miércoles, agosto 05, 2009

Una vez leí que la muerte sella la identidad de la persona. Revela de un modo más claro y contundente lo que esa persona es. En Jesús esto es clarísimo. Su muerte es parte de su persona. Y lo sigue siendo: el Resucitado no deja de ser el crucificado. Es el Cordero de pie y "como degollado". Es el que tiene las heridas aún resucitado.

Hoy celebré las exequias de un hombre muy bueno. La casa estaba llena de familiares y amigos. Todos intercambiaban anécdotas de su nobleza, del amor que tenía a su esposa, hijos y nietos. En su último paso al Padre, el misterio de esta persona brillaba con una luz nueva, firme y definitiva. No pude
evitar pensar que aquí también se cumplía el misterio del grano de trigo muerto que da vida, sobre todo mientras este hombre bajaba a descansar a la tierra. En la familia, su entrega seguía vivo y dando abundante fruto, del mejor: el escondido en el amor cotidiano.

1 comentario:

Angelo dijo...

Que alentador escuchar este testimonio. Es una invitación a que el Señor nos conceda la entrega y generosidad de esta alma que va a sue encuentro. Gracias por compartirlo