Volver a lo cotidiano después de una experiencia no suele ser fácil. Lo diario parece carente de vida cuando venimos de la euforia, de lo extraordinario.
Y sin embargo, precisamos de lo ordinario, porque es justamente en la humildad del suelo de cada día donde la semilla de lo novedoso y fuera de lo común germina y crece.
Cuando el Evangelio de Mateo va llegando a su final, después de vivir la Pascua con Jesús, él dice que los discípulos tienen que ir a Galilea, que en ese evangelio es el lugar donde todo empezó.
Después de vivir algo que cala en nosotros, estamos invitados a volver a Galilea, pero lo fundamental no es que las cosas sigan cambiando. Sino que hemos cambiado nosotros, y eso nos permite vivir lo cotidiano de un modo nuevo.
El que no tiene esa chispa en el corazón, podrá vivir mil novedades, pero no servirán. Para el que la guarda y acrecienta, hasta el momento más gris puede estar lleno de eternidad.
Y sin embargo, precisamos de lo ordinario, porque es justamente en la humildad del suelo de cada día donde la semilla de lo novedoso y fuera de lo común germina y crece.
Cuando el Evangelio de Mateo va llegando a su final, después de vivir la Pascua con Jesús, él dice que los discípulos tienen que ir a Galilea, que en ese evangelio es el lugar donde todo empezó.
Después de vivir algo que cala en nosotros, estamos invitados a volver a Galilea, pero lo fundamental no es que las cosas sigan cambiando. Sino que hemos cambiado nosotros, y eso nos permite vivir lo cotidiano de un modo nuevo.
El que no tiene esa chispa en el corazón, podrá vivir mil novedades, pero no servirán. Para el que la guarda y acrecienta, hasta el momento más gris puede estar lleno de eternidad.
1 comentario:
Mil horas de guardia hacen germinar una hora de incendio. Benditas todas!
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