Es necesario empezar por desovillar el relato propio. Encendernos los fueguitos, como decía un poeta, con historias y cuentos. Como hizo Jesús con los discípulos de Emaús. Contar nuestra historia de modo tal que podamos percibir y hacer percibir en ella el paso de Dios, el hilo que anuda la trama.
Cuando amenaza el desencanto, se hace más necesario el relato. El final de otros cuentos aviva la esperanza de que el nuestro también terminará bien. Su sendero nos hace ver que otros han vivido lo mismo. El inicio genera esa expectativa y el deseo que sólo puede producir una primer página, esa misma página que se abre en nuestro libro cada mañana.
La posibilidad de un nuevo relato. Y la certeza de una conclusión feliz.
La posibilidad de un nuevo relato. Y la certeza de una conclusión feliz.
1 comentario:
Contanos Edu, tu historia. Relatanos "la razón de tu esperanza".
Lindo fue escucharlo a Pablo decirnos su percepción creyente. Así quedé, reflexionando, rumiando esa imagen tan clara.
En medio de la tormenta, todo en altamar es inestable. No hay punto de apoyo. El "suelo" amenaza, el "cielo" amenaza. Y, envueltos en tanta inestabilidad, la Presencia que asusta puede que sea ni más ni menos que la presencia que salva. Y es parte de la tormenta, nomás. Esa presencia purificante, que siendo parte puede que sea centro.
Si él está, que se mueva el piso, que truene lo que tenga que tronar. Si Dios reina, la tierra goza... aún en medio de la tormenta.
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