martes, junio 27, 2006

Y todo terminará bien

Releyendo la Revelación del amor divino de Juliana de Norwich, una mística inglesa del Siglo XIV, vuelvo a maravillarme de uno de los pasajes más conocidos de esta espiritual relativamente ignota, al menos para estos parajes argentinos. En un momento de su obra dialoga con Jesús crucificado, y le pregutna por el sentido del pecado. ¿Por qué Dios no frenó de antemano el pecado? Así todo hubiera terminado bien. Y Jesús entonces le contesta:

"Es verdad que el pecado es la causa de todo este dolor, pero todo terminará bien, y todo terminará bien, y todas las cosas terminarán bien". Dijo esto con tanta ternura, sin echarme la culpa a mí o a nadie más...


Al mismo tiempo que leí estas frases por primera vez, recibí una estampa con la imagen del crucifijo que está en el castillo de la familia de S. Francisco Javier. Este crucifijo tiene una particularidad: en él, Jesús sonríe. No puedo evitar pensar que es la sonrisa de saber que, en la Pascua, Dios se ha asegurado que "todo terminará bien". Cuando la angustia me asalta, cuando mi futuro se hace incierto, me repito estas palabras que Juliana pone en boca de Cristo, recuerdo la imagen... y yo también sonrío.


lunes, junio 26, 2006

Color Esperanza

El tiempo durante el año empezó hace dos semanas, pero este es el primer domingo que se nota más, porque las fiestas de Trinidad y Cuerpo y Sangre del Señor prolongan un poquito más el clima pascual. Mañana posteo "las sobras de ayer", esto es, un apunte sobre los textos del domingo (por si alguien quiere recalentar en microondas en algún momento de hambre o desea picotear algo en la semana).

Me gustó ver hoy a la Iglesia una vez más de verde. Nos toca volver a lo cotidiano con un espíritu renovado, subirse a la barca, andar los caminos del día a día con Jesús de Nazaret, iluminados, sí, por la Pascua, pero en lo concreto del camino que nos toca ahora. Por eso el verde: el color de lo que ya empieza a ser, pero todavía no.. el color de lo que falta aún madurar. Pero por eso mismo, también un color de esperanza. De lo que empieza a crecer pero aún no es cosecha. Será cuestión de descubrir, ahora, donde está empezando a hacerse Pascua nuestra vida, donde empieza a haber brotes de Evangelio en medio del trajín diario.

sábado, junio 24, 2006

Corazón de Jesús

Dame, Señor, la gracia de ser
el hombre con el corazón traspasado,
única forma de ser tu sacerdote.
Karl Rahner


Ayudame a mirar más hondo, a percibir dónde la vida se está haciendo Pascua en medio de la muerte, a encontrar tu verdad que puja hacia la luz, a que la gente descubra que vos estás con ellos, caminando a su lado... partir el pan será ayudar a que te reconozcan.
Enseñame las palabras del amor, las que tocan el alma para hacerse vida y abrazo, las que dan luz porque son tuyas y llevan el acento del cielo. Que pueda regalarme y regalarte en cada una de ellas. Cada caricia será tuya, cada mirada un reflejo.
Belleza escondida, que tocás a la puerta en la hora oscura, para que la roca se haga una vez más manantial... corazón ardiente, todo para Dios, todo para los hermanos... que pueda vivir en tu corazón, que me atreva a dejar traspasar por el amor y el dolor, el tuyo y el de los hermanos... que no tenga miedo de vivir con el corazón expuesto, como lo hiciste vos. Misterio de fuego, hoguera de cruz y amor, corazón ardiente, corazón amigo, cada latido amor entregado... en vos confío, con vos me animo, por vos me entrego.

Para avivar la esperanza

Estoy releyendo por enésima vez la "Meditación para tiempos difíciles" del Cardenal Pironio. Es uno de los textos más bellos que he leído en mi vida. Transcribo nomás dos pedacitos de esta pequeña obra que parece haber sido escrita esta misma mañana después de leer los diarios.

"Pero hoy hacen falta más que nunca profetas de esperanza. Verdaderos profetas -hombres enteramente poseídos por el Espíritu Santo- de una esperanza verdadera. Es decir, hombres desinstalados y contemplativos que saben vivir en la pobreza, la fortaleza y el amor del Espíritu Santo, y que por eso se convierten en ardientes y serenos testigos de la Pascua. Que nos hablan abiertamente del Padre, nos muestran a Jesús y nos comunican el don de su Espíritu."

"Jesús no anula los tiempos difíciles. Tampoco los hace fáciles. Simplemente los convierte en gracia."

domingo, junio 18, 2006

En la fiesta de María

Recientemente me regalaron un par de imágenes de la Virgen hechas por carmelitas del Japón en el estilo del arte local. Una de ellas me suscitó la siguiente reflexión. Es un cuadro de María invocada como "causa de nuestra alegría".

En las manos de María está Jesús, nuestra alegría verdadera, aquella que nadie nos podrá quitar. La presencia de María es portadora de alegría porque es portadora de Jesús. Así como en la visitación Isabel y Juan Bautista se alegran porque con María viene también Jesús, más de una vez la alegría es signo de una presencia escondida de Jesús. Los que creen, como Isabel, intuyen detrás del gozo...

María sabe de la alegría en clave cristiana, que siempre será en clave pascual. Es la alegría que sabe convivir con el dolor, con la inquietud, porque abreva en la certeza de que Dios nos ama y no nos abandona, pero tampoco nos adormece. El gozo cristiano es un gozo realista. Es la canción cosechada después de regar con lágrimas. El gozo de María es el de haber parido a Jesús para el mundo y parir después su fe de discípula entre las oscuridades de la cruz, donde se gestaba el nuevo nacimiento de los hombres, que ella recibía como Madre en la figura del discípulo amado y que estallaría en Pentecostés. Una y otra vez, el Espíritu guió a María hacia la confianza en la fidelidad de Dios, para quien nada es imposible. El Espíritu, cuyo fruto es el amor y la alegría.

María hoy intercede por nosotros para que podamos vivir ese gozo, esa alegría profunda porque tiene sus raíces en el misterio de la Pascua, y por eso mismo brota en el seno de la oscuridad, donde muchas veces se está formando la alegría del mañana.

sábado, junio 17, 2006

Un icono de la oración

El hombre que aparece en esta foto es Pedro Arrupe, quien fuera superior general de los jesuitas antes del actual, Hans Kolkenbach. Vivió muchos años en Japón (estuvo allí cuando cayó la bomba atómica), y de allí tomó el gustó de rezar en la postura acostumbrada por los orientales. Me encanta esta foto. No sólo por ser de alguien a quien admiro y leo. Sino por la belleza de su simplicidad. Los zapatos a un costado; la sotana; el rostro tierno y sereno; las manos abiertas hacia abajo; la luz misma discreta; y la cruz insinuada por el panel, detrás del cual espiamos el misterio que siempre es el encuentro del otro con Dios. Además, es un icono de encuentro: un occidental rezando como oriental; un cristiano en postura budista. Pero, quizás lo que más me gusta de esta imagen es que me despierta un deseo enorme de orar, de abrirme en silencio a la brisa suave, de beber sorbitos de amor, serenidad y comunión. Como haría el P. Arrupe.


jueves, junio 15, 2006

No me pude resistir

Tener un ninja en el blog es un pequeño modo de cumplir un sueño de la infancia. ¿Cómo resistirme? ¡Gracias Xavmp por el dato!

Ninja!

Anticipo del cielo


Éste es el salón de lectura del British Museum. Lo encontré navegando y flasheé. No digo que mi cielo sea sólo esto (habrá también gente querida, picadas eternas, acequias, buena música...). ¡Pero tiene que haber un salón que sea por lo menos así de bueno!


miércoles, junio 14, 2006

Sobre los ritos

Hace un tiempo leí una frase que me gustó mucho (si mal no me acuerdo era de un psicólogo llamado Schellenbaum): "la cabeza siempre pide algo distinto, pero el corazón siempre quiere lo mismo". Hoy por momentos pareciera que estamos entonces viviendo más desde la cabeza que del corazón, y quizás por eso, en parte, hay tanto vacío emocional... ¿no hay demasiada gente ya buscando aferrar el agua con las manos, buscando saciarse en cisternas agrietadas, como decía Jeremías?

Lo interesante es que esta frase estaba en un libro sobre los ritos (no sólo los ritos religiosos, sino los ritos en general). El rito responde a esta necesidad profunda del corazón humano. Su valor consiste justamente en su repetición. Attenti, sin embargo, porque la repetición no es mecánica, sino consciente y natural, es decir, hecha como algo que brota de lo profundo de tal modo que parece ser casi espontáneo. Por paradójico que suene, esta naturalidad no se obtiene en la mayoría de las veces sino con un cierto esfuerzo y dedicación, como cuando vemos a un pianista desplegarse sobre el piano y parece que tocara esa misma pieza desde que nació, sin poder intuir el trabajo detrás de esa ejecución.

Es sumamente sanador descubrir esos ritos como espacios donde recobramos sentido, donde la realidad gana en densidad, donde nos abrimos a una comprensión y una experiencia más profunda de nosotros mismos, de nuestra historia, de los demás y también de Dios. Y es justamente su repetición la que hace que uno entre progresivamente en su riqueza y en el propio hondón.

Habrá ritos más cotidianos y otros reservados a los momentos nucleares de la vida, pero aún estos últimos necesitan algún tipo de actualización o recordatorio para que no los olvidemos, para que sigamos abrevando en la riqueza que nos regalan.

Un par de textos que recomiendo para profundizar en este tema son El gozo de vivir. Rituales que sanan, de Anselm Grün, y releer el diálogo con el zorro del Principito de Saint-Exupéry.

martes, junio 13, 2006

Después de ver "Los Coristas"...

... me vuelvo a maravillar del enorme poder de la belleza para tocar el corazón humano, para sacar de él lo mejor que tiene de sí. No a la fuerza, sino enamorando, despertando las fíbras más profundas del alma que a veces el dolor y la traición de la confianza han ocultado para resguardarlas, a la espera de que la belleza venga a su rescate.
Como dice el "Himno a la Noche" de Rameau, que en un momento de la película los chicos entonan, "¿Hay una verdad más dulce que la esperanza?".
Probablemente tuviera razón Dostoievsky cuando dijo que "sólo la belleza salvará al mundo".

lunes, junio 12, 2006

Un Dios enamorado

Como hace muy poco me mudé a mi flamante parroquia (estuvimos de obra), estos días me tuvieron ocupado en el desempaque y organización de mi biblioteca, oportunidad excelente para leer párrafos amados y encontrarse con viejos amigos. Cuando terminé de leer mi post sobre la Trinidad, me di cuenta que en un momento había escrito que los Tres están "enamorados de lo que han creado". Esa expresión tan linda no es mía, sino de Sta. Catalina de Siena (le debo un post desde el 29 de abril que ya está viniendo). Y la saqué de esta parte de su opera magna, que es "El Diálogo":

¡Oh Padre eterno, fuego y abismo de caridad; eterna belleza, sabiduría eterna, bondad eterna, clemencia, esperanza y refugio de los pecadores; generosidad inestimable, eterno e infinito bien; amor loco! ¿Es que necesitas de la criatura? Eso me parece, puesto que obras como si no pudieras vivir sin ella, siendo así que tú eras la causa de su vida, pues la vida de todas las cosas depende de ti y sin ti nadie vive. ¿Cómo has enloquecido de este modo? Porque te has enamorado de lo que has creado, te has complacido y alegrado por causa de ella. Como embriagado andas buscando su salvación, cuando ella te huye. Tú las vas cercando; ella se aleja y tú te acercas a ella. No podías acercarte más que tomando su humanidad.
¿Y qué diré? Haré como un balbuciente: Diré "A, a, a", porque no sé qué otra cosa decir, pues la lengua finita no puede expresar el afecto del alma que infinitamente te desea.

El Diálogo, n. 153.

sábado, junio 10, 2006

Homenaje a "Campo M"

La misa había terminado tarrde y cuando salió al atrio había poca gente y el frío se llevaba a los últimos... algún que otro valiente se animaba a seguir conversando, y se prendió a charlar. Ni escuchó cuando de atrás se le acercó un grupo de gente. Cuando uno de los que estaba charlando con él miró por encima de su hombre se dio vuelta y encontró a dos mujeres y algunos chicos. Antes de escucharlos hablar ya sabía que eran peruanos, en el barrio había muchos.

- Padre tiene que venir a bendecir nuestra casa, dijo una de las mujeres, la más anciana.
- Claro, contestó él, perá que agarro la agenda y arreglamos, así...
- No, Padre, tiene que ser ahora, por favor... Antes que se haga muy de noche.
Los ojos mostraban una urgencia que no llegaba a la voz. Asintió, buscó rápido su Biblia y su hisopo con agua bendita y salieron.

Eran nuevos en el barriio y acababan de conseguir una casa, muy barata, muy buena y muy rápido. El tema era que el dueño anterior se había suicidado. Y algo no se sentía bien allí.

Él se puso un poco nervioso, sin saber por qué. Hasta ahora, casi siempre que tenía una bendición era por algo raro: "me hicieron un trabajo", "el dueño anterior era brujo", "me parece que alguien me quiere hacer daño". Pero acá había algo más, algo verdadero. O quizás era el frío, la noche en el barrio que hacía todo un poco más amenazador... Se repitió a sí mismo esto último y entró en la casa.

Adentro había más familiares, todos silenciosos y de pie. "Parece un responso sin muerto", pensó. No procuró sonreír ni siquiera saludar demasiado efusivamente. La atmósfera era... densa, no había otro modo de describirla.
Empezó a rezar y salpicó las paredes con agua bendita. Ya estaba guardando la Biblia cuando la mujer le dijo:

- Espere, Padre, tiene que venir al lugar donde él se suicidó. Por favor.

Salieron a un jardín maltrecho que tenía contra una de las medianeras un cobertizo grande. Entró, ella lo seguía.

La densidad aquí aumentó... algo lo hacía casi palpar el aire. Una presencia, como si el aire fuera viscoso e intentara ahogarlo... como si algo latiera aún, o murmurara desde algún recodo del lugar.

Le dijo a la mujer que rezaran por este hombre, por todos los de la casa. Dijo una oración por los difuntos y el agua bendita se derramó generosamente por el cobertizo.

Cruzó la puerta saludando apurado a cada uno, y caminó solo, desgranando un par de oraciones por esa gente, intentando olvidar.

Para la fiesta de la Trinidad


La fiesta de la Trinidad es una de las solemnidades que más me gusta del año, y, lamentablemente, me parece que una de las más descuidadas... los curas más de una vez no saben qué decir, y más de uno se pierde en peroraciones teológicas (como las del prefacio de la fiesta, que es lamentable).
Y sin embargo, ¡acá estamos tocando el corazón de nuestra fe, de nuestra identidad cristiana! Creer que Dios es Trinidad es entender que el hombre está llamado a la comunión, al encuentro, a la donación de sí... porque todas estas cosas son el mismo ser de Dios, del cual somos imagen y semejanza.


Nada puede agotar este misterio. Siempre nos valemos de símbolos (¿quién podría definir el amor?), que son imperfectos pero los necesitamos porque el dinamismo del amor nos lleva siempre a expresarnos (¿quién podría expresar el amor sin gestos y palabras, por más que estos nunca terminan de plasmar lo que sentimos?). Aquí muestro una imagen que me gusta mucho y que se va haciendo más conocida. Surfeando la red descubrí que la hizo una monja alemana dominica llamada Caritas Müller (desconozco si la idea original es de ella). Yo tengo la suerte de verla adornar la capilla del Santísimo del templo de mi parroquia.




En el centro está el hombre. La Trinidad pone al hombre en el centro, enamorada de lo que ha creado... el hombre está herido, medio muerto... pero la misericordia de la Trinidad lo recibe.

A la derecha está el Padre, abrazándolo y besándolo como el padre misericordioso de la parábola (Cf. Lc 15). Toda la humanidad entra en este abrazo tierno.


A la izquierda está el Hijo. Jesús lava los pies y los besa. Las llagas nos muestran que es el Resucitado. Por la Pascua de Jesús sabemos que Dios está de parte del hombre que sufre, y que la Trinidad "ha venido a nuestro valle" para compartir nuestro dolor y llenarlo con su presencia.

Arriba está el Espíritu Santo, paloma y fuego a la vez, a punto de entrar en el corazón del hombre para resucitarlo y darle vida eterna, la vida que sólo Dios puede dar... la vida que es estar en comunión con la Trinidad y con todos los hombres...

Que la Trinidad nos enseñe a vivir "a su estilo", en comunión y diversidad, en misión y unidad permanente y gozosa.

jueves, junio 08, 2006

Un texto de Anselm Grün

"Mis manos fueron ungidas en mi ordenación sacerdotal. El óleo no es sólo un símbolo del Espíritu Santo, sino también de la ternura de Dios. Mis manos siempre me recuerdan que debo compartir el amor de Dios. No se trata de tenerlo todo siempre a punto, de organizar la parroquia estupendamente, sino de acercarse a los hombres con ternura y transmitirles que las manos de Dios son buenas manos. Dios ha escrito los nombres de los hombres en mis manos y mi nombre en las suyas.

A menudo siento que mis manos están vacías: no tengo nada que ofrecer. No entiendo el misterio de Dios, no me entiendo a mí mismo. Y, sin embargo, mis manos deben dar. Sólo pueden dar lo que reciben una y otra vez. Me consuela saber que incluso con mis manos vacías soy capaz de dar; sólo las manos vacías pueden recibir lo que Dios deposita en ellas sin descanso. No obstante, es doloroso no tener "nada" en las manos. Las palabras que predico en mis sermones no parecen reales; no las puedo repetir, pues suenan huecas. Lo que he aprendido, se me escapa entre los dedos. No cosecho éxito alguno en mi trabajo. La experiencia de muchos sacerdotes es dolorosa, porque a pesar de tener las manos cansadas de tanto bregar, la iglesia está cada vez más vacía. Yo creo que ser sacerdote significa presentar incesantemente a Dios la propia impotencia y alzar ante él las manos vacías. Con todo, creoque mis manos ungidas son un signo de esperanza, ya que transmiten la bendición de Dios aunque ellas no la experimenten, porque Él no es propiedad de mis manos."

El orden sacerdotal, pp. 51-52.

viernes, junio 02, 2006

Ven Espíritu Santo


Somos tierra reseca, garganta sedienta, estepa y glaciar, soledad y mudez.
Sólo vos podés transformarnos, convertirnos....
Artesano de lo humilde, tejé con nuestra pobreza las redes de la Iglesia, pintá el rostro de Cristo en la comunidad.
Agua viva, hacé que despierten las semillas del Verbo escondidas en el mundo.
Fuego sagrado, despertá en nosotros el ardor de la entrega, hace de nuestra vida ofrenda permanente.
Como antes, más que antes...¡te invocamos!

Sólo el amor salva

Cada día estoy más impresionado de descubrir, al mismo tiempo que la enorme capacidad del ser humano para hacerse mal y hacer mal a los demás, su más increíble capacidad para amar y remontar historias de vida durísimas que cualquier cálculo humano diagnosticaría como desahuciadas. Cada historia única, sagrada, con su complejidad (a veces enorme complejidad) y sus heridas. Pero siempre hay un punto en común. Todas estas historias, todas estas personas, todas estas heridas cambian su rumbo cuando aparece el amor. Lo único que cambia la orientación hacia la tragedia de tantas existencias... es que en algún recodo del camino aparezca una persona que las quiera, que las ame. Y entonces todo da un giro de ciento ochenta grados.

Lo que no logra el miedo, el poder o la plata, lo logra el amor, con mucho menos. El amor salva. Sólo el amor salva.