martes, septiembre 27, 2011

Escuchando a Marisa Monte

Marisa Monte es una de las pruebas más contundentes de que se puede transmitir un caudal de sentimiento con suavidad y ternura. Esta mañana de estudio me encuentra con uno de sus temas en su experiencia con Tribalistas, Velha infancia, una canción de amor que es casi una oración. La escuchan y me cuentan (el video es un poco cursi, pero es lo que los vericuetos de Copyright de Youtube permite, qué le vamos a hacer).


Apuntes sueltos sobre unidad de vida, oración y eucaristía

La unidad de vida es un regalo antes que un propósito o un esfuerzo. Al mismo tiempo, buscar la unidad de vida es responder a un deseo profundo del corazón: el de integrarse, unificando toda la vida en torno a algo que nos centre, que nos de un sentido profundo y nos lleve a ser plenamente nosotros mismos. Es poder alcanzar la libertad interior que nos permita realizar lo que Jesús sueña para nuestra vida, recuperar esa semejanza con Dios que habíamos perdido. 

Para los cristianos, el camino es hacer de Jesús nuestro tesoro, pues “donde esté tu tesoro, estará tu corazón”. Es el modelo y la fuente de toda coherencia interna. En su ser no hay fisuras entre decir y obrar, entre ideal y realidad. Todo está pleno, perfecto, integrado. Jesús es plenamente él mismo delante de todos, sin miedos ni dobleces. Por eso mismo, puede entregarse, puede amar. 

¡Porque de eso se trata la unidad de vida! La coherencia existencial no es una especie de pulcritud de boletín que uno tiene que lograr para dejar en paz la conciencia. Es crecer en capacidad de amor y entrega, unificando las fuerzas internas que tantas veces están dispersas por nuestras ambigüedades e inconsistencias. 

El corazón entero de Jesús se entrega en la eucaristía. Por eso ella es para nosotros la raíz de toda unidad interior. Allí recibimos el amor que sana y libera, la comunión que nos permite disipar nuestras infidelidades… el amor de la eucaristía nos saca de la falsedad y nos lleva a la verdad y la libertad. Allí nuestra vida se va transfigurando progresivamente, y todo lo que somos se recapitula, se integra en el amor de Jesús. 

Podríamos decir que Jesús repite en nuestro corazón lo que hizo con el pan en la última cena: nos toma (por completo, quiere llegar a todo lo que somos y tenemos), da gracias y bendice (nuestra vida entera es don del Padre a Jesús, y Jesús nos bendice, llenando cada rincón con su amor), nos parte (porque tenemos que atravesar las crisis, los dolores y las cruces que nos hacen llegar a la autenticidad, a la verdadera libertad) y nos entrega (nos hacemos alimento para los demás). 

Es necesario recordar que todo esto… lleva mucho, mucho tiempo. Jesús nos trabaja artesanalmente, lentamente. Por eso mismo la Eucaristía, que es nuestro sacramento más importante, también es el más cotidiano. Al ver la reserva eucarística (la misma que adoramos y que tantas veces nos lleva a la oración) tomamos conciencia que el don de Jesús nos excede y nuestro corazón necesita hacer su proceso para asimilarlo (o mejor, para que Él nos asimile a nosotros en su Corazón). Cuando pedimos el pan de cada día pedimos también ese paso diario, ese crecimiento cotidiano, lento pero real hacia la verdadera unidad de vida, la que Jesús nos ofrece y que nos abre el camino para el amor y el servicio a los demás.

domingo, septiembre 18, 2011

Llega la noche, Señor.
Ya luché, hablé, abracé.
Ahora te pido una vez más que me lleves en tu mano.

¡Estoy tan contento y cansado a la vez!
Todavía queda un tramo por recorrer
Pero voy con vos
Y un poco de tu ternura
Es lo único que pido para seguir caminando.

Dejame este rato de silencio
para escuchar tu canción
dentro de mí.




martes, septiembre 13, 2011

En torno a este último domingo (XXIV del tiempo ordinario, ciclo A)

Setenta veces siete parece mucho, Jesús. Demasiado.

¿No es dejar que me pasen por arriba? ¿Vivir siempre expuesto a que me lastimen? ¿Cómo entender, y sobre todo, cómo vivir este perdón?

Necesito verte a vos, una vez más, y descubrir tu Palabra y tus gestos hablándome de este perdón.

Y entonces te descubro perdonando antes de que la gente cambie: ofreciendo un perdón gratuito, completo, incondicional. Y veo lo que eso genera en el corazón de las personas.Un paralítico se levanta de su vida congelada en un pasado herido; el llanto lava el rostro de esa mujer que ama tanto, tanto, porque se sabe tan profundamente amada; el cambio de Zaqueo, que se anima a salir al encuentro de los otros y recupera su nombre de hijo amado de Dios.
Escucho una vez más tu parábola del Padre misericordioso, y me doy cuenta que el Padre, tu Padre y el mío, nos espera siempre. Y quiere hacer fiesta cuando nos ve volver. Me doy cuenta que ese perdón es para mí. 

Más aún: veo que vos te jugaste por completo por ese perdón. Que diste la vida para que en algún momento alguien no se dejara llevar por la dureza del corazón y el deseo de revancha.
Un perdón tan fuerte que no sólo lo diste sino que lo pediste para nosotros al Padre. Y al resucitar abriste para todos las puertas de la reconciliación y del encuentro. Nos diste el poder de perdonar.
 
Sé que esto es verdad también para mí. Que me querés dar esa misericordia que me sana y me libera de mi pasado, de sentirme atado a mis errores y pecados. No estoy congelado por mis desaciertos: soy libre para volver a empezar, más cerca tuyo y de los demás.

Por esto, puedo animarme a perdonar. Porque es un regalo que vos me das y un camino que vamos haciendo juntos, día a día. Con la seguridad de que es la única manera de no quedarnos trabados en el pasado y de abrir espacio para que otros puedan volver a nuestro encuentro. Porque es ser libres frente al daño que nos han hecho, es elegir vivir de otra manera. Es vivir de tu amor y tu perdón.

Jesús, te pido que a todos nos ayudes a estar más cerca de tu corazón, para que podamos acercar a todos esa misericordia que renueva los vínculos y los hace más fuertes todavía. 

Enviado desde el Camino

jueves, septiembre 08, 2011

Sentirse un extraño

Escuchando ese temón que es "People are strange", de The Doors, me quedé pensando en lo que a mi juicio es uno de los grandes temores de nuestra sociedad: el miedo al anonimato, a ser, justamente, un extraño. En este mundo inmenso, en nuestras ciudades vertiginosas y amenazantes... ¿dónde está el lugar que nos permita tener un nombre, una historia, un lazo? Mucha gente no lo tiene y no sabe tampoco dónde buscarlo. 

Por esto creo que un desafío para nuestro tiempo es generar una cultura del reconocimiento, donde dejemos de ser extraños los unos para los otros. Desde prácticas tan cotidianas como el saludo, la visita, la atención al vecino (¡por suerte en Rincón, donde vivo, los vecinos como institución siguen existiendo!) hasta iniciativas más grandes, sin perder nunca de vista esta dimensión interpersonal. En un contexto en el que el nombre de la pobreza es sobre todo y siempre exclusión, el reconocimiento abre las puertas a lazos generadores de identidad y pertenencia. 

La Iglesia tiene una riqueza enorme para ofrecer en su tradición y sus comunidades y a la vez un desafío. Ser una comunidad de reconocimiento frente a una sociedad que fomenta el anonimato es una manera simple, concreta y profunda de hacer presente el Reino.

Mientras, sigo escuchando a The Doors y pensando en tantos que se sienten sin nombre ni casa. Y rezo por ellos. Sé que para Jesús, todos tienen un nombre y un lugar.


Las personas son extrañas cuando usted es un extraño
Las caras parecen feas cuando usted está solo
Las mujeres parecen malas cuando usted es no deseado
Las calles son desiguales cuando usted está mal
Cuando usted es extraño
Las caras salen de la lluvia
Cuando usted es extraño
Nadie recuerda su nombre
Cuando usted es los extraños
Las personas son extrañas cuando usted es un extraño
Las caras parecen feas cuando usted está solo
Las mujeres parecen malas cuando usted es no deseado
Las calles son desiguales cuando usted está mal
Cuando usted es extraño
Las caras salen de la lluvia
Cuando usted es extraño
Nadie recuerda su nombre
Cuando usted es los extraños
Cuando usted es extraño
Las caras salen de la lluvia
Cuando usted es extraño
Nadie recuerda su nombre
Cuando usted es los extraños


En el día de la Natividad de la Virgen


"Que toda la creación, pues, rebose de contento y contribuya a su modo a la plegaria propia de este día. Cielo y tierra se aúnen en esta celebración, y que la festeje con gozo todo lo que hay en el mundo y por encima del mundo. Hoy, en efecto, ha sido construido el santuario creado del Creador de todas las cosas, y la creación, de un modo nuevo y más digno, queda dispuesta para hospedar en sí al supremo Hacedor." 

San Andrés de Creta, del Oficio de Lecturas de la fiesta.

miércoles, septiembre 07, 2011

Atención y concentración

Recientemente leía un libro de John Main ("Word into silence", altamente recomendable) donde él hace la distinción entre atención y concentración. Mientras una nos abre al mundo y nos pone en una actitud alerta pero relajada, la otra nos encierra y tensa.

No digo que a veces no haya que concentrarse. Pero es cierto que la atención es una actitud mucho más necesaria.

La oración, especialmente, es más cuestión de atención que de concentración. No tenemos que resolver un problema al rezar. Se trata de estar presentes a la Presencia, de estar despiertos al Amor.
El esfuerzo que esto implica no puede dejarnos agarrotados y nerviosos, sino que tiene que orientarse a una serenidad consciente.

Estar atentos nos ayuda a que tantas de esas distracciones que a veces nos amargan dejen de ser un problema. No porque desaparezcan, sino porque dejamos de aferrarnos a ellas y pelearnos contra el flujo imparable de nuestra ajetreada cabeza.

Si la concentración procura, justamente, aferrar, la atención, por el contrario, permanece con la mano abierta. Y por eso es capaz de recibir el Don.
Enviado desde el Camino

domingo, septiembre 04, 2011

Y siento, una vez más
el murmullo de tu océano

con terror y fascinación, veo
la orilla, cada vez más lejos
¿y cómo saber qué me espera?

Pero esta vez, quisiera
al menos por un instante
animarme a no hacer pie
dejar que me envuelvas
me lleves al abismo

donde todo se pierde
donde todo se encuentra