Cuando escuché estas nociones por primera vez, quedé fascinado. Desde entonces he tratado de conocer más sobre la riqueza simbólica de mi tradición religiosa (y las de las otras), y también, de encontrar mis propios símbolos, aquellos que reflejan mis búsquedas y anhelos.
Dos de esos símbolos los llevo sobre mi pecho. A la vuelta de un retiro, cristalizó en mí la necesidad de vivir más profundamente el amor de Jesús en clave de ternura y mansedumbre. La imagen del cordero, que hasta ahora no me llamaba la atención, se convirtió en el ideal de esta búsqueda de mansedumbre.
Y la ternura... descubro cada vez más que la gente la necesita, que muchas veces lo que más están buscando en la Iglesia... es la ternura del corazón de Jesús. Entonces la imagen de la Virgen de la Ternura era la única opción.
Estas dos imágenes son un símbolo constante de lo que quiero vivir y comunicar a los demás.
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