En estos días, estoy releyendo (y terminando de leer) un libro maravilloso de Olivier Clément, “Sobre el hombre”. Del primer ensayo del libro extraigo esta cita que me ha dejado rumiando un buen tiempo. ¡Que la disfruten!
“No puede accederse a la comprensión del hombre en Cristo más que por la penitencia y la oración. Quizá, entonces, hablaremos, pero a través de un cierto silencio que es adoración y atención de una capacidad de descubrir en el otro, tanto en el destino de una persona, cuanto en la historia de los hombres, la promesa de vida, la posibilidad de belleza. Las palabras que salen de un corazón purificado pueden sembrar en otro corazón. Así como Moisés, en el Sinaí, no puede a ver a Dios “más que de espaldas”, así también las palabras se convierten en el revés del silencio, en el revés de la paz. Y esta paz, desde las apariciones del Resucitado a los discípulos - “La paz sea con vosotros” – hasta las celebracioens litúrgicas de hoy en día - “En paz roguemos al Señor” – testimonia la presencia del Resucitado. La dulzura de los fuertes convierte al hombre en un árbol de paz - “es como un árbol plantado cerca de un curso de agua… y sus hojas no se secan nunca (Sal 1, 3) –. Hemos sacrificado los árboles con el pretexto que no servían para nada. Y nos damos cuenta hoy de que, sin árboles, la tierra ya no es fecunda. Esta época necesita hombres que sean como árboles, cargados de una paz silenciosa, arraigada a la vez en plena tierra y en pleno cielo.” Clément, Olivier, Sobre el hombre, Madrid, Encuentro, p.31.