Se acerca la cuaresma... tiempo para volver a sentir la sed. En este tiempo he vuelto a descubrir que una de las cosas que más despierta la sed de Dios es el silencio. Silencio suficiente para que uno pueda escuchar ese hilo de agua que corre, por debajo de tantas y tantas cosas. Ese hilo que nos despierta el anhelo de algo mejor, de un agua nueva, fresca, viva. Tener sed de Dios y darnos cuenta que no podemos conformarnos más que con él.
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