martes, septiembre 27, 2011
Escuchando a Marisa Monte
Apuntes sueltos sobre unidad de vida, oración y eucaristía
domingo, septiembre 18, 2011
Ya luché, hablé, abracé.
Ahora te pido una vez más que me lleves en tu mano.
¡Estoy tan contento y cansado a la vez!
Todavía queda un tramo por recorrer
Pero voy con vos
Y un poco de tu ternura
Es lo único que pido para seguir caminando.
Dejame este rato de silencio
para escuchar tu canción
dentro de mí.
martes, septiembre 13, 2011
En torno a este último domingo (XXIV del tiempo ordinario, ciclo A)
¿No es dejar que me pasen por arriba? ¿Vivir siempre expuesto a que me lastimen? ¿Cómo entender, y sobre todo, cómo vivir este perdón?
Necesito verte a vos, una vez más, y descubrir tu Palabra y tus gestos hablándome de este perdón.
Y entonces te descubro perdonando antes de que la gente cambie: ofreciendo un perdón gratuito, completo, incondicional. Y veo lo que eso genera en el corazón de las personas.Un paralítico se levanta de su vida congelada en un pasado herido; el llanto lava el rostro de esa mujer que ama tanto, tanto, porque se sabe tan profundamente amada; el cambio de Zaqueo, que se anima a salir al encuentro de los otros y recupera su nombre de hijo amado de Dios.
Escucho una vez más tu parábola del Padre misericordioso, y me doy cuenta que el Padre, tu Padre y el mío, nos espera siempre. Y quiere hacer fiesta cuando nos ve volver. Me doy cuenta que ese perdón es para mí.
Más aún: veo que vos te jugaste por completo por ese perdón. Que diste la vida para que en algún momento alguien no se dejara llevar por la dureza del corazón y el deseo de revancha.
Un perdón tan fuerte que no sólo lo diste sino que lo pediste para nosotros al Padre. Y al resucitar abriste para todos las puertas de la reconciliación y del encuentro. Nos diste el poder de perdonar.
Sé que esto es verdad también para mí. Que me querés dar esa misericordia que me sana y me libera de mi pasado, de sentirme atado a mis errores y pecados. No estoy congelado por mis desaciertos: soy libre para volver a empezar, más cerca tuyo y de los demás.
Por esto, puedo animarme a perdonar. Porque es un regalo que vos me das y un camino que vamos haciendo juntos, día a día. Con la seguridad de que es la única manera de no quedarnos trabados en el pasado y de abrir espacio para que otros puedan volver a nuestro encuentro. Porque es ser libres frente al daño que nos han hecho, es elegir vivir de otra manera. Es vivir de tu amor y tu perdón.
Jesús, te pido que a todos nos ayudes a estar más cerca de tu corazón, para que podamos acercar a todos esa misericordia que renueva los vínculos y los hace más fuertes todavía.
Enviado desde el Camino
jueves, septiembre 08, 2011
Sentirse un extraño
Las personas son extrañas cuando usted es un extraño
Las caras parecen feas cuando usted está solo
Las mujeres parecen malas cuando usted es no deseado
Las calles son desiguales cuando usted está mal
Cuando usted es extraño
Las caras salen de la lluvia
Cuando usted es extraño
Nadie recuerda su nombre
Cuando usted es los extraños
Las personas son extrañas cuando usted es un extraño
Las caras parecen feas cuando usted está solo
Las mujeres parecen malas cuando usted es no deseado
Las calles son desiguales cuando usted está mal
Cuando usted es extraño
Las caras salen de la lluvia
Cuando usted es extraño
Nadie recuerda su nombre
Cuando usted es los extraños
Cuando usted es extraño
Las caras salen de la lluvia
Cuando usted es extraño
Nadie recuerda su nombre
Cuando usted es los extraños
En el día de la Natividad de la Virgen
miércoles, septiembre 07, 2011
Atención y concentración
No digo que a veces no haya que concentrarse. Pero es cierto que la atención es una actitud mucho más necesaria.
La oración, especialmente, es más cuestión de atención que de concentración. No tenemos que resolver un problema al rezar. Se trata de estar presentes a la Presencia, de estar despiertos al Amor.
El esfuerzo que esto implica no puede dejarnos agarrotados y nerviosos, sino que tiene que orientarse a una serenidad consciente.
Estar atentos nos ayuda a que tantas de esas distracciones que a veces nos amargan dejen de ser un problema. No porque desaparezcan, sino porque dejamos de aferrarnos a ellas y pelearnos contra el flujo imparable de nuestra ajetreada cabeza.
Si la concentración procura, justamente, aferrar, la atención, por el contrario, permanece con la mano abierta. Y por eso es capaz de recibir el Don.
Enviado desde el Camino