Romano Guardini decía que el primer movimiento del amor es bajar los brazos. Es la condición indispensable para el encuentro: permitirse la vulnerabilidad, bajar las defensas… renunciar a todo intento de aferrar y retener. Es uno de los mayores riesgos, pero es también el único modo de vivir una vida verdadera.
No es fácil, ciertamente, por eso muchas veces nos conformamos con los sucedáneos del amor: el control, la obsesión, la sobreprotección. Supongo que en general, lo que nos pasa es que no aceptamos un amor puro: lo mezclamos con un poco de estos reemplazos.
Pero si el amor es verdadero, lleva dentro de sí la semilla de su resurrección… y va de a poco despejando todo hasta emerger plenamente en nosotros. Es la hora de la luz y de la alegría, cuando el abrazo es verdadera libertad, es estrechar los brazos pero a la vez hacer espacio al otro.
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