lunes, abril 07, 2008

Un amor manso y resucitado

El símbolo del Cordero me resulta cada vez más fascinante. ¡Ayuda tanto a descubrir cómo es el amor salvador de Dios!

Jesús es el Cordero degollado y resucitado, el que permanece de pie. Sólo él puede abrir el libro, es decir, sólo su amor manso y victorioso nos permite intuir la trama escondida de la historia, esa trama que sólo descubren los humildes y sencillos como él.

La imagen del Cordero tira por el suelo todas nuestras pretensiones de poder y triunfalismo, todas las ambiciones escondidas a veces detrás de los proyectos más nobles: no hay lugar sino para la ofrenda herida y vulnerable del amor. Sólo ese amor salva de verdad, esa ternura de Dios que transforma el dolor en ofrenda.


Uno relaciona fácilmente la imagen del Cordero con la serenidad y la pobreza del Señor en la cruz... pero el Resucitado no pierde esa pobreza. La presencia del Resucitado tiene la luz serena de la mañana, que no encandila sino que alumbra despacio, quitando el frío del alma y llenando de esperanza el corazón.

Amor pobre y callado, mansedumbre que salva... enseñanos a amar como vos.

1 comentario:

Cristián Dodds (hijo) dijo...

¡Resucitó el blog! ¡Qué grande!
La imagen del Cordero tan conocida... yo recién empecé a tomármela más en serio una vez que ví durmiendo a la luz de la chimenea, en el campo, a un corderito guacho que levantamos... Eso hay que "ver" para "no poder creer" lo que es la mansedumbre de Jesús.
Me encantó tu reflexión aplicada al resucitado, que sigue siendo cordero... No creemos en un Dios que "se la jugó" de humildón para volver, victorioso, a pisotear con su poder... Como la luz de la mañana... ¡muy lindo lo suyo, Edu!