¿Qué le pido al Espíritu? Un rayo de luz. Apenas eso. Hay muchísimo en la liturgia de hoy, pero sólo quisiera quedarme con un destello, algo sobre lo cual podamos dar vueltas y seguir meditando ¿Qué rayo de luz le pedimos esta vez? ¡Son tantos los que brillan en Pentecostés! Me gustaría que nos quedemos con la novedad, con esta renovación profunda que Jesús obra en nosotros en este día a través de su Espíritu. Dice el Evangelio que el Señor sopló sobre los discípulos. Es un gesto creador, que anticipaba aquel primero soplo del Padre sobre el barro que sería el hombre. Esta naciendo algo nuevo de la Pascua en este instante de encuentro entre Jesús y sus amigos.
Jesús quiere hacer con nosotros algo nuevo a través del Espíritu de la Novedad. Frente al cansancio del mundo por el pecado, frente al agotamiento de la Iglesia, el Espíritu trae consigo la permanente novedad, que es la presencia de la Pascua en el aquí y ahora de los discípulos. ¿No está la Pascua en el pasado? Sin embargo, ella es la novedad permanente, porque el amor es siempre nuevo y renovador, por eso siempre sorprende. Es el que corta la repetición incesante de la violencia y el poder, el que da vuelta la historia. Por eso en realidad la Pascua siempre es futuro. La presencia del mundo venidero en la carne concreta de nuestro aquí y ahora.
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