Quedé enamorado de la figura del profeta Elías después de estudiar todo su ciclo en el Libro de los Reyes cuando cursé históricos. El hombre de Dios, el profeta fogoso, tan carismático y al mismo tiempo de golpe tan frágil, el enviado más importante después de Moisés... Sus relatos están llenos de matices que lo hacen digno de una película.
Me gusta el pedido de Eliseo antes de la "ascensión" de su maestro: dos tercias partes de su espíritu.Quisiera pedírselo hoy también: un poco de esa pasión para anunciar la presencia de Dios, de su fidelidad a la Palabra, de su fortaleza y su fuego.
Al mismo tiempo, me quedo pensando en ese último gesto de Elías que es, justamente, el de irse. ¡No es fácil irse para los maestros y reconocer que es el momento de dejar el lugar a otros, saber que lo mejor nuestro vive en los demás!... Que es momento de partir para que todo lo sembrado tenga el aire suficiente para crecer. Confiar en la bondad de la tierra, del corazón de los demás. Y en su originalidad y libertad para ser mejores que nosotros. Pienso en Jesús, que llega a decirle a sus discípulos que harán obras más grandes que él. ¡Él dice eso! ¿No es sorprendente! Él, el maestro y el Señor, dice que conviene que él se vaya. Porque su Espíritu hará de ellos verdaderos apóstoles, plenamente ellos mismos y al mismo tiempo (o tal vez por eso) un reflejo claro y fiel de Jesús.
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