Dentro de unos días partimos con un grupo de jóvenes a misionar a La Majada, un pueblo pequeño ubicado dentro de la parroquia que corresponde a la zona de Ancasti, en la provincia de Catamarca. Será toda una experiencia. Experiencia que empezamos a preparar desde Buenos Aires y para la cual viajé antes a fin de conocer el lugar, al párroco y a la gente que vive allí.
De ese encuentro, y del camino que ser realizó para llegar hasta él, brotaron muchas vivencias, de esas que uno guarda dentro porque intuye que en el relámpago de una imagen o una palabra puede haber una enorme riqueza. Me pareció que un buen modo de preparar la misión era sacar estas imágenes a la luz, para que las palabras desplieguen mejor esa fecundidad a veces escondida.
En el camino a la Majada, cuando estábamos llegando a Catamarca capital, en medio de un calor aplastante, casi de pasada, vi a una chiquita caminando, sola, con su guardapolvo y su mochila. Algo que uno ve todos los días en la ciudad. Pero en la soledad y el calor de ese rincón perdido del país, algo le daba un relieve especial al hecho, a ella, al gesto...
Que en medio de ese rincón semidesierto una chiquita estuviera caminando hacia la escuela me hizo pensar en la innumerable cantidad de actos anónimos de amor y esperanza que la gente realiza día a día. En que así como ella, muchos otros chicos estarían yendo ahora a clases. Pensé en que, así como es cierto que ocurren miles de cosas malas, en todo lo que nos llega a través de las noticias, y todo aquello que permanece oculto pero hiere, de un modo u otro, nuestro cansado mundo... también están estos fueguitos que se van encendiendo unos a otros, para mantener el amor andando, para que la esperanza no se pierda... para seguir dándonos motivos, unos a otros, para permanecer en el camino.
Recordé ese poema de Borges, Los Justos:
Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.
1 comentario:
Hola Eduardo, que buena tu observación. Es cierto que en medio de tanta cosa inmediata, tanta ambicion por mostrar nada, tanto destacar que lo unico que importa es lo que se muestra; existe mucho, muchisimo más. Hay muchos lugares donde eso es más notorio... donde la inclemencia de las condiciones hacen que sobresalgan las acciones; sin embargo, yo creo que acá mismo, al lado nuestro, si se hace el intento (es decir, hay que querer verlo), estas acciones, ejemplos si se quiere, tambien estan. Cada vez me da más alegria darme cuenta de que es así; de hecho, por eso visito tu blog. Gracias por el estimulo constante a pensar en cosas buenas, que hacen crecer como persona. Un beso
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