De las distintas predicaciones de Francisco en estos días, hubo una frase que me llegó especialmente. "A menudo, la novedad nos da miedo, también la novedad que Dios nos trae, la novedad que Dios nos pide."
Esto me impresionó. Hablar del miedo a la novedad como don no es poca
cosa... pero más aún, hablar de que Dios nos pide la novedad. Tenemos
miedo de las sorpresas de Dios. En cambio, pareciera, Dios está
esperando que lo sorprendamos. ¿Será posible una cosa así? ¿Cómo hablar
de darle una sorpresa al que todo lo sabe?
Sin embargo, es
así. Dios pide la novedad. Traté de pensar si en algún momento DIos se
asombraba. Me vino a la mente el asombro de Jesús frente a la fe del
centurión (Mt 8-10). ¿Será esta la novedad que podemos aportarle a
Jesús? Sorprenderlo con una fe sencilla y una entrega confiada.
Me
animo también a pensar que Dios nos pide una sorpresa para el mundo.
Algo que llame la atención. Y ahí la cosa pasa más por otro lado. Puede
parecer cliché, pero al mundo, lo que todavía hoy lo sorprende, es el
amor. Amor gratuito. Misericordioso. Pónganse a pensar cual fue su
primer sentimiento frente a un gesto de amor. ¿No es el del asombro?
Puede
ser un buen eslogan para este tiempo pascual: "Esta Pascua, sorprendé a
Jesús con un gesto de fe; asombrá a tu hermano con un acto de amor".