Todos enfrentamos decisiones importantes, y no tanto. Día a día, momento a momento, estamos delante de opciones que de un modo u otro condicionan y encauzan nuestro obrar. Cada decisión, a su vez, si se la asume con responsabilidad, pide una serie de preguntas que nos ayuden a ver si nuestra opción debe ser por el sí o por el no. Lonergan, un teólogo, dice que antes del nivel de la decisión tienen estar siempre las preguntas.
Creo que una buena pregunta, aunque a alguno le resulte un tanto näif, a la hora de tomar una decisión, sobre todo aquellas que marcan, que pueden determinar el curso de nuestra vida de un modo importante, es: "¿esto me lleva a amar más?", esto es, "Si elijo esto, o esto otro ¿estaré viviendo un nivel de mayor entrega, una mayor apertura de corazón?"... De este modo, nuestra decisión deja de vivirse en un nivel meramente ético (que es importante pero no definitivo) y pasa a ser también una cuestión de fe y vínculos. Porque esto nos pone delante del otro y de Dios.
Creo que una buena pregunta, aunque a alguno le resulte un tanto näif, a la hora de tomar una decisión, sobre todo aquellas que marcan, que pueden determinar el curso de nuestra vida de un modo importante, es: "¿esto me lleva a amar más?", esto es, "Si elijo esto, o esto otro ¿estaré viviendo un nivel de mayor entrega, una mayor apertura de corazón?"... De este modo, nuestra decisión deja de vivirse en un nivel meramente ético (que es importante pero no definitivo) y pasa a ser también una cuestión de fe y vínculos. Porque esto nos pone delante del otro y de Dios.