Son cuarenta días para crecer en libertad. Es el tiempo de desierto, que necesitamos para aprender a escuchar mejor la voz de Dios y distinguirla de la voz del mal, de la voz del mundo... Y de la nuestra.
Es el espacio que se nos regala para ser más plenamente nosotros mismos, para misionar desde el amor y la verdad, para echar raíces más profundas en la vida.
Es volver al amor que nos moldea e impulsa, y dejar atrás las cisternas agrietadas que tan amargados nos dejan.
Enviado desde el Camino
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