domingo, marzo 08, 2009

No todos los dolores son malos, ni indeseables. Hay heridas que hablan de los anhelos profundos que llevamos dentro, y hay que tener cuidado de no cerrarlas, por lo menos no a las apuradas. Si hay voces internas que nos arrastran y nos absorben, hay otras que nos impulsan hacia adelante, que se convierten en oración y servicio, en preguntas fecundas. Hay llagas que uno no quiere curar porque intuye que de algún modo son espacios abiertos por donde la gracia se abrirá paso. Quizás algunas veces se trate de eso, no de buscar inútilmente cerrar esas heridas (llevados en alguna oportunidad por un deseo de omnipotencia e invulnerabilidad), sino de descubrir que ellas se pueden transfigurar, que pueden ser manantiales de amor, como las llagas serenas del Señor Resucitado.

2 comentarios:

Analía dijo...

Eduardo, no sabés lo "OPORTUNO" que fue leer esto ahora.
Mientras ahondo en mis propias heridas (dolores, pecados, fragilidades fuertes...) tratando de en qué sentido me incapacitan a veces frente a lo que vivo, y en cuantos otros me han capacitado notablemente para vivir tiempos nuevos.
En esa rumia voy, esta ha sido mi charla ayer con mi dir.esp.

Que bien leer esto ahora! genial.

Anónimo dijo...

Hola Eduardo, voy a guardar esto que has escrito y hasta me han dado ganas de compartirlo.
Muchas gracias.

Analía.