Desde chico me encantaron los cuentos y las novelas de terror. Todavía recuerdo cuando para mi primera comunión me regalaron el libro "¡Socorro!" de Elsa Bornemann, que leí en una tarde pero sufrí durante unas cuantas noches de insomnio, cuando las imágenes de los cuentos parecían volver evocadas por algún ruido desconocido o alguna silueta amenazadora que creaban las sombras de mi cuarto.

Creo que en parte tiene que ver con la dimensión de fantasía y emoción que estos relatos poseen. Pero, más aún, creo que lo que hace que los monstruos, fantasmas, vampiros y engendros varios repueblen constantemente las bibliotecas y cines es que hay una cierta liberación en el relato de horror (Bettelheim decía algo así con respecto a los cuentos de hadas, y creo que en esta misma línea pueden estar los cuentos de miedo).
