San Sergio de Radonezh confiaba en que “por la contemplación de la Santa Trinidad venzan el odio desgarrador del mundo” todos aquellos que se sumerjan en el misterio de Dios. Frente a la bronca, la competitividad, el deseo de vencer a toda costa y de aplastar al otro; frente a la indiferencia y la injusticia que agrandan los abismos; frente al egoísmo y el pecado… entrar en el misterio de amor ofrecido, del don constante de sí mismo que uno descubre en el corazón de Dios.
Pienso que el cristiano de hoy tiene que ser especialmente consciente de su raíz trinitaria si quiere aportar algo a este mundo roto y cansado. En la Eucaristía, contemplar y participar de este misterio que es salvación para nosotros, que se nos revela especialmente diáfano en la Pascua que renovamos cada día.
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