Cuando viví en Virreyes, como he contado en otros posts, dediqué bastante tiempo a la celebración de las exequias (el "responso", como se lo conoce tradicionalmente). Cada uno de ellos fue dejando su huella, pero hay uno que caló en mí de modo particular.
Una tarde calurosa tuve que ir a rezar junto con una familia que había perdido a uno de sus hijos. Unos chicos habían querido robarle su motoneta, y frente a su resistencia, lo mataron de un balazo. Rezamos juntos, pidiendo paz y justicia.
A diferencia de otras veces, donde en general volvía rápido a la parroquia para seguir con las actividades del día, me quedé un rato. El chico tenía mi edad (en ese momento contaba con 23). Yo andaba en bici por el barrio y en ese tiempo no usaba todavía el hábito clerical. No pude evitar pensar que tranquilamente podría haber sido yo el destinatario de ese balazo en algún encuentro desafortunado. De repente, palpé mi propia fragilidad de un modo desconocido hasta entonces para mí. Esta experiencia se ha repetido,desde entonces, cuando la muerte ha pasado cerca a lo largo de mi historia.
Sin embargo, esto no ha sido algo negativo. Me ha hecho valorar más la vida, el peso de las decisiones que tengo y a la vez, lo pasajero que es todo. Tomar conciencia de la propia muerte no es necesariamente caer en un nihilismo o en una apología del dolor o el absurdo. También puede servir para aprovechar mejor el tiempo que uno tiene, para recordar eso que decía Gustav Thibon: "Todo lo que no es eternidad recuperada es tiempo perdido". Para descubrir el don. Ponerse delante de la propia muerte nos ubica y nos relativiza en el mejor de los sentidos. Nos hace más humildes.
Algo de razón tenían los antiguos cuando decían Memento mori: "Recuerda que has de morir". No para amargarse, no para despreciar esta vida... para vivirla mejor. Algo que también dice esa chacarera: "La vida me han prestado y tengo que devolverla/cuando el Creador me llame para la entrega/ Que mis huesos, piel y sal/ abonen mi suelo natal".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario