de conflictos, sino, tal vez, la capacidad de convivir con ellos más serenamente.

Como decía aquella historia del jardinero que, al no poder erradicar las malas hierbas de su jardín, buscó la ayuda de especialistas. Estos, al ver que no se podían remover, le dieron un consejo de expertos: "Le sugerimos que aprenda a amarlas".

Tal vez una parte de la paz sea empezar a amar nuestra fragilidad. No para dejar que nos aplaste, sino justamente para hacer del límite algo que no nos destruye, sino un puente para el encuentro con el otro, para sentirnos vulnerables, necesitados de amor y presencia.

Algunos llegan allí, a ese lugar del corazón donde el amor vence al miedo y la paz se hace presente.

"Estoy reconciliado conmigo mismo. Odiarse a uno mismo es más fácil de lo que se cree. La gracia está en olvidarse. Pero si todo el orgullo muriera en nosotros, la gracia de las gracias sería la de amarse humildemente a sí mismo como a cualquiera de los miembros dolientes de Jesucristo". George Bernanos, Diario de un cura rural

lunes, agosto 28, 2006

Recordando a Max Scheler

Cuando estaba cursando los estudios de filosofía del seminario, tropecé con una cita de Max Scheler que me impactó profundamente: "Todo acto humano se proyecta hacia el infinito" (creo que era así, estoy citando de memoria). En ese momento percibí la enorme densidad que puede tener el gesto más cotidiano. Todo nuestro obrar gana en profundidad y responsabilidad.

¿Quién sabe que está gestando ese gesto de cariño pequeño que ahora regalamos? ¿Cómo calcular el poder de un abrazo o una palabra bien dadas? ¿Quién podrá saber las repercusiones de un "sí" o un" no" en el momento justo? En este mundo que parece por momentos marchar más allá de nuestras pequeñas existencias, qué bien nos hace recordar el enorme poder del obrar humano, aún a pesar de las circunstancias.

Hay una voz
más allá de las heridas
más allá del dolor
más allá de las desilusiones,

escuchala
dejá que vuelva abrir la puerta del alma

es la voz
que te dice
no tengas miedo
no tengas miedo
el amor arroja el temor

no temas

sólo ama
sólo ama
dejate amar
creé en lo que el amor ya percibe creciendo en tu interior

no tengas miedo

miércoles, agosto 23, 2006

Una Iglesia solidaria

Amen con sinceridad. Tengan horror al mal y pasión por el bien. Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos. Con solicitud incansable y fervor de espíritu, sirvan al Señor. Alégrense en la esperanza, sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración. Consideren como propias las necesidades de los santos y practiquen generosamente la hospitalidad. Bendigan a los que los persiguen, bendigan y no maldigan nunca. Alégrense con los que están alegres, y lloren con los que lloran. Vivan en armonía unos con otros, no quieran sobresalir, pónganse a la altura de los más humildes. No presuman de sabios. No devuelvan a nadie mal por mal. Procuren hacer el bien delante de todos los hombres. (Rm 12, 9-17)

La Iglesia es el nuevo pueblo de Dios: en la comunidad se va gestando el proyecto del Padre de un mundo unido, de la unión de los hombres entre sí y con Dios. Ese proyecto que nace del amor de Dios y se manifiesta sobre todo en la vida y la misión de Jesús, en su Pascua, de la cual nace la Iglesia.
¿Cuáles son los rasgos que debe tener esta comunidad? Uno de ellos, fundamental, es la solidaridad. Si somos comunidad, no es para vivir encerrados, sino, por el contrario, para ser cada vez más parecidos a Jesús, y por eso mismo, plenamente humanos, plenamente solidarios. Pero atención: la solidaridad es mucho más que acciones puntuales, que una ayuda ocasional. Es una actitud del corazón, un rasgo del corazón de Jesús que queremos plasme nuestro modo de vivir, de ver a los demás y de actuar en consecuencia.

Una comunidad solidaria, una Iglesia solidaria es, antes que nada, una Iglesia que siente todo dolor y toda esperanza humana como propia, una Iglesia que se deja afectar por la situación del mundo que la rodea, especialmente de los más pobres y desvalidos. Y desde allí, actúa, se compromete, pone gestos y palabras frente al dolor del otro. Busca ser en el mundo un reflejo del Dios solidario y liberador que siente como propio el dolor de su pueblo y por eso baja a liberarlo, a caminar con la gente hacia la libertad. Un reflejo de Jesús que se sintió conmovido ante el dolor del leproso, ante la multitud de hombres y mujeres que estaban “como ovejas sin pastor”, ante el sufrimiento de tantas personas que se iban presentando en su camino.

Una Iglesia que busca ser fiel a Jesús y a su Buena Noticia, entonces, es una Iglesia que, como Jesús, se deja guiar por la solidaridad. Que sale al encuentro de los que sufren, que está con la mirada y el corazón al lado de los heridos.

Esta actitud espiritual necesita concretarse en gestos. La primera carta de Juan decía que quien dice amar a Dios, a quien no ve, y no ama a su hermano, a quien ve, es un mentiroso. Desde el principio, la Iglesia se caracterizó por tener una atención especial a los más pobres, y cuanto más pasa el tiempo, más busca estar atenta a los distintos tipos de pobreza y de dolor que se van manifestando en el mundo.

Descubrir que la Iglesia es solidaria nos lleva poner la mirada siempre en el otro, a que seamos una comunidad des-centrada, con el corazón y las manos siempre atentos a las necesidades de los otros. Y esto que no es simplemente una cuestión de emoción: es también compromiso, es animarse a descubrir las causas detrás del dolor y de la injusticia, y denunciarlas.

Es natural sentirse desbordado frente a tanto dolor y pobreza. ¿Qué podemos hacer nosotros? El P. Mamerto Menapace decía: “No tenemos en nuestras manos la solución frente a los problemas del mundo. Pero frente a los problemas del mundo, tenemos nuestras manos”. Será cuestión entonces de ir encontrando donde podemos aportar, cuál es nuestro don, nuestra riqueza, para seguir construyendo una Iglesia solidaria, impulsada por el fuego del amor de Jesús.

El misterio del mal II

Segunda entrega de lo que salió en "Camino para el encuentro" en torno al tema del mal.

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En estos días hemos intentado dar algunos pasos en torno al misterio del mal. Más allá de que este siempre es un hecho que nos desborda, algo nos queda claro: Dios está del lado del hombre frente al misterio del mal. Dios es el liberador y el compañero, el que sufre con nosotros y nos lleva a la salvación.

Y en ningún momento percibimos tanto esto como cuando vemos a Jesús. Jesús ha querido compartir todo con nosotros: toda su vida es el gesto de Dios hacia el hombre que sufre, oprimido por el mal. Cuando cura, cuando consuela a los afligidos, al buscar a los pecadores, Jesús se vuelve la expresión más clara de que el Reino de Dios y el reino del mal están enemistados, que no puede haber lugar para el dolor donde está Dios.

Pero esto no es todo: Jesús no sólo viene a enfrentar el poder del mal. Viene también a sufrirlo, a asumir el misterio del dolor desde adentro. En su pasión y su cruz, en el misterio de su soledad y su experiencia de abandono, en la injusticia de su sufrimiento, vemos que Jesús ha querido vivir bien a fondo la experiencia del mal y del dolor que este produce. Dios llegó hasta el fondo de la experiencia del mal en la cruz para que nadie se sienta tan lejos que Él no pueda alcanzarlo. Hasta el fondo del mal y de la muerte bajó Jesús para que nadie se quede fuera de su abrazo y su presencia, para que aún en el colmo de la soledad y el dolor podamos experimentar su amor.

Por eso la cruz para el cristiano no es un signo de la tortura y del dolor, sino de amor. Jesús nos ha salvado no por sufrir mucho, sino porque llevó el amor a la experiencia del mal, porque nos mostró que se puede experimentar el dolor y la oscuridad y, a pesar de todo, seguir amando.

Una letra de Matisyahu

Para que se hagan una idea de las letras. De todos modos vale la pena escucharlo...

Warrior

You're the son of his majesty
Remember how it used to be
In the light of day it's easy to see
Now it's nighttime
You had to leave

You got separated from the king
Now the water's rushing and you keep trying to swim against the streams
it seems, like you're not moving the many water's gushing you gasp for air
Almost drowning ears ringing, once upon a time we were singing
One day those trees will stand and clap hands
Stream of thought getting caught in the klipa, this place is just a shell, external
Egos swell, that one'll burn ya, we fell a long way down, that eternal frown'll get you
You look vexed it's the dregs, the yetzer hara's lurking
Trying to make us forget we got a job to do
you're a priest and a prince and you can't be moved,
a priest and a prince and you can't be

You're a warrior, Fighting for your soul
Taken from a world above, and brought down to this world below

Re-unite them, re-unite them return the princess to the king,
Re-unite them, re-united, she's been taken for so long
Re-unite them, re-unite them and then she'll be filled with joy
Re-unite them , re-unite them like the days of her youth

Descended to this pit
What's this feeling can't get rid of it
I'm so sick
I Can't seem to shake it
When one retires at night weeping, joy will come in the morning
You made my mountain stand strong

You're a warrior, Fighting for your soul
Taken from a world above, and brought down to this world below

Say like an ancient memory
Remember how it used to be
Close your eyes and breath in
the scent of freedom
Ringing across the sea
Land of milk and honey
One day will wake up from this dream and we'll stop sleeping
Oh, yo, then we'll see clearly

You're a warrior, Fighting for your soul
Taken from a heavens above, and brought down to this world below

Beat Boxing

En estos días vengo escuchando a Matisyahu, un cantante judío ortodoxo que hace una mezcla (a mi gusto genial) entre reggae, hip-hop y canción hebrea tradicional. Además de que tiene mucho ritmo y unas letras geniales, algo que me encanta es que hace beat boxing, es decir, percusión con su boca. Lo cual me dejó pensando que al final el primer instrumento musical siempre es el cuerpo. Y me parece glorioso esto de poder convertir el propio cuerpo en ritmo. Convertirse en música... hacerse canción, hacerse ritmo... debe ser algo casi místico...

lunes, agosto 21, 2006

Dejarse amar III

Cuando nos vamos animando a amar, muy pronto aparecen las heridas. Aquello que nos da miedo, nuestra fragilidad, nuestro niño herido se anima a salir a la luz cuando el amor se hace presente. Esto puede parecer paradójico, pero mucha veces el amor antes que llevar a la serenidad dispara la crisis. Se tambalean seguridades, aparecen los miedos, el pasado llega para asustarnos diciendo que una vez más seremos lastimados, que esta vez tampoco seremos bien amados o que no tendremos la fuerza para amar bien. Con el amor viene la crisis, la constatación de que nuestro corazón no está tan bien equipado como nos gustaría.

Pero ese es sólo el primer momento del amor... el momento purgativo, me animaría a decir. Si nos animamos a confiar en medio de la oscuridad, llevados de la mano del amor, si descubrimos que el amor que se nos regala es más grande y fuerte que nuestras lastimaduras... entonces podemos ir más allá de las heridas. Estas no siempre desaparecen, pero sí se transfiguran.. podemos acariciar nuestro dolor, amar nuestra fragilidad o al menos vivir con ella más serenamente.

Sin embargo, la oscuridad siempre aparece. No hay que tenerle miedo, pero tampoco ignorar que estará, y saber que a veces la voz de las heridas clama con fuerza. Sin embargo, con el paso del tiempo, vamos descubriendo ese sonido sutil en medio de los clamores, el murmullo del manantial que nos lleva a nuestro centro más profundo, al dar y recibir... y ese sonido se vuelve la melodía de fondo de la existencia.

viernes, agosto 18, 2006

Sacramentos: el mate

El mate tiene la particularidad de ser algo sumamente sencillo pero a la vez provisto de una ritualidad profunda. La liturgia de su preparación en esta época de té y café instantáneo es un espacio privilegiado para detenerse y volver a descubrir el tiempo para el encuentro, para saborear las cosas (¡el otro día me enteré que existen cursos de cata de mate!).

Preparar la yerba, ajustar la bombilla, llevar el agua al punto exacto... cada uno tiene sus mañas y sus gustos. Con poca cosa se hace mucho y el mate se vuelve también expresión de uno mismo.

Es un sacramento del encuentro porque la compartida misma va haciendo que uno tenga que detenerse, escuchar al otro, tomarse el tiempo también para contestar. Si uno lo toma solo, ir cebando de a ratos ayuda a frenar la vorágine de la mente.

Sabe estimular pero de a poco, trayendo sabor y despertando despacito, sin apurarse... como para aprender que a las cosas se les toma el gusto con serenidad. Así deja regusto por mucho tiempo. Lo que llega despacio también tarda en irse y así es con el mate.

Para mí es un ritual fundamental, compañero de ratos largos de oración y también de charlas con amigos, de escucha y respuesta rumiada, saboreada lentamente... como un buen mate.

El amor de quien quiero hablar

Cristóbal Fones es un jesuita chileno que compone y canta canciones muy buenas y profundas. Entre otras que me vienen ayudando a rezar, está esta que dedicada al corazón de Jesús con letra del jesuita Jorge Méndez. La comparto aquí. Yo también quiero hablar de ese amor.

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Quiero hablar de un amor infinito,
que se vuelve niño frágil;

amor de hombre humillado.

Quiero hablar de un amor apasionado.


Con dolor carga nuestros pecados,

siendo rey, se vuelve esclavo;

fuego de amor poderoso,
salvador, humilde, fiel silencioso.

Amor que abre sus brazos de acogida;

quiero hablar del camino hacia la vida.

Corazón paciente, amor ardiente;
quiero hablar de aquél que vence a la muerte.

Quiero hablar de un amor generoso,
que hace y calla, amor a todos;

buscándonos todo el tiempo,

esperando la respuesta, el encuentro.


Quiero hablar de un amor diferente,

misterioso, inclaudicable;

amor que vence en la cruz.

Quiero hablar del
Corazón de Jesús.

miércoles, agosto 16, 2006

Camino a la ordenación


Parece mentira pero en menos de tres meses junto con dos compañeros más vamos a ser ordenados sacerdotes. Este 27 de octubre será el día de nuestra Pascua, de nuestro paso... a una vida nueva, a una nueva etapa.

Es tradición que el grupo de sacerdotes elija un lema de ordenación, una frase que sintetice lo que ellos desean vivir en su ministerio. Nosotros elegimos "Vivan en la acción de gracias", de Colosenses 3, 15b. Una traducción más literal sería algo así como "Sean agradecidos", o eujaristoi ("¡eucarísticos!").

Nosotros vamos a ser hombres de la acción de gracias. La eucaristía, la acción de gracias, la misa, va a ser el centro de nuestras vidas. La celebración donde llevemos todo lo vivido cada día, lo que la gente trae como búsqueda, alegría, dolor, anhelo, esperanza, angustia... para entrar juntos en la gran acción de gracias de Jesús al Padre. Jesús, que dio gracias y puso un signo de amor en medio de la soledad, la angustia y la cercanía de la muerte. El momento de la máxima soledad es el del máximo don, la plena entrega. Yo quisiera estar al servicio de ese amor.

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"La palabra Eucaristía significa, literalmente, "acción de gracias". Una vida eucarística debe ser vivida con agradecimiento. La historia de los dos amigos que iban a Emaús, que estambién nuestra propia historia, nos ha mostrada que el agradecimiento no es una actitud obvia ante la vida. El agradecimiento necesita ser descubierto y vivido con gran finura interior. Nuestras pérdidas, nuestras experiencias de rechazo y abandono y nuestros muchos momentos de desilusión no dejan de arrastrarnos a la ira, la amargura y el resentimiento. [...]

Jesús nos dio la Eucaristía para que pudiéramos optar por el agradecimiento. Es ésta una opción que nosotros mismos tenemos que tomar y que nadie puede tomar por nosotros.
[...]

Podemos elegir dejar al desconocido que prosiga su viaje y siga siendo un extraño. Pero también podemos invitarlo a nuestra intimidad, dejarle que toque cada partícula de nuestro ser y tranforme nuestros resentimientos en agradecimiento."

Henry Nouwen, Con el corazón en ascuas, pp. 101-103.

Requiem por una bicicleta

Me la regalaron hace tan poco... vino con la ordenación diaconal, sencilla y luminosa, con la simplicidad que necesitaba. El nombre vino rápido: "La Sufrida". Pobre bici, tenía que cargar con mis (en ese momento, ya bajé diez kg) 93 sin queja y sin resuello. Sin mucho uso, la dieta me hizo sacarla a tiempo y destiempo, y nos estábamos llevando bien.


El preludio del fin fue hace una semana. El pedal se cayó mientras subía el túnel de las cuatro barreras. La llevé a arreglar, seguro de la sonrisa del dueño de la bicicletería. ¿Cómo imaginar que diez días después se repetiría el episodio? Sin bicicleterías y con el tiempo justo, la dejé encadenada confiando en volver a la brevedad. La vorágine de la pastoral hizo que ese momento se demorara hasta un par de días. Entonces me topé con la aplastante realidad, o mejor, me topé con la nada, el vacío de bicicleta, y de candado. Tuve que salir a caminar un rato para sacerme la bronca.

¡Oh experiencia, linterna que iluminas hacia atrás, qué magro es tu consuelo! Ahora sólo me queda esperar, ahorrar, y ser más prudente la próxima vez.

miércoles, agosto 09, 2006

El misterio del mal

Hace un par de meses empecé un programa en la radio parroquial, llamado "Camino para el encuentro". Son pequeñas meditaciones que acompañan la catequesis. Esta semana y la siguiente sale el tema del mal. Esto es lo que fue saliendo de mi reflexión.

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A lo largo de la historia, el ser humano se ha preguntado siempre ¿por qué pasan cosas malas? ¿Por qué el hombre elige muchas veces hacer mal a los otros, por qué el crimen, las guerras? Pareciera que la capacidad del hombre para lastimar y lastimarse no tiene límites. Más todavía nos cuestiona el sufrimiento del inocente. ¿Por qué sufren los niños, por qué las catástrofes naturales que, para colmo, parecen atacar preferentemente las zonas más desprotegidas de la tierra? ¿Por qué personas justas sufren persecución mientras que tantos culpables siguen libres de poder dañar a los demás? ¿Por qué las injusticias? Para el creyente, estas preguntas son más que planteos teóricos. En seguida nos sale cuestionarlo a Dios. ¿Qué pasó en el campo del mundo que de golpe hay semilla mala? ¿Cómo es posible? No es verdad que el misterio del mal sea más fácil de aceptar para el creyente; más bien al contrario. ¿Cómo conciliar a un Dios que es amor con la muerte injusta de tantos niños, con el sufrimiento de tantos hombres y mujeres inocentes?

Frente al escándalo que nos produce el mal, algunos eligen desterrar a Dios: Si pasan cosas malas, es que Dios no existe. Otros dicen: El mal existe, pero no es culpa de Dios. Pero entonces pareciera que Dios y el mal no tienen nada que ver, que Dios no tiene nada para decir sobre el mal.

La reacción creyente al enfrentar el escándalo del mal no debiera ser simplemente la de excusar a Dios. Como cristianos tenemos derecho a preguntarnos y preguntarle a Dios sobre el mal, porque es una parte de nuestra vida y una realidad que, por su peso y su importancia, tiene que ver también con nuestra fe. Creo que un peligro es querer buscar soluciones fáciles, o respuestas hechas. Y frente a esto, es bueno recordar que el mal es un misterio, es decir, una realidad que nos desborda, que nunca se puede terminar de explicar.

Sin embargo, Dios tiene una palabra para decir frente al mal, Dios está en contra del mal. La respuesta que Dios nos va a dar, sin embargo, no será una explicación teórica. Frente al mal, Dios se compromete: vence al mal con amor. Nosotros creemos en el Dios liberador, que siente el dolor de los demás como propio, el Dios que quiere participar de nuestras luchas y que se deja tocar por nuestros interrogantes. Animarse a preguntar es parte de la experiencia de la fe, y parte del camino para ser más libres. Como se animó a preguntar Jesús al decir “Dios mío, ¿por qué me abandonaste?”

lunes, agosto 07, 2006

Andar descalzo

Para hombres de pies grandes como los míos, poco adaptables al zapato contemporáneo, la sandalia es un oasis... y andar descalzo la tierra prometida.

Caminar sin nada entre el suelo y uno, dejar que el fresco del piso despierte al cuerpo desde abajo. Si es por el pasto, percibir que las hojas se cuelen entre los dedos. Si es en la arena, sentir como se amoldan los granos al pie. Y quizás, animarse a que el agua se arrime.

De golpe, poner los pies sobre la tierra es algo más concreto de lo que me hubiera imaginado. Y más sanador también.

jueves, agosto 03, 2006

En una misma línea...

... les dejo este texto de un libro muy interesante que estoy re-leyendo:

No puedes amar a otro si no estás empeñado al mismo itempo en la obra espiritual, hermosa pero difícil, de aprender a amarte a ti mismo. Cada uno de nosotros tiene al nivel del alma un manantial enriquecedor de amor. En otras palabras, no necesitas buscar fuera de ti el significado del amor. Esto no es egoísmo ni narcicismo, obsesiones negativas sobre la necesidad de ser amado. Por el contrario, es el manantial del amor en el corazón. Por su necesidad de amor, las personas que llevan una vida solitaria suelen tropezar con este gran manantial interior. Aprender a despertar con sus murmullos la profunda fuente interior de amor. No se trata de obligarte a amarte a ti mismo, sino de ser reservado, de incitar a ese manantial de amor que constituye tu naturaleza más profunda a surcar toda tu vida. Cuando esto sucede, la tierra endurecida de tu interior vuelve a ablandarse. La falta de amor lo endurece todo. No hay mayor soledad en el mundo que la del que se ha vuelto duro o frío. El resentimiento y la frialdad son la derrota final.

Si descubres que te has endurecido, uno de los dones que debes otorgarte es el del manantial interior. Incita a esta fuente interior a que se libere. Remueve el sarro dentro de ti a fin de que poco a poco, en una bella ósmosis esas aguas nutricies penetren e inunden la arcilla endurecida de tu corazón. Donde antes había tierra dura, yerma, impermeable, muerta, ahora hay crecimiento, color, nutrición y vida que fluyen del hermoso manantial del amor. Ésta es una de las formas más fecundas de transfigurar la negatividad que hay en nosotros.

Se te envía aquí a aprender a amar y recibir amor. El mayor don que el nuevo amor trae a tu vida es el despertar del amor oculto en tu interior. Te vuelve independiente. Ahora puedes acercarte al otro, no por necesidad ni con el aparato agotador de la proyección, sino por auténtica intimidad, afinidad y comunión. Es una liberación. El amor debería liberarte. Te liberas de esa necesidad ávida y abrasadora que te impulsa continuamente a buscar afirmación, respeto y significación en cosas y personas fuera de ti. Ser santo es hallar la propia patria, poder descansar en esa casa de comunión y arraigo que llamamos alma.

John O’Donohue, Anam Cara, pp. 44-45, Eds. Planeta.

Dejarse amar II

Me pidieron que siguiera escribiendo sobre esto... con un poco de temor a repetirme, sigo viendo qué puedo sacar de esto.

Don Físico hablaba del miedo que tenemos a no poder responder bien al amor. A veces nos da miedo amar porque ¿y si no nos sale? ¿Y si nos quedamos a mitad de camino? ¿Y si no podemos ser fieles al amor recibido? ¿Será trigo o cizaña nuestro amor? Cuando empezamos, imposible saber. Y entonces más de una amistad, relación de pareja, o cualquier otro vínculo quedan truncos antes de empezar. Segamos la posibilidad por miedo a la desilusión.

Se me ocurren dos cosas. La primera es que cómo hemos sido amados repercute en la confianza que podamos o no tener en nuestra capacidad de amar. Cuando las lastimaduras son grandes, cuando no hemos sido bien queridos, es más difícil también animarse a amar. Los huecos del amor nos van haciendo que el camino sea más accidentado. Conocer esos huecos es una tarea fundamental, pero sobre todo, llenarlos con una ternura más grande que ellos. Cuando podemos experimentar ese amor mayor, descubrimos que el amor tiene nombre de redención, de rescate. Más de uno de nosotros tendremos la experiencia de un amor que nos ha salvado de nosotros mismos, de caer en la melancolía o la desesperación. De que en las horas oscuras se nos ha tendido una mano. Alguien ha impedido que caigamos del todo en el abismo.

La segunda es que cuando somos amados, somos liberados para dar amor también. Un amor que sojuzga y no permite devolver el amor no es amor de verdad. Si no hay reciprocidad, recibir y dar, algo falla. Si el amor del otro no me hace más libre, más autónomo, algo no está bien. La gracia del amor nos da una renovada habilidad para amar. Poder decir "Yo también te quiero" es una de las experiencias más bellas que hay. Es descubrir que podemos amar, no a pesar de nuestras heridas, sino inclusive gracias a ellas, porque han sido surcos para que en ellas se cuele el don... y así aprendamos a amar. Porque lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado, como decía Bernárdez. Porque en el dolor que nos da a aveces nuestra incapacidad para amar, puede estar anidando un amor nuevo. Quizás más sencillo y humilde. Pero por eso mismo infinitamente más real.