Un texto decía que el abismo entre Lázaro y el rico Epulón se había construido con cada paso que el rico no dio hacia Lázaro en vida. Aún en la muerte, Epulón no habla con Lázaro, y lo considera un inferior, un siervo. El abismo del egoísmo y la mezquindad es realmente desesperante.
Sólo Jesús puede franquear este abismo, rompiendo nuestra miseria en mil pedazos, esa miseria que nos hace acumular y aislarnos, para entrar en el círculo del don y la compartida. Sólo el fuego nos puede llevar al camino de la ofrenda y el don de sí. Jesús es realmente el puente, no sólo entre nosotros y Dios, sino también entre nosotros y los hermanos.
1 comentario:
Hermosos pensamientos. Muy positivos de este trozo de Evangelio que se presta para otras reflexiones. Me gustó y me quedo rumiando por acá.
Gracias, padre!
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