... uno se queda rumiando todo lo vivido. La misión, junto con las peregrinaciones, los retiros y otro tipo de experiencias similares, son momentos donde uno puede vivir la vida "en concentrado", por así decirlo. Se nos regala la oportunidad de percibir con claridad los núcleos de nuestra existencia: compartir el camino con otros, estar al servicio, rezar y celebrar juntos... y sobre todo, salir al encuentro de los demás. Anunciar a otros aquellos que nos moviliza y enamora. Reconocer una vez más que la vida crece en la medida en que se entrega a los demás. A los que no lo hayan vivido, los invito a que prueben hacer la experiencia en algún momento... y si alguno sí pudo ir en algún momento de su vida, aunque haya sido hace muchos años... recuerde lo que recibió en esos días y que se pregunte... "¿y dónde ha quedado todo eso hoy?".
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