domingo, febrero 27, 2011

Un sacerdote muy amigo mío, Augusto Zampini, está ingresando en la blogósfera con un espacio muy sugerente e interesante para los que tienen inquietudes en torno a la justicia, la filosofía y moral social y la teología moral o la doctrina social de la Iglesia. Su espacio se llama "Justice and Peace will embrace". ¡Visítenlo! 
La gracia escondida del perdón está en transformar el desencuentro en fuente de cercanía. De ahí que haya pocas experiencias tan profundamente pascuales como la reconciliación. Lo que nos mataba ahora es fuente de vida.

Escuchando a Tinie Tempah

Yo no soy profeta ni hijo de profetas, pero escuchando este tema... me parece que este pibe tiene polenta y va a llegar lejos. Veremos. Mientras, "Written in the stars" tiene un combo de lucha y esperanza y una frase que me gusta al cerrar cada una de las estrofas: "Tenés que seguir gritando hasta que te escuchen". A él se ve que le resultó.

jueves, febrero 24, 2011

Hic sunt dracones (sobre los miedos II)

En los mapas antiguos, las zonas inexploradas (y por eso mismo temidas, por desconocidas), tenían a veces la inscripción hic sunt dracones ("Aquí hay dragones"), buscando amedrentar a viajeros con temores que por no tener rostro ni voz definidos eran aún más inquietantes que una amenaza real. Hoy cuando utilizamos un GPS puede llegar a advertirnos "¡ATENCIÓN! Zona peligrosa". El peligro puede ser más o menos tangible, pero la voz, la advertencia... nos asusta más todavía y nos hace muchas veces desistir de incursionar en territorio nuevo.



Así suele pasar con algunas zonas de nuestro corazón y nuestra historia. Nos empezamos a acercar a ellas y aparecen los carteles "¡Aquí hay dragones! ¡Peligro de muerte!" "¡No abrir!" "¡No cuestionar!". Y el miedo nos gana y salimos corriendo, intimidados ante la posibilidad de no sobrevivir al encuentro con lo que que se nos presenta más allá de lo seguro. 

Pero muchas veces es allí donde se puede descubrir algo nuevo. En ese paso por territorio peligroso, cuando nos animamos a preguntarnos, a destapar alguna olla del pasado o preguntarnos por algo que hasta ahora está rígido e inmóvil donde se juega muchas veces la posibilidad de una vida nueva.

Hace algunos años, tuve que enfrentarme a un miedo que me tenía muy trabado. Como parte de ese proceso fui a hablar con un psicólogo conocido mío. Un hombre con experiencia y sabio, me dijo: "Mirá, este miedo está y es evidente que ha aumentado ahora fruto de la situación en la que  estás. Podemos analizarlo, ver de dónde viene, sus raíces, etcétera. La otra manera de solucionarlo... es enfrentarlo". Y lo que me dijo entonces me quedó profundamente grabado y lo aconsejo siempre a quien tiene que enfrentar algún temor: "Pero no vayas solo. Pedí que alguien te acompañe". 

Así necesitamos muchas veces alguien que nos haga de Virgilio, de San Rafael, de compañero de camino para que podamos llegar a tierra de dragones... donde, por otro lado, nos suelen decir las leyendas que hay un tesoro escondido. ¿Y no dice el Maestro que por ese tesoro escondido vale la pena jugarse todo? Yo pido entonces para todos un compañero para nuestros miedos. Que no lo enfrente por nosotros. Pero sí que nos ayude a superarlos. Para mí es Jesús, siempre, y muchos que son signo de su presencia. ¿Y para vos?

domingo, febrero 20, 2011

No saber lo que nos pasa puede ser algo terrible. Como dice Antonio en las primeras líneas de "El Mercader de Venecia":

"No entiendo la causa de mi tristeza. A vosotros y a mi igualmente nos fatiga, pero no sé cuándo ni dónde ni de qué manera la adquirí, ni de qué origen mana. Tanto se ha apoderado de mis sentidos la tristeza, que ni aún acierto a conocerme a mi mismo."

Así andamos muchas veces, sumidos en angustia, tristeza o bronca... Y no sabemos por qué. Es cierto que tenemos que aceptar momentos de no saber, permitirnos primero sentir y dar tiempo al corazón para decantar.

Pero llega un momento donde debemos poner nombre a lo que sentimos. Y es en ese momento donde se empieza a hacer la luz. Un cura muy sabio me dijo una vez: "hay fantasmas que se disipan con sólo ponerle el nombre".

Darle nombre a algo es tener poder sobre lo nombrado, es descubrir que lo que nos aqueja no es una amenaza omnipresente, sino una parte apenas de nuestra vida.

Es empezar a dialogar con ese dolor o ese interrogante, que mal que nos pese también es una parte de nosotros mismos.

Se trata de tomar una vez más la vida en las propias manos y elegir vivirla a fondo, exponiéndonos a lo que nos pasa.

Enviado desde el Camino

lunes, febrero 14, 2011

Memoria y esperanza


Una y otra van profundamente unidas. Cuanto más memoria tengo de mi vida como lugar de salvación y amor (que es más que recordar; es ver el pasado con fe y gratitud, algo que sólo se logra con tiempo y trabajo), más me doy cuenta que mi futuro no está sellado ni condenado al fracaso. Que la misma presencia que me acompañó y me sacó de los lugares oscuros de mi historia, la columna de fuego que me llevó en la tiniebla... es la misma mano que suave y firmemente me conduce hacia un destino feliz.

martes, febrero 08, 2011

Empezar empezando

Una de mis frases preferidas pertenece al Tao Te King: "Un camino de mil millas empieza con el primer paso". Me gusta porque necesito recordarla constantemente y sobre todo cuando tengo que comenzar algo, sea una etapa nueva, una actividad o simplemente algo que tengo pendiente y que quizás aparece especialmente arduo o desafiante. 
Creo que una de las dificultades para dar inicio a las cosas es la inmensa presión que ponemos sobre ese comienzo. Nos llenamos la cabeza de prerrequisitos y por eso mismo más de una vez no llegamos ni a la línea de largada. Nos cansamos antes de empezar.
Entonces me ayuda volver a esta frase de Lao Tsé y darme cuenta que ahora sólo tengo que comenzar, que no hay tantas exigencias sino necesidad de empezar a caminar. Hay cosas que el camino mismo las soluciona y el resto no pueden resolverse de antemano. Habrá que verlas cuando llegue el momento. 

Con esto no me opongo ni de lejos a la planificación. Pero es cierto que junto con ella hay que combinar la audacia y la soltura para poder empezar. Sólo se puede prever y proyectar hasta cierto punto. Cuando uno es especialmente cerebral y ve todas las aristas de una situación, recordar esto se hace necesario para evitar la parálisis que detiene nuestro andar.

Por eso cuando me doy cuenta que estoy dando muchas vueltas con algo me acuerdo de esta frase, dejo de pensar, tomo aire... y empiezo. 


jueves, febrero 03, 2011

Estar en la zona

El otro día hablaba con una futura psicóloga que me comentaba sobre su tesis de licenciatura en torno al concepto del "flow" en la psicología positiva. Más allá de las elaboraciones teóricas en torno al tema, me puse a pensar en los momentos en los que uno se siente justamente "en la zona", como dicen los norteamericanos, cuando hay una conjunción de factores internos y externos armonizados que hacen que todo transcurra "fluidamente", valga la redundancia. Un ejemplo que me vienen a la mente es ver a Michael Jordan prácticamente flotando a través de una maraña de jugadores tirándose encima de él.


Quizás lo mejor de esos momentos es que uno no piensa, no hace, no siente, sino que simplemente es. Es en eso que se está haciendo, o mejor, otro es, algo que no es uno mismo y sin embargo es lo mejor de uno mismo sale a la luz. Escuchando sobre este concepto me acordé de lo que leía en Zen en el arte de tiro con arco, cuando el aprendiz finalmente deja que "ello" tire la flecha y por eso mismo acierta. 

En estos momentos estoy leyendo un libro muy bueno de Julia Cameron, "The right to write" donde ella insiste en que lo que uno escribe quiere ser escrito. Dentro nuestro hay un artista, un creador (en el sentido amplio y no sólo estético de la palabra) que quiere salir a la luz. Son nuestros miedos, trabas y mezquindades (nuestro "yo" pequeño) los que le impiden terminar de nacer. Tal vez por eso el principal trabajo para la creatividad sea el silenciar esos gritos internos, correrse del medio, para que entrar en ese flujo de vida que nos hace sentir tan bien cuando nos impulsa hacia "la zona". 

martes, febrero 01, 2011

Perseverancia y providencia

Para Mery L., que persevera en la distancia...




Que el Señor los encamine hacia el amor de Dios y les dé la perseverancia de Cristo. 2 Tes 3, 5




Me piden una reflexión sobre dos palabras enormes, que como todas las palabras grandes abren la puerta a miles de palabras más: Fidelidad, paciencia, confianza, amor, alianza...

La perseverancia es una de las actitudes fundamentales de cualquier que comienza un camino espiritual. Implica elegir integrar la vida y el corazón, elegirse a uno mismo a través de una constancia en actitudes, gestos y palabras. 

Por esto mismo la perseverancia está profundamente relacionada con el proceso de ser cada vez más uno mismo, de ser aquello que estamos llamados a ser y que busca ir consolidándose a lo largo de nuestra existencia. Es una actitud existencial antes que una cuestión de moral. De allí que no dependa simplemente de querer hacer las cosas bien, sino de querer hacerlas mías, de apropiarme una manera de vivir, o mejor, vivir de una manera que exprese lo propio, que brote cada vez más de nuestro centro. 

Vivir perseverantemente pide al mismo tiempo firmeza y conciencia de la gradualidad. Empezar y continuar "con determinada determinación", como decía Santa Teresa de Ávila. Pero parte de esa determinación es no desesperar frente a las inevitables caídas y retrocesos. Para levantarse rápidamente de las caídas es necesario no lamentarse de más ni sorprenderse por ellas. Son parte del proceso y a menudo ellas nos enseñan más de lo que hubiéramos imaginado. 

Pero por sobre todo, la perseverancia es un don de Dios (antes se escuchaba más pedir el don de la "perseverancia final", el llegar hasta la muerte unidos a Jesús). En este sentido, perseverar sólo es posible si se desarrolla un sentido profundo de la providencia de Dios. Puedo perseverar porque Dios me lo concede, porque él me dará todo lo necesario para que pueda hacerlo. Puede ser el "pan de cada día" que pedimos en el Padre Nuestro. Y en ese sentido creo que uno empieza a caminar con más rapidez cuando deja de preocuparse por cómo está andando y se concentra más en aquel que nos llama y nos cuida a lo largo del camino. Al final del día nos daremos cuenta que todo fue un regalo, como dice ese obispo y poeta:

Y llegaré, de noche
con el gozoso espanto
de ver,
por fin,
que anduve,
día a día,
sobre la misma palma de Tu mano. (Pedro Casaldáliga)