Regalar un tesoro
La última vez estuvimos reflexionando sobre la experiencia de traspasar fronteras que todos vivimos al misionar. Otro planteo que suele surgir al llegar a la misión, en parte como fruto de esta experiencia de desfasaje, es: ¿Y qué vengo a hacer acá? ¿En qué consiste misionar? ¿De qué va esto de evangelizar, y la evangelización, que suena más a un proceso químico que al anuncio de Jesús? Vamos a ir reflexionando, ayudados por Jesús, por el Magisterio de la Iglesia y por nuestra experiencia.
1. La Evangelización... ¿Y con qué se come eso?
Pablo VI, el Papa que llevó adelante el Concilio Vaticano II, nos regaló a modo de Testamento a todos los cristianos un documento que se llama Evangelii Nuntiandi. Es una reflexión excelente sobre la Evangelización. En este documento, a la hora de definirla, nos dice:
“Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad.”[i]
¿Qué quiere decir esto? Por un lado, que la Evangelización no es algo para algunos, o para realizar en un templo o reunión religiosa, sino que abarca todas las actividades humanas. Esto nos invita a pensar en cómo nuestra vida cotidiana nos regala constantemente la oportunidad de compartir la Buena Noticia. El trabajo, los amigos, la familia, las actividades que realizamos todos los días (¡aún nuestros pasatiempos!) pueden volverse un lugar donde evangelizar.
Por otro lado, este anuncio se hace desde dentro, o sea, no como mirando un poco asustados o cayendo como comandos en distintas situaciones de la vida (¿Se imaginan pegarle un grito al quiosquero diciéndole: “¡Sonríe, Jesús te ha salvado!”?). Nos invita a asumir los distintos lugares, vínculos y actividades que realizamos y hacer que allí vayan naciendo actitudes y gestos evangélicos.
En esto, como siempre, seguimos el camino de Jesús. Jesús no cayó de un meteorito. Desde la eternidad, quiso tomar para sí nuestro ser humanos, el lenguaje, los sentimientos y las tradiciones de un pueblo. Se metió bien a fondo, se hizo carne y puso su casa entre nosotros[ii]. Y desde adentro fue transformando las situaciones de muerte, pecado e injusticia que se daban alrededor de él. ¡Aún cuando no estuviese hablando explícitamente del Reino de su Abbá, de su Papá! Y esto porque todo su ser era Evangelizador, todos sus gestos y palabras eran Buena Noticia (y él, muerto y resucitado, es la Buena Noticia que estamos llamados a compartir). Esto nos recuerda que el primer paso para evangelizar siempre será...
2. El Testimonio
La Escritura nos dice que Jesús es el Testigo Fiel, o creíble[iii]. En cada gesto suyo, se manifestaba el rostro amoroso de Dios. Verlo a él era ver a su Padre[iv]. Por eso, cada acción de Jesús era un interrogante para la gente de su tiempo. ¿Quién era este hombre, que hablaba y actuaba de manera tan distinta a los demás? Así, vemos que muchos se acercaban a preguntarle, interpelados por el estilo de vida tan singular de este carpinterito a quien de golpe se le había dado por hablar de Dios...
Cuando nosotros, animados por el Espíritu Santo, llenamos del amor de Dios cada cosa que hacemos, vamos transformando nuestro entorno y provocando preguntas: “¿Por qué estas personas se acercan a nosotros? ¿Por qué están tan alegres? ¿Por qué su preocupación por nosotros?” Y estos interrogantes son el surco de donde puede surgir el anuncio del Evangelio. Al dar testimonio, ya predicamos[v].
El reverso de la moneda es que un anuncio sin el respaldo de una vida con valores evangélicos es más un anti-signo que otra cosa. Todos hemos escuchado alguna vez los comentarios sobre los Católicos, tan piadosos en misa y tan impíos en el trato con los hermanos.
Esto también nos recuerda que la Evangelización es un proceso lento, que lleva tiempo. Lo más probable es que otros recojan lo que nosotros sembramos. Pero tarde o temprano llega la pregunta por el motivo de nuestra acción. Y entonces no podemos permanecer callados.
3. “... dispuestos a dar respuesta a todo el que les pida razón de su esperanza”[vi]
El testimonio queda trunco si no desemboca en algún momento en el anuncio explícito del Evangelio de Jesús. Queremos compartir con el mundo que nuestro motivo para salir al encuentro de los hombres es el de haber experimentado el amor de nuestro Padre que se manifestó en Jesús por la fuerza del Espíritu Santo, y que ese amor hoy se les ofrece por medio nuestro también a ellos. “No podemos callar lo que hemos visto y oído”[vii].
Y entonces abrimos nuestro corazón para regalarles nuestro tesoro, que es el nombre, las palabras, el misterio, la vida de Jesús. Decirle al hermano que es amado por Dios, buscado apasionadamente por Él, que Jesús es todo lo que esta persona esperaba y más aún.
Pero aquí no termina todo...
4. “¿Qué hemos de hacer, hermanos?”[viii]
Esto le preguntan a Pedro los primeros receptores del anuncio de Jesús resucitado. Porque la Evangelización no son palabras al viento. Es compartir la vida de Dios con personas de carne y hueso en una situación determinada. Y por eso, ella pide una respuesta concreta de quien la recibe.
Cuando los que reciben el anuncio lo reciben de corazón, su vida va cambiando, porque asumen el “programa de vida” de Jesús. En esto se manifestaba también la fuerza evangelizadora del ministerio de Jesús. No porque hablara mucho o bien, sino porque por donde Jesús pasaba, la vida de la gente cambiaba. Al descubrirse amados y valiosos a los ojos de Dios salían de la miseria física y espiritual. Los que se encontraban con Jesús se convertían en personas nuevas.
Esto mismo debe suceder cuando evangelizamos. Lo que nosotros le proponemos al que nos escucha empieza a ser vida para el otro sólo si este lo acoge en su corazón y lo traduce en actitudes y gestos que encarnen esta nueva decisión. Y no sólo esto, sino que produzcan el ingreso en la comunidad de la Iglesia.
5. Pasar la antorcha
La madurez de todo este camino se da cuando las personas con quienes compartimos el Evangelio se vuelven ellas mismas evangelizadoras, cuando empiezan a transmitir su experiencia de Dios a los demás[ix].
Ahora bien, ya sabemos qué es Evangelizar, y cómo se va dando este proceso. Pero, ¿cuáles son los contenidos de esta Evangelización? Eso lo averiguaremos... en la próxima ficha. Les propongo, mientras un par de textos bíblicos que reflejan este proceso evangelizador. Un buen ejercicio es leerlos con la ficha al lado e ir descubriendo que rasgos peculiares encontramos de la forma de evangelizar de Jesús. Un abrazo y nos estamos viendo.
Gracia y paz,
Edu Mangiarotti
San Isidro, 17 de agosto de 2002
Textos propuestos:
ü Jn 4, 1-45
ü Mc 1, 40-45
ü Mc 5, 1-20
[i] Evangelii Nuntiandi, 18
[ii] Cf. Jn 1, 14
[iii] Ap 1, 5
[iv] Cf. Jn 14, 9b.
[v] Recuerdo que una chica perteneciente a un grupo de misión contaba que una señora paró a unos misioneros , sin saber qué hacían, para preguntarles ¡por qué estaban tan contentos! Qué hermoso es ver que hasta en una sonrisa podemos transmitir el amor de Jesús.
[vi] 1 Pe 3, 15
[vii] Hchs 4, 14
[viii] Hchs 2, 37b
[ix] La primera vez que misioné fui a Capilla del Señor. El grupo misionero cerraba un ciclo de cuatro años muy fecundo en el lugar. Se había armado un grupo de jóvenes muy lindo y sólido. Tanto así que ese mismo verano yo volví a misionar, esta vez en el Delta del Tigre, y un grupo de chicos de Capilla del Señor vino con nosotros. Les aseguro que hay pocas cosas tan emocionantes como ver a alguien a quien uno acompañó empezar a hacer el mismo un camino de misión, de evangelización, ya maduro en su fe.
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