lunes, agosto 20, 2007

Un amor lúcido

No puede haber amor sin verdad. Pero a la vez, quien se para sólo del lado de la verdad corre el riesgo de perder el abrigo del amor y caer en el escepticismo, la risa cínica o la crítica descarnada (sin carne, sin calidez... sin amor).
Parece necesario que haya un amor lúcido. Una mirada que descubre lo más profundo de la historia, las personas y las cosas, de las instituciones y aquellos que la integran. Así, desde el amor se anima a decir la verdad, pero como quien corrige desde dentro y no critica desde afuera. Sabe además que amor no es ingenuidad ni callar las cosas, sino luz que revela las oscuridades y busca erradicarlas. Pero justamente porque es luz mira más hondo que la oscuridad y descubre la esencia más profunda de las cosas. Por eso el amor lúcido siempre es esperanzado. Porque intuye a Dios obrando aún en el caos y la ambigüedad. Y se anima siempre a seguir esperando.

3 comentarios:

Santisiembra dijo...

Que complicada su reflexión, complicada entenderla porque lastimosamente nos han formado con tal cantidad de prejuicios alrededor del amor,que terminaron estableciendo criterios a mi parecer hasta injustos. Es cierto que decir la verdad muchas veces es la via para perder el amor, y tantas veces no por el amor mismo sino por la concepción que otros tienen de él, y precisamente esos tabúes y esos criterios que se le han ido ocurriendo a algunos son los que no permiten ni ese amor lucido y menos descubrir a dios aun en el caos y la ambigüedad como dice.

Anónimo dijo...

Buenassss...y qué autor decía algo como "Lo propio del demonio es una mirada de perfecta lucidez, y sin amor." Son riesgos grandes...aguar la verdad en nombre de una imagen de amor blandita y complaciente que no tiene nada que ver con el amor de Cristo, o aguar el amor en nombre de una verdad tan excelsa, tan pura, que termina desvinculándose de la gente real, que no solemos ser ni tan excelsos ni tan puros. Un abrazo en Jesús.

Anónimo dijo...

Hola Edu. Yo también tengo la teoría de que la lucidez lleva a la esperanza, y viceversa. Los razonamientos pesismistas son la conclusión de silogismos de falsa generalización, o inducción amplificante, no nos arriman a la verdad, porque tienen en mayor o menor medida, margen de error. Luego, adaptar nuestra conducta, o estados de ánimo a ellos, no es lógico, razonable, y por ende, poco lúcido. Y si bien podría achacársele lo mismo a los razonamientos esperanzados, ellos resultan más convenientes por un principio de operatividad, ya que no resulta ni útil, ni sano gastar energías en derroteos anticipados, sobre todo cuando existen impensadas posibilidades de que lo bueno surja.

Analía.